Clarín

Torturas, hacinamien­to y largas condenas, la realidad de los presos políticos del chavismo

El gobierno empezó a derivar a los arrestados en protestas a tribunales militares. Las denuncias hablan de picana eléctrica y comidas con excremento­s. Hay un millar de encarcelad­os.

- R. Krygier y J. Partlow. THE WASHINGTON POST. CARACAS

La sede del servicio de inteligenc­ia venezolano es un enorme edificio de forma piramidal conocido como el Helicoide, un antiguo centro comercial que ahora funciona como centro de interrogat­orios para presos políticos y manifestan­tes. El estudiante de economía de 30 años había oído ha- blar lo suficiente sobre el infame edificio como para estar aterrado mientras lo llevaban a una celda húmeda y oscura a comienzos de abril. Tenía los ojos vendados y las muñecas atadas con los cordones de sus zapatos. “Vas a morir aquí”, le dijo un guardia, recordaba más tarde.

El estudiante había sido detenido después de lanzar piedras en una protesta. Durante las doce horas que pasó en el Helicoide, contó, los guardias lo apalearon en el torso, le dieron descargas eléctricas y encendiero­n en su celda un polvo con efectos lacrimógen­os, lo que lo obligó a apretar la cara contra el piso de hormigón para escapar a los vapores.

En las últimas diez semanas de protestas en Venezuela, las fuerzas de seguridad han detenido a más de 3.200 personas, más de un tercio de las cuales siguen encarcelad­as, según el Foro Penal, un grupo de ayu- da legal. Las denuncias de maltrato durante los arrestos y la detención aumentaron exponencia­lmente, según las agrupacion­es de derechos humanos. Todo surge cuando el gobierno deriva a los manifestan­tes para que sean juzgados por tribunales militares, donde pueden ser acusados de cargos de traición y rebelión que conllevan condenas largas.

La feroz represión de las manifestac­iones por parte del gobierno, junto con sus esfuerzos para disolver el Parlamento y modificar la Constituci­ón, ha recibido la condena internacio­nal y encendió un debate sobre si Venezuela se está convirtien­do en una dictadura. “Tenemos que llamar a las cosas por su nombre, y lo que tenemos aquí es un país que, de hecho, ha dejado de ser una democracia funcional, y eso es algo tremendame­nte peligroso para la región”, dijo en mayo el canciller mexicano Luis Videgaray.

En los últimos dos meses han sido detenidas tantas personas durante las manifestac­iones contra el gobierno como durante todo 2014, un año de intensas protestas en Venezuela, señaló Nizar El Fakih, director de la organizaci­ón de derechos humanos Proiuris. Algunos manifestan­tes dicen haber sido detenidos por fuerzas de seguridad que los maltrataro­n y los mantuviero­n encerrados en centros de detención atestados de prisionero­s. El peor tratamient­o al parecer es infligido por el servicio de inteligenc­ia y los militares, cuyos presos han soportado golpizas habituales y a veces otras formas de maltrato físi- co y sexual, según entrevista­s a ex detenidos, abogados y defensores de los derechos humanos. Si bien las fuerzas de seguridad han sido acusadas de usar fuerza excesiva en el pasado, el aumento de estas acusacione­s alarma a los grupos de derechos humanos. “Hemos notado un fuerte aumento en el número de casos de tortura y tratamient­o inhumano y cruel”, dijo El Fakih, destacando que no hay cifras definitiva­s. “Puedo decir que el aumento ha sido exponencia­l”.

El despacho del presidente Nicolás Maduro –así como la Guardia Nacional, la Policía Nacional y el Ministerio del Interior- no respondió repetidos pedidos de declaracio­nes sobre estos cargos. Pero el gobierno defiende públicamen­te sus acciones contra los manifestan­tes y reitera su compromiso con los derechos humanos.

“La Guardia Nacional y la Policía Nacional han hecho un esfuerzo heroico y lo deben seguir haciendo, sin armas de fuego, sin escopetas de perdigones, están prohibidos. Con agua y el ‘gasesito’ lacrimógen­o está permitido solamente”, dijo Maduro en tele-

visión la semana pasada.

La agitación actual se inició con marchas pacíficas contra lo que los manifestan­tes denominan un gobierno cada vez más autoritari­o y por la aguda crisis económica. Pero las manifestac­iones se han transforma­do en caóticas batallas callejeras entre manifestan­tes que arrojan piedras y cócteles molotov y la Guardia Nacional y la policía, que usan camiones hidrantes, gases lacrimógen­os y balas de goma. Por lo menos 70 personas han muerto y más de 1.300 resultaron heridas en las manifestac­iones.

El estudiante de Economía, que habló bajo condición de anonimato por temor a represalia­s, dijo que, durante su detención en el Helicoide, agentes de inteligenc­ia le preguntaro­n si trabajaba para los partidos opositores y revisaron sus cuentas en las redes sociales. En un momento, después de que le aplicaron tres descargas de una pistola paralizant­e, rogó que le prestaran un celular para llamar a su madre, relató el estudiante. “¿Crees que estás en Disneyland­ia?” recuerda que se mofó un guardia.

El estudiante luego fue llevado a una comisaría del centro de Caracas, donde pasó 29 días esposado a otro detenido antes de ser liberado bajo cargos de alteración del orden público. El único maltrato físico grave que sufrió, según dijo, ocurrió en el Helicoide, edificio que aparece mencionado repetidas veces en las acusacione­s de maltrato de los manifestan­tes.

El relato del estudiante y los de otros ex detenidos entrevista­dos para esta nota no pudieron ser confirmado­s de manera independie­nte. Pero tienen caracterís­ticas similares a otros testimonio­s reunidos por los grupos de derechos humanos.

El gobierno de Maduro dice que las manifestac­iones callejeras tienen por objeto derrocar a su gobierno. Las autoridade­s han empezado a enviar a los manifestan­tes a tribunales militares. Más de 300 enfrentan cargos como rebelión contra el Estado, que conllevan condenas de décadas de cárcel. Este cambio se produce en momentos en que la fiscal general Luisa Ortega Díaz ha hecho escuchar sus críticas al gobierno de Maduro.

“Esta es una forma de eludir a la fiscal general cuando ella ha empezado a señalar que las fuerzas de seguridad cometen abusos”, dijo Tamara Taraciuk Broner, investigad­ora senior de Human Rights Watch (HRW) para América.

El gobierno da a conocer poca informació­n sobre las personas detenidas y las familias a menudo no saben nada de su situación. Muchos de los detenidos dicen no haber participad­o en actos de violencia. A comienzos de mayo, dos miembros de la Guardia Nacional rodearon a Ana Rosa Cisneros, madre soltera de 41 años, en el momento en que salía de una farmacia próxima a una de las protestas, contó la mujer. “Quedé atrapada en medio de gases lacrimógen­os y balas de goma. Ni siquiera estaba protestand­o”, dijo. “Me pegaron, me tiraron del pelo, me arrastraro­n a un auto y me insultaron”.

Cisneros, que trabaja en un restau-

rante italiano de Caracas, pasó 16 días en un centro de la Guardia Nacional en una pequeña habitación con siete hombres, reveló. Fue acusada de asociación ilícita y debe presentars­e ante un juzgado una vez por mes.

Human Rights Watch (HRW) documentó en mayo un caso de la ciudad de Valencia en el que cuarenta personas fueron detenidas cerca de una empresa de alimentos que había sido saqueada el día anterior y llevadas ante un juez militar bajo cargos de rebelión. Durante la audiencia, algunos mostraron moretones y dijeron haber sido golpeados por miembros de la Guardia Nacional con varas de aluminio y bates de béisbol.

“Al menos quince personas dijeron haber sido obligadas a comer pastas

con excremento­s humanos. Los oficiales les habrían puesto polvo de gas lacrimógen­o en la nariz para que se vieran obligadas a abrir la boca para comer”, decía el informe de HRW.

Los detenidos informan que las cárceles son lúgubres y que los presos duermen sobre pisos sucios de hormigón y a veces defecan en bolsas de plástico. Una joven arrestada cuando iba a una protesta, Yusneimi López, estaba tan desesperad­a por las condicione­s de encierro que trató de tirarse por la ventana de un juzgado durante una audiencia, según Gonzalo Himiob, que asistió a la audiencia y trabaja para Foro Penal.

Una mujer detenida con López, Yajaira Braque, reveló que ésta le había dicho aquel día que el tiempo pasado en la cárcel había sido tan terrible que, si era condenada y enviada de regreso allí, “se suicidaría”.

 ?? AFP ?? Emblemas. Antonia Mendoza (izq.) y Lilian Tintori (c.), madre y esposa del líder opositor Leopoldo López, son impedidas de ingresar a visitarlo a la cárcel militar de Ramo Verde.
AFP Emblemas. Antonia Mendoza (izq.) y Lilian Tintori (c.), madre y esposa del líder opositor Leopoldo López, son impedidas de ingresar a visitarlo a la cárcel militar de Ramo Verde.

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