Clarín

La traición, un hábito que no pasa de moda

- Osvaldo Pepe opepe@clarin.com

“La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabo­s: sí o no. En su brevedad instantáne­a, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradict­orio de la naturaleza humana” (De Octavio Paz, escritor, poeta y ensayista mexicano, Premio Nobel de Literatura 1990, en su opúsculo “La otra voz, poesía y fin de siglo”.)

Eduardo Duhalde dijo alguna vez que el peronismo tenía ”un Día de la Lealtad y 364 días de la traición”. Con el paso del tiempo, atenuó la crudeza de su ocurrencia. La traición es tan vieja como la humanidad. Comenzó con la peor de las traiciones: la del entorno íntimo, como enseña en el Génesis la parábola bíblica de los hermanos, que terminó en tragedia. Caín mató a Abel y dio comienzo al desangrado de la humanidad. La indigna saga siguió con la conocida metáfora del beso de Judas para “marcarles” a los soldados romanos quién era el Mesías al que tanto buscaban para crucificar. Al hacerlo, dieron vida eterna al profeta más esperado de los tiempos. El traicionad­o Jesús trascendió más que el traidor Judas. Uno fundó una religión, el otro una secta de ingratos.

En política y en la vida, aunque se haga el distraído, traiciona quien muerde la mano de quien le dio de comer o fue generoso, con metáfora o sin metáfora. La traición no tiene género, edad ni condición. Se puede ser traidor sin saberlo, inducido a serlo, o a sabiendas, que es la traición más ingrata. Es que desmemoria, ingratitud y traición se entrelazan siendo imposible eludir esa carga de conciencia. Cristina, una candidata sin demasiados reparos éticos, como demostró en sus 8 años de presidenta, echó del gobierno a quien entonces era su canciller, Jorge Taiana, acusándolo de “traidor” porque había recibido a dos periodista­s de Clarín. A los gritos, lo amonestó: “Vos tenés que ser leal como Boudou”, a quien luego elegiría como su vice. Aún vivía Kirchner, pero nada dijo. En confianza, en política la traición es una plaga contagiosa. Hay “hijas de” capaces de to- do, como Florencia Kirchner, quien acaba de lanzar “Basta de verso”, a través de una radio por Internet que transmite desde la Escuela de Mecánica de la Armada. Procesada por asociación ilícita y lavado de dinero, descubiert­a con una fortuna de casi 6 millones de dólares entre una cuenta bancaria y una caja de seguridad, sin trabajo conocido hasta entonces, luego se la presentó como accionista del hotel sureño Los Sauces, por lo visto no traiciona ni su genética ni sus raíces. Los Kirchner dan para todo. Van y vienen con las traiciones y encima se creen con derecho a pedir explicacio­nes. Olvidan a convenienc­ia, como con Taiana. Para ser justos, Taiana también olvidó. Cuando alguien es seducido con el veneno de la traición, bien puede usar uno de dos monosílabo­s, como enseñó Octavio Paz. Decír sí o decir no. En un comentado ensayo de los 90, muy usado por el menemismo, en su libro “Elogio de la traición”, los franceses Yves Roucaute y Denis Jeambar consagraro­n la idea de que no hay política sin traición. Quizá tampoco haya vida sin ella.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina