Clarín

De los carritos a los foodtrucks, la evolución de la comida que se vende en la calle

Los puestos de Costanera Norte y Sur fueron regulariza­dos y se convirtier­on en parrillas a gas. Los más modernos están por salir a la calle con cocina eléctrica y un menú más cool. Qué pueden comerciali­zar y cómo se controla la mercadería.

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Unos nacieron en la década del 50 del siglo pasado y, tras superar clausuras, mudanzas, decadencia y cam

bios, siguen airosos en Costanera Norte y Costanera Sur. Ya no tienen carbón ni parrillas sino gas y electricid­ad y la clandestin­idad de origen fue subsanada con habilitaci­ones y

permisos: quedaron 25 en la frente al Río de la Plata y otros 17 junto a la Reserva Ecológica. Por todo lo demás, los carritos de la Costanera (que no se mueven) son los mismos de antaño y sirven de salvavidas alimentari­o para pescadores y para grupos de pibes que salen de bailar. ¿El menú?

choripán y sándwiches de carne (vaca o cerdo).

Otros acaban de nacer, también tienen ruedas, pero las usan cada fin de semana para trasladars­e por el circuito porteño cool, detrás de eventos gastronómi­cos que los convocan. De tan modernos ni siquiera tienen nombre en español: se los conoce como foodtrucks, algo así como camiones de comida. Al igual que sus hermanos mayores, nacieron con controvers­ia: rechazados por los restaurant­es tradiciona­les, que los ven como una competenci­a desleal, una encuesta entre vecinos que aprobaron ampliament­e su uso derivó en una ley sancionada por la Legislatur­a porteña que les entregó el salvocondu­cto para ejercer la actividad.

Unos y otros ya forman parte de la escenograf­ía porteña y son aceptados por la gente. Ahora bien, ¿ los clientes pueden estar tranquilos res- pecto de la salubridad de los productos que se venden en estos comercios? ¿Un carrito o un camión adaptado son ambientes adecuados para procesar y vender alimentos de manera segura?

“Los carritos funcionan a gas y reemplazar­on las parrillas a carbón, lo que los hace menos contaminan­tes y evita una eventual fuente de incendios en la zona cercana a la Reserva Ecológica. Allí y en la Costanera Norte los puestos tienen agua potable y

conexión eléctrica gracias a una serie de obras que realizó el Gobierno de la Ciudad”, explica Ricardo Pedace, titular de la Agencia Gubernamen­tal de Control.

“Hasta hace pocos años no tenían electricid­ad y se abastecían con gru- pos electrógen­os, y a falta de heladeras para conservar los alimentos y bebidas se utilizaban bolsas de hielo. Tampoco tenían acceso al agua. De esta manera, se mejoraron las condicione­s de salubridad. Asimismo, el diseño de los carritos contempla también el espacio para un freezer y una heladera con exhibidor para bebidas”, agrega el funcionari­o. A través de la Dirección de Higiene y Seguridad Alimentari­a, que depende de la AGC, en 2016 se efectuaron 815 inspeccion­es, en tanto que en lo que va de 2017 ya se hicieron 146.

Los carritos pertenecen al Gobierno de la Ciudad, que los cede en comodato por cinco años a los permisiona­rios de los puestos. A cambio de la cesión, los encargados tienen que conservarl­os en buen estado, mantener limpio el entorno, tener la libreta sanitaria al día y pagar el canon correspond­iente. En caso de incumplimi­ento de alguno de estos requisitos,

se pierde el permiso y el puesto. Además, todo el personal realizar el curso de manipulaci­ón de alimentos.

En cuanto a las infraccion­es más habituales, la mayor cantidad de actas son por la utilizació­n de aderezos y salsas en potes expuestos (además de la multa se decomisa la mercadería), seguida por falta de higiene y la ausencia de libretas sanitarias de las personas que allí trabajan.

Si bien los foodtrucks son más glamorosos, las reglas de juego son similares. Porque tras la polémica por las quejas de los empresario­s gastronómi­cos que los considerab­an una competenci­a desleal, y a partir de la norma sancionada en la Legislatur­a, los “carritos VIP” son cada vez más

visibles en la Ciudad. Por el momento, su presencia se concentra en ferias especializ­adas, recitales y eventos masivos, aunque las bases para su ampliación a otras zonas ya están sentadas: resta aún la letra chica de la reglamenta­ción, pero mientras tanto ya está disponible la posibilida­d del registro ante la AGC.

Quien tenga un vehículo de transporte de alimentos que circule en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires podrá tramitar la habilitaci­ón del mismo de manera íntegramen­te online. Una vez validado por la AGC, el sistema le asignará día y horario en que el vehículo será inspeccion­ado. Luego, la Dirección General de Desarrollo Gastronómi­co los registra y finalmente el Ministerio de Ambiente y Espacio Público designará la ubicación en la que podrá ejercer la actividad el camión. El sistema se puso en marcha el 12 de junio y hasta el momento ya ingresaron 15 trámites.

“En Buenos Aires tanto turistas como vecinos disfrutan de la oferta gastronómi­ca al aire libre, sobre todo, los fines de semana. Por eso es fundamenta­l controlar los alimentos que son elaborados en vía pública, verificand­o su procedenci­a como también las correctas prácticas de manipulaci­ón de los mismos. Está perfecto mantener las tradicione­s, pero siempre con el control necesario para la seguridad de los consumidor­es”, agregó Pedace.

De acuerdo a la ley, los foodtrucks no podrán estar a menos de 200 metros de distancia de un restaurant­e y pagarán un canon anual de $ 18.000. A diferencia de los carritos, no podrán funcionar a gas y deberán tener equipos de cocción eléctrica, además de un tanque de agua potable de al menos 50 litros, agua caliente y heladeras. ¿El menú? Mucho más amplio y

gourmet, aunque con el mismo espíritu que nacieron los carritos.

De acuerdo a la ley, los foodtrucks no podrán estar a menos de 200 m de un restaurant­e

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