Clarín

“Me encanta vivir en México, pero no hay como compartir momentos en mi pueblo y con mi gente” L

Guillermo Burdisso (28 años) dice sentirse cómodo en León, la ciudad donde es compañero del ídolo Mauro Boselli. Su álbum deportivo incluye postales con distintas camisetas en Gerli, Rosario, Sarandí, La Boca, Roma y Estambul.

- Waldemar Iglesias wiglesias@clarin.com

a ciudad de León, dicen los que la conocen y los que la caminan, tiene encantos por todas partes. Y señalan que aunque no es tan grande como sus hermanas de México, la Ciudad capital -enorme espacio en el que caben mundos-, Guadalajar­a y Monterrey. tiene esa impronta amigable que abraza. También exhibe un fuerte vínculo con su equipo de fútbol. Los Emeraldas, Los Panzas Verdes, la Fiera, como les dicen. Se lo cuenta a la distancia, a este diario, el periodista Jaime Luna, que mucho conoce las entrañas del fútbol de su país. Lo corrobora el protagonis­ta de esta nota, Guillermo Burdisso. “Es una ciudad que te invita a quedarte a vivir”, cuenta. El marcador central, que usa el número tres en la espalda del León, está encantado con este territorio de Guanajuato, habitado por un millón y medio de personas.

José Alfredo Jiménez, El Rey, nació por ahí cerca de donde vive Burdisso. Su música todavía se escucha por los rincones de la ciudad, aunque partió hace más de cuatro décadas. “León me hace acordar a Rosario. Me gusta. Nosotros, con la familia, vivimos en las afueras, en un barrio que se llama El Bosque, pero estamos cerca de todo. Llegamos rápido a cualquier lugar. Y podemos vivir tranquilos. Es muy lindo”, le dice Burdisso a Clarín.

León es su otro lugar en el mundo. Porque el primero, el de siempre, el del nacimiento y el de cada momento importante es otro: Altos de Chipión, un pueblo que tiene dos mil habitantes. Allí participó con sus hermanos Nicolás -alguna vez figura de Boca y del fútbol del mundo; hoy en Genoa- y Mateo -prometedor mediocampi­sta de Patronato- y con sus hermanas Vanesa y Luciana de las mejores tardes de pileta. También de esos asados que caben en el alma y en la memoria entera.

Tiene un buen recuerdo de sus primeros días profesiona­les, en El Porvenir. Días de adolescent­e. “Me sirvió para crecer de golpe”, dice. Rosario Central se fijó en él. Se lo llevó a esa ciudad que late de fútbol. “Toda esa etapa fue de aprendizaj­e. Con (Hugo) Galloni, con (Hernàn) Lissi, con (Gustavo) Alfaro, con Mostaza (Merlo), con (Ariel) Cuffaro Russo, que me hizo capitán del equipo siendo yo tan joven. Central fue una gran escuela de todo”. -Dicen que el clásico de Rosario es uno de los más calientes del mundo. Vos participas­te de otros dos muy fuertes: en Turquía, con la camiseta del Galatasara­y ante Fenerbahce y Besiktas y el Superclási­co nuestro... -Se viven todos muy fuerte. Pero son distintos. En Rosario, no podés salir de tu casa durante la semana. En Estambul, están todo el tiempo hablando de esos partidos. Mucha intensidad. Pero creo que no hay ninguno como un Boca-River... -Tiene otra dimensión... -Sí. Distinto a todo. -Te juega un poco el corazón, ¿o no? -También. Soy Bostero desde siempre...

Más allá de pasiones, su afecto por México crece con firmeza. Se siente cómodo. A gusto. La afinidad con Mauro Boselli, goleador y superhéroe del equipo de la ciudad, facilitó todo. Allì también participan otros argentinos: el técnico Javier Torrente y los delanteros Jorge Pereyra Díaz y Maxi Cerato. Ahora, Guillermo está lesionado. Hace poco menos de dos meses, ante Cruz Azul, se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla izquierda. “La recuperaci­ón están en marcha. Va todo bien”, dice. No tiene ninguna intención de irse de ese León que lo adoptó como propio.

Hubo otro paso relevante en su recorrido: tras destacarse en Central, más allá del descenso en 2010, lo contrató la Roma. “Era pibe. Había muchos jugadores importante­s adelante. Juan, Mexes, tipos de experienci­a. Me tocó aprender”, recuerda. -También estaba Totti, una celebridad... ¿Qué recuerdo tenés? -Un fenómeno en todo sentido. En la cancha era excelente y afuera se portaba como uno más de nosotros. En Roma, era más que el Papa, pero después del entrenamie­nto te sacaba el desodorant­e para hacerte una joda... Una persona muy agradable, sencilla, que se merece todo el cariño que recibió.

En el fútbol argentino tuvo un paso que le permitió dar un gran salto, a Boca. En Arsenal dejó de lado la promesa y se transformó en certeza. Hizo historia en el Viaducto. Ganó el Clausura 2012. Sí, fue campeón en el club de Sarandí. “Con Lisandro López nos entendíamo­s perfecto. Eramos muy complement­arios. Un jugador excelente. Seguimos en contacto”,

Francesco Totti, en Roma, era más que el Papa, pero fuera de la cancha se portaba como uno más de nosotros”. En Rosario y Estambul jugué clásicos, se viven muy fuerte, pero creo que no hay ninguno como Boca-River”.

señala sobre aquella dupla central decisiva para la asombrosa consagraci­ón del club de los Grondona. -¿Cómo vivís el fútbol argentino a la distancia? -A veces me cuesta explicar lo que pasa. Me da vergüenza. Nadie entiende eso del 38 a 38 en las elecciones de la AFA ni que los visitantes no puedan ir a la cancha ni que un país tan futbolero y con tantos grandes jugadores no se pueda tener una Liga más lógica. Como en México, por ejemplo.

De su paso por Estambul, en la temporada 2013/14, descubrió que varios mundos podían caber en un solo mundo. O en una ciudad. “Tenías de todo ante los ojos todo el tiempo. Una mezquita, una edificio de miles de años, una construcci­ón modernísim­a, gente hablando en distintos idiomas que igual se entendían”, dice. Queda una impresión: vivió cada paso de su carrera con mucha intensidad. Con mucho deseo de aprender.

De todos modos, cada vez que regresa a la Argentina, Burdisso se siente a gusto. Ahí, en el noreste de Córdoba, se siente en casa. En familia, con su mamá Beatriz y con su papá Enio ofreciendo algún recuerdo, con la ronda de mates con su mujer Sofía, con los amigos, con los hijos -Francisco y Emma- que pueden correr sin riesgos por las calles, entre vecinos de puertas abiertas y bicicletas sin candado. Un remanso. Ese lugar desde el que Guillermo se empezó a hacer león para afrontar otros mundos. Lo cuenta: “Puedo estar muy cómodo en México. Me encanta vivir ahí. Me siento parte. Pero no hay como compartir estos momentos en mi lugar, con mi gente”.

 ??  ?? Mate, golf y calma. Así la pasa Guillermo en los links de El Bosque, su barrio en las afueras de León. “Me gusta, me hace acordar a Rosario”, compara.
Mate, golf y calma. Así la pasa Guillermo en los links de El Bosque, su barrio en las afueras de León. “Me gusta, me hace acordar a Rosario”, compara.
 ??  ?? Color Esmeralda. Acomodado en León, con tiempo para recorrer una ciudad hermosa.
Color Esmeralda. Acomodado en León, con tiempo para recorrer una ciudad hermosa.
 ??  ?? Asado familiar. Con Sofía, su mujer, en Altos de Chipión. El matrimonio tiene dos hijos.
Asado familiar. Con Sofía, su mujer, en Altos de Chipión. El matrimonio tiene dos hijos.

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