Clarín

La nueva reina del ajedrez argentino no se conforma y quiere ser gran maestra

“Yo vivo una partida como un lugar donde te olvidás de todo”, dice la campeona, que jugará la Olimpíada de 2018.

- Hernán Sartori hsartori@clarin.com

Se habían levantado demasiado temprano para un sábado e intentaban hacer el menor ruido posible. “Bueno, nos vamos”, le dijo Orlando a su hijo homónimo de 9 años. María Florencia escuchó y reaccionó: -¿Dónde van? -A un torneo escolar de ajedrez. -¡¡Yo quiero ir también, papá!!

Y el padre llevó a la nena de 8 años, que pasó de los escolares a los metropolit­anos, a un profesor particular y directo al Club Argentino de Ajedrez. Allí se forjó quien desde el martes volvió a ser la campeona argentina por tercera vez en su vida, después de los títulos en 2009 y en 2013, cuando ganó con un histórico 9 sobre 9. Y con el premio extra de un lugar en el equipo de la Olimpíada de Georgia 2018.

“Mi papá fue un genio. Me enseñó a jugar, aunque inconscien­temente capaz pensaba que el ajedrez era para hombres y no para mujeres, pero cuando vio que avanzaba rápido, me impulsó”, recuerda Florencia.

“Yo vivo una partida de ajedrez como un lugar donde te olvidás de to

do. Te metés ahí durante horas y no te acordás de los problemas. No pensás en otra cosa. Es un momento de distracció­n total -argumenta la reina del ajedrez nacional-. Y además soy muy competitiv­a y me gusta la adrenalina. Si no existiera, no tendría tanto sentido. No me veo haciendo otra cosa no relacionad­o con el ajedrez”.

Con una beca del Estado nacional, otra de la Universida­d Nacional de Tres de Febrero, más los premios de los torneos, Florencia hace camino al andar. Y hoy derrocha alegría por este tricampeon­ato ganado de manera invicta, con 8 puntos en 9 rondas y victorias ante Carolina Luján y Claudia Amura, las número uno y dos del ranking local. “Aún no puedo creer lo que logré. Encima les gané partidas buenas a Caro y Claudia, que son las mejores. Siento que si lo intento, pue

do. Pero soy muy irregular y a veces me mando cualquiera”, se sincera.

Con su muy buen rendimient­o, llegará hasta los 2.257 puntos en el ELO con el que se ordena el ranking mundial. Pero ella no se conforma y sabe que es el momento justo para dar el gran salto. “Éste es un súper empujón para lo que quiero intentar este año: ser gran maestra. Necesito llegar a 2.300 y hacer las tres normas - explica-. Nunca lo intenté de mane- ra fuerte. Siempre hice la típica de jugar un millón de torneos y aprender por golpes o por errores, pero no estudiaba mucho. Es momento de plantearme si trabajo y doy clases o si me pongo las pilas. Así que me puse a estudiar todos los días y este logro me dice que puedo lograr mi objetivo”.

En el Palacio de las Aguas Corrientes, recibe la copa, que parece enorme al lado de su cuerpo pequeño. Su sonrisa destila felicidad. Le piden unas palabras. Toma aire. Y es breve: “Se lo dedico a mi papá, que fue el que más creyó en mí”. w

Llega un momento en el que te estancás y podés conformart­e. Pero este año quiero mejorar y para eso hay que estudiar”. La Olimpíada es un torneo único. Se vive un clima diferente al mundo habitualme­nte individual­ista del ajedrez”.

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Se mira y no se toca. La copa, en manos de María Florencia Fernández.

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