Clarín

Un secreto escondido en Buenos Aires

Anoche se estrenó la miniserie de ocho episodios, con Joaquín Furriel y Norma Aleandro, entre otros.

- Patricio Féminis Especial para Clarín

El rostro se llena de angustia, se paraliza, hasta transforma­rse en acción. Joaquín Furriel tiembla en la piel del arquitecto Fabián Danubio cuando Moira, su hija de 4 años desaparece y, para buscarla, aprende a mirar de nuevo los edificios y oscuridade­s de Buenos Aires en El jar

dín de bronce: la miniserie que ayer a las 21 estrenó HBO, basada en la novela homónima de Gustavo Malajovich, y que fue realizada y filmada por Pol-Ka. “No te vayas lejos, mi amor”, le dijo al inicio, en una plaza de Devoto, mientras él y su esposa (Romina Paula) leían en el diario: “Una chica de 17 años sigue sin aparecer y sus padres están desesperad­os”. La trama, de tan evidente, se disparó en segundos. Los misterios debieron esperar.

Danubio y su esposa discutiero­n, entre la insatisfac­ción y los clichés, hasta que notaron que Moira no estaba a la vista en la plaza. “¿Señora, no vio una nena de 4 años con una campera rosa?”, indagó el personaje de Furriel, y justo ahí comenzó el cambio para el arquitecto: se convertirí­a en un buscador serial. Pero, enseguida, tras los graves acordes de pianos y ruidos in crescendo, Moira apareció. “Hija, nunca más vuelvas a hacer esto”, dijo Furriel, y asintió Paula con mo- notonía (estudiada o no). La natural frialdad de los niños puede ser más creíble.

“Estuve con el hombre del jardín”, explicó la nena. “¡ Qué es eso, mi amor!”, gritó Furriel. “Es un programa de tele que ella mira”, remarcó Paula su línea en el guión, escrito por el mismo Malajovich junto con Marcos Osorio Vidal. La tensión del thriller se aplacó en la siguiente escena: Moira miraba dibujitos en TV mientras sus padres volvían a discutir y la retaban por nimiedades. ¿Qué opresiones cotidianas pueden anticipar una desaparici­ón? ¿Cómo ganar veracidad en una ficción local que busca competir en el exterior, por HBO?

Las sospechas se vuelven visibles, pero no pierden su potencia en esta ficción dirigida por Hernán Golfrid y Pablo Fendrik. Tras una cena plagada de dolor e incomunica­ción entre Furriel y Paula, al día siguiente, cuando Moria bajaba al subte con la chica peruana que la cuida, rumbo a un cumpleaños, lo esperable ocurrió: la nena desapareci­ó. Y el misterio comenzó al fin en el primer episodio de El jardín de bronce, la gran apuesta de HBO en Argentina tras Epita

fios (2004). Apareciero­n Daniel Fanego y Julieta Zylberberg en los roles respectivo­s de los policías Mondragón (un buen zorro viejo) y Blanco (empática y voluntario­sa), ambos de la dependenci­a a cargo de los casos de trata de personas. Ante ellos, Romina Paula se sumió en su limbo interior y Furriel se expandió en enojo, desesperac­ión, angustia, hasta que se dibujó un brillo en sus ojos: haría de a poco su rastreo, a la par del policial.

Cada nueva serie debe lidiar con una idea instalada: que los diálogos en las ficciones locales son largos, o predecible­s, y que su tono no siempre es verosímil. Consciente de esa creencia, a medida que la atraviesa,

El jardín de bronce tiene un gran equipo secundario: Luis Luque es un detective privado con cierto humor y sagacidad carroñera. Mario Pasik, el jefe de Danubio, con un querible cinismo. La tía de Paula, a cargo de Norma Aleandro, logra mayor profundida­d en cada escena. ¿Qué oculta?

Gerardo Romano es un juez y burócrata sacado de un manual, y siguen los nombres. Esta flamante miniserie, de enorme despliegue porteño de la gente de HBO (junto con la de Pol-Ka), tendrá tiempo para exponer sus brillos en los siete episodios por venir. Ojalá.

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Un padre desesperad­o. Fabián Danubio (Furriel) busca a su hija por los subtes y suburbios de la ciudad.

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