“El celular debe entrar al aula sólo si desafía a los chicos para aprender”
El teléfono celular debe estar en el aula, pero sólo si desafía a los chicos para que aprendan. Decidir que hay que dejarlo afuera de la clase implica no aceptar la realidad que ya tenemos entre nosotros, y en la que desde ya nos movemos también los adultos. Y decidir que hay que dejar que entre al aula pero sin darle ningún uso que haga aprender a los chicos, lo vuelve simplemente un distractor”. La afirmación, con vehemencia y varias veces, la hace la colombiana Claudia Urrea, que es ingeniera en Sistemas e investigadora en el área de Aprendizaje Online y en el Laboratorio de Medios del prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT), de Boston, Estados Unidos.
Urrea visitó Buenos Aires para participar de la jornada “Los chicos y las pantallas: desafíos para las políticas públicas”, en la que disertó ante funcionarios y equipos técnicos de los ministerios de Educación de la Nación, la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. En diálogo con Clarín, aseguró que “la tecnología en la educación debe tener un
uso que desarrolle el espíritu crítico de los chicos y, sobre todo, en el que los dispositivos sean una herramienta para crear proyectos”.
Como ejemplos, contó que lo ideal es que los teléfonos, las tablets y las computadoras sean usadas para que los alumnos aprendan programación, puedan desarrollar sus propias aplicaciones, sepan cómo armar animaciones, simulaciones y hasta desarrollar sus propios juegos”.
Para la especialista, que vive en Boston desde hace 23 años y que ya ha trabajado en proyectos educativos en las provincias de La Rioja, Buenos Aires y Córdoba, “hay que repensar el rol del maestro, y no verlo ya como quien tiene todo el saber y lo imparte a sus alumnos, sino como alguien que se ocupa de administrar las oportunidades de los chicos”.
En ese sentido, para Urrea es importante que los alumnos tengan acceso -y además acompañamiento de sus maestros- a cursos que circulan gratuitamente por la Web. El MIT, según sostiene, ha desarrollado varios que, además, fueron traducidos a distintos idiomas. Scratch es uno de ellos, pensado para que chicos de unos diez años puedan desarrollar animaciones y también juegos; App inventor es otro que enseña a armar aplicaciones para el teléfono celular.
“Lo ideal es que los docentes acompañen a los chicos en ese aprendizaje, ya que de esa manera, el uso de tecnología en el aula será un uso que los tenga como sujetos activos, estarán aprendiendo algo nuevo, tendrán un nuevo desafío”, enfatiza Urrea.
No es la única recomendación que da la especialista sobre cómo usar tecnología en el aula: “Es muy importante que los maestros enseñen a los chicos a ser críticos con las fuentes de las que obtienen in
formación, que sepan buscar información que sea válida”.
En Buenos Aires, según un sondeo que se hizo el año pasado entre alumnos de escuelas secundarias y que publicó Clarín, ocho de cada diez estudiantes apelan al copy-paste cuando realizan una tarea, nueve de cada diez usan la información que aparezca en el primer link que devuelva el buscador de Internet, y sólo uno de cada diez puede distinguir entre un contenido publicitario y uno informativo.
Consultada sobre si el teléfono celular es el dispositivo más apto para llevar a la escuela, Urrea aseguró que “la computadora sigue teniendo las mejores prestaciones para programar”. En cuanto a cómo pueden hacer los Estados para promover este uso más activo y complejo de la tecnología, la especialista destacó los concursos de innovación como formas de incentivar a los estudiantes.
“Está quedando vieja la educación tradicional, y se abre un mundo paralelo en el que los chicos investigan por su cuenta cómo aprender algo nuevo. Eso es algo en lo que hay que trabajar”, enfatizó. Según los últimos datos que relevó la Unesco, en Argentina sólo el 43% de los chicos termina el secundario en tiempo y forma: el desafío es transformar las escuelas y, también, lograr que los alumnos se queden en ellas.