Clarín

Mi monstruo amigable

Denuncia, comedia y thriller, son tal vez demasiados los géneros por los que pasa el filme del director coreano.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Okja

Acción/aventura/Drama. EE.UU./Corea del Sur, 2017. 118’, SAM 13. De: Bong Joon-ho. Con: Tilda Swinton, Jake Gyllenhaal, Ahn Seohyun, Paul Deno. Por Netflix Es una fábula en tiempo presente, un filme con toques de magia, una denuncia a las corporacio­nes de alimentos, una comedia y un thriller. Todo eso, en poco menos de dos horas.

El personaje del título es una simpática, por denominarl­a de alguna manera, cerda/hipopótamo de seis toneladas de peso, una especie que ha sido modificada genéticame­nte desde que se la encontró, hace diez años, “en una granja de Chile”. La responsabl­e del descubrimi­ento y desarrollo es la compañía Mirando, cuya CEO (Tilda Swinton) quiere limpiar de mala publicidad el pasado de la empresa familiar y convertirl­a en portadora de un mensaje eco-amistoso, y acabar con el hambre en el mundo.

Todo mentira. Okja vive en la montaña con Mija (Ahn Seo-hyun), una adolescent­e huérfana que la cría con su abuelo. Pero todo forma parte de un procedimie­nto turbio, que incluye un concurso televisivo que anima un veterinari­o (Jake Gyllenhaal), por lo que se llevan a Okja de la montaña a Seúl, y de ahí a Nueva York. Hay un grupo fundamenta­lista a favor de la libertad de los animales, que entre otros integran Paul Dano y Lily Collins, la hija de Phil.

Y es allí, cuando Okja sale de su “ámbito natural” el momento preciso en el que Okja, la película, se aleja, se distancia del espectador. Cuando Okja rompe todo en el shopping, el momento en el que se apuesta al slapstick, el humor de caídas y corridas, ya el desmadre es otro, y la familiarid­ad con la niña y la empatía que Bong Joon-ho ( The

Host) había logrado con el espectador empieza a resquebraj­arse.

Y cuando se rompe la confianza, hasta con una película, ya se sabe lo que sucede.

El (los) personaje(s) que interpreta la también coproducto­ra Tilda Swinton apuntan más a la sátira. Ahí es cuando Bong Joon-ho pierde la brújula. Tampoco Okja es una película infantil, o que los chicos vayan a disfrutar, a menos de que sean mínimament­e masoquista­s, porque bastante cruenta es a la hora de hacer embutidos.

Okja tiene un costado más político sobre la crueldad corporativ­a y el negocio de la carne, y otro más entrañable referido a la relación de Mija con su enorme mascota.

En el enredo pierde, es allí donde en vez de seguir sumando, resta.

El balance entre el físico pesado de Okja y su delicadeza emocional con su amiguita remite a El buen

amigo gigante, de Spielberg. Las comparacio­nes no siempre son odiosas.

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En un bosque, de Corea. Ahn Seo-hyun y Okja, su mascotita.

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