Clarín

OSVALDO GOLIJOV, DE ESTRENO

Con la destacada dirección de Annunziata Tomaro, el gran compositor platense estrenó dos obras.

- Gonzalo Saldívar

El gran compositor platense presentó dos obras nuevas, “Ayre” y “Azul”, en la sala sinfónica del CCK.

Con el estreno argentino de dos obras de Osvaldo Golijov (su ciclo de canciones Ayre y su concierto para cello

Azul), el CCK concretó uno de los grandes desafíos de su 2017.

El valor agregado estaba dado, en este caso, por la presencia del compositor platense, quien llegó para supervisar musicalmen­te el proyecto, y que además ofició en el concierto como introducto­r de las obras. De su mano llegaron también tres solistas ideales: la soprano líbano-canadiense Miriam Khalil, el cellista argentino Eduardo Vassallo y el estadounid­ense Michael Ward-Bergeman, ejecutante de un instrument­o desarrolla­do por él como una ampliación del acordeón tradiciona­l y llamado hyper-accordion. No menos importante fue la dirección de la siempre excelente Annunziata Tomaro. Ayre, presentado como una travesía por el Mediterrán­eo, es una suerte de microcosmo­s que engloba gran parte de los paisajes sonoros que habitan en el imaginario del universo

golijovian­o. A través de las once canciones que lo integran, transita la balada medieval, la canción en ladino, los rezos de los árabes cristianos, la canción de protesta en lengua sarda (sobre un ritmo casi de rock and roll) y dos temas de Gustavo Santaolall­a, entre otros, sin perder nunca un hilo conductor que solista y ensamble sostienen a la perfección. Escrita para Dawn Upshaw, es difícil pensar la obra por una intérprete que supere a Khalil, en cuya voz y movimiento las canciones cobran vida, y a la que su origen mediterrán­eo y su trabajo sobre estas lenguas brindan una dimensión profunda y conmovedor­a. El ensamble, un orgánico de cámara con parte real, fue ideal en la creación de climas.

Y así como Ayre puede ser definido como un microcosmo­s, Azul lleva al oyente por un viaje interestel­ar, un macrocosmo­s de sonoridade­s atemporale­s, con más de un eco barroco. Su instrument­ación plantea, como en un concerto grosso, la participac­ión de un cello solista con la percusión y el hyper-accordion a modo de continuo.

El recorrido comienza con un lenguaje casi impresioni­sta y culmina en Yrushalem, en el que (como en un espejo de Ayre) resuena un tema de las Leçons de ténèbres de Couperin, que se transforma hasta una coda en la que el sonido se desintegra, como polvo de estrellas. El ensamble de solistas, liderado impecablem­ente por Vassallo, se completó con la excelencia de Ward-Bergeman y los percusioni­stas Florencia Barrientos y Franco Rapetti. El conjunto orquestal llevó adelante con altura la complejida­d de la obra bajo la guía siempre segura de Tomaro.

Cada una de las obras ofrece una fachada diferente de la creación de su autor, pero la elección de brindarlas en conjunto es otro acierto, ya que de esta manera se conforma un díptico que describe a la perfección el alma siempre inquieta y deslumbran­te de Osvaldo Golijov.

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 ??  ?? Alma inquieta y deslumbran­te. Golijov llegó especialme­nte para supervisar musicalmen­te el proyecto.
Alma inquieta y deslumbran­te. Golijov llegó especialme­nte para supervisar musicalmen­te el proyecto.

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