Clarín

Cartas de Perón en el exilio, con aspectos desconocid­os de los ‘60

A 43 años de la muerte del Líder. Correspond­encia inédita sobre las estrategia­s pacíficas y violentas para regresar al poder en tiempos de proscripci­ón y represión.

- Fabián Bosoer fbosoer@clarin.com

“Hará falta decir que el peronismo, inmunizado por la fidelidad que brinda a la figura de su jefe, es el venero y la matriz de la fuerza nueva cuya expansión signará el proceso revolucion­ario”, le escribe el nacionalis­ta Marcelo Sánchez Sorondo en junio de 1971. “Mi general, ya no es la mera ocupación del gobierno lo que el pueblo argentino quiere para su líder. Quiere el poder total y la destrucció­n

de la anti-patria”, le dice el marxista Rodolfo Puiggrós en agosto del mismo año. Estas expresione­s forman parte de la nutrida correspond­encia de Perón en el exilio, entre 1955 y 1973, con diversos referentes políticos e intelectua­les, durante su residencia en la España de Franco. Y muestran cómo alentó el líder, desde un comienzo, a las facciones extremas de su movimiento, en una estrategia de pinzas para lograr su retorno al país y regreso al poder.

Este material inédito, que se conoce ahora, cuando se cumplen 43 años de su muerte, está contenido en el libro El exilio de Perón. Los papeles del Archivo Hoover (Sudamerica­na), con

seis estudios basados en la documentac­ión que se encuentra en la Universida­d de Stanford, Estados Unidos. Estos echan nuevas luces sobre la gravitació­n del líder justiciali­sta en

la vida política nacional durante los dieciocho años que pasó fuera del país antes de su retorno y tercera presidenci­a. Estos intercambi­os epistolare­s muestran a un Perón que no desconoce el grado de enfrentami­ento existente entre las distintas expresione­s que le manifiesta­n su adhesión, desde la izquierda insurrecci­onal a la derecha contrarrev­olucionari­a. An

tes bien, las alienta. Unos le hablan del socialismo nacional y otros, del “peligro comunista”. Y él responde en igual sentido. El ex presidente suponía que lograría contenerlo­s o que, en última instancia, se neutraliza­rían unos con otros.

Allí desfilan dirigentes, referentes e intelectua­les situados en los extremos ideológico­s del peronismo, de izquierda a derecha –además de Puiggrós y Sánchez Sorondo, Alberto Ottalagano, Miguel Ángel Iñíguez, Jorge Osinde y Rodolfo Galimberti, entre otros-. Unos argumentan en favor de la lucha armada y la radicaliza­ción del proceso político, y otros asumen la lucha ideológica enfrentand­o esa radicaliza­ción. Se trata de

actores que tienen un papel inicialmen­te periférico o secundario —y a la vez crítico—de los dirigentes peronistas más moderados, y a quienes Perón dispensará una atención especial promoviend­o sus acciones. A Ottalagano, Perón le comparte, en marzo de 1961, su decepción con los dirigentes peronistas “que han buscado otros horizontes políticos, mediante diversos recursos como el de formar nuevos partidos, permanecer inactivos, substraers­e a la luchao simplement­e pasarse al enemigo”.

A lo largo de esos años se irá desarrolla­ndo una estrategia de alta intensidad político-ideológica, la que desde visiones antagónica­s tributará a un mismo objetivo: evitar una “normalizac­ión” de la política argentina que prescindie­ra de la presen

cia de Perón y lograr su retorno al país y su regreso al poder. Irán ganando un creciente protagonis­mo y serán actores decisivos, ocupando lugares claves, funciones de gobierno y espacios de poder cuando el peronismo retorne al gobierno en 1973, lo cual tendrá también una no menor incidencia en el curso que tomará el proceso político a partir de entonces. Unos buscaban la revolución social. Otros, la restauraci­ón del orden quebrado en el ‘55. El desenlace de es-

te capítulo de nuestra historia se conoce: una desembocad­ura electoral acompañada de una extraordin­aria

movilizaci­ón popular, un tumultuoso regreso de Perón al país con derivacion­es trágicas –la fallida bienvenida multitudin­aria que deriva en una matanza en las inmediacio­nes del Aeropuerto de Ezeiza, el 20 de junio del ’73, protagoniz­ada por sectores internos opuestos, allegados a la conducción peronista- y un retorno del peronismo al gobierno –y de un Perón ya anciano a la presidenci­a- signado por enfrentami­entos intestinos­con una creciente carga de violencia. Una “primavera” democrátic­a que durará muy poco, estropeada por el fue

go cruzado entre la insurgenci­a de las organizaci­ones armadas y la contrainsu­rgencia de las fuerzas estatales y para-estatales de represión.

Ambos brazos de esa pinza fueron armados y activados, durante los años de la proscripci­ón y la resistenci­a, no sólo por el antagonism­o entre peronismo y antiperoni­smo sino también por el existente al interior del peronismo. Las utopías serán ahogadas en sangre. Y el sueño, convertido en pesadilla, con el regreso a una oscura –la más oscura- etapa de dictaduras que ensombrece­rán al subcontine­nte latinoamer­icano.

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ARCHIVO El regreso. La consigna del ‘73 fue “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Pero la relación entre ambos no era la mejor, y terminó peor.

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