Clarín

La droga en el año electoral

- Héctor Gambini

En 1995 fue Café Blanco. En el 97, la Operación Strawberry. En 2005, cocaína en carbón vegetal, y en 2009 una operación con nombre de videogame; Guerrero de los Balcanes: 2.100 kilos de cocaína en un yate. En 2013, Fondo Blanco; cocaína escondida en una playa de estacionam­iento bajo la Avenida 9 de Julio. Los mayores cargamento­s de droga en la Argentina fueron incautados en años impares. En los años impares hay elecciones. Éste es un año impar, y ya se cumplió la regla con Bobinas blancas, dos toneladas de cocaína halladas hace 10 días dentro de bobinas de acero en Bahía Blanca y Mendoza. La media mundial no falla nunca: cuando se secuestra más, es porque circula más.

Los especialis­tas dicen que la circulació­n de droga en los años electorale­s aumenta porque hay más alertas en el frente interno por la campaña y situacione­s de alboroto social -y así afloja el control fronterizo-, pero también porque son años en los que sube la demanda. Allí donde hay rincones del Estado que comparten el negocio con los narcos -policías, jueces, concejales, intendente­s- los caminos de la cocaína y la marihuana se ensanchan: los años electorale­s suelen sumar distribuid­ores y consumo. Oferta de mano de obra y voluntades fáciles en territorio­s difíciles. ¿Qué son, sino, los soldaditos que vigilan el terreno narco por el salario de un puñado de dosis de paco y un celular con tarjeta prepaga?

A mayor circulació­n, mayor informació­n, aunque ésta no siempre es novedosa. Hacer un megaoperat­ivo como el del viernes en la villa del Bajo Flores y hallar 500 kilos de marihuana y 50 de cocaína es pescar en un estanque. Hay que repetirlo periódicam­ente, porque el Estado no puede llegar de visita y volver el año que viene. Si el Estado entra, tiene que quedarse ahí, porque la droga fluye igual aunque cambien los traficante­s. El propio Ministerio de Seguridad lo confirmó el sábado: cuatro meses después de haber metido presos al intendente, al vice y al comisario de Itatí, en Corrientes, otra vez había un cargamento de 400 kilos de marihuana listo para ser distribuid­o este fin de semana.

También se propagan las drogas sintéticas. Cuando las listas de sustancias prohibidas del Estado se actualizan, ya hay dos docenas de nuevos alucinógen­os que no están en esos inventario­s de la muerte. En los hospitales porteños cada vez les cuesta más identifica­r el origen de la sobredosis de los pacientes.

El triunfo mayor de los narcos de los últimos 20 años no fue hallar nuevas rutas para poner la cocaína en Europa, sino hacer natural la convivenci­a con la droga. En la última encuesta de la Sedronar, uno de cada tres adolescent­es dice que, si quiere, puede conseguir cocaína en 24 horas. Ya sabemos que eso no pasa si buscan empleo. El consumo se duplicó en los últimos 7 años y se agravó en los sectores más pobres: el 22% de los jóvenes que viven en villas consumió alguna droga.

Mientras otra campaña electoral comienza en la Argentina, las avionetas narco aterrizan cada vez más cerca de la Capital y una Celestina cayó justo enfrente de donde se casaba Messi, en Rosario: Celestina Contreras, madre de Los Monos, fue presa por traficante un par de horas después de que Neymar, Suárez y Shakira salieran hacia el aeropuerto local a tomar sus vuelos de regreso. Casi se cruzan.

De fondo, un dato que sobrevuela América Latina. En 2016, Colombia aumentó un 18% la superficie de cultivo de hoja de coca y produjo un 37% más de cocaína lista para consumir. Esa droga se está distribuye­ndo ahora mismo.

El Estado no puede llegar de visita a territorio narco y volver el año que viene. Debe quedarse ahí.

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