Clarín

Catalina, monja trans y guerrera

En pleno siglo XVII, peleó en América como hombre, y su identidad fue reconocida por un rey y por un Papa.

- David Ruiz Marull La Vanguardia y Clarín

La primera mujer transexual con grado militar peleó en la América del siglo XVI para la Corona española y enfrentó, también, los mandatos de la época con una valentía que sorprende si se toma en cuenta el clima de aquel momento. Ahora, un museo madrileño vuelve a poner en relieve su historia.

Catalina de Erauso nació en San Sebastián en 1585, en el País Vasco, hija del capitán Miguel de Erauso, comandante de las provincias vascas a las órdenes de Felipe III, y de María Pérez de Gallárraga. Desde pequeña disfrutaba los juegos de guerra.

Pero ni el tiempo ni la familia en que nació le dieron libertad para elegir su futuro. Con cuatro años fue internada, junto a sus hermanas Isabel y María, en el convento dominico de su ciudad, el mismo en el que Úrsula de Urizá y Sarasti, prima hermana de su madre, ostentaba el cargo de Madre Superiora.

En pleno Siglo de Oro español, a una niña de buena cuna había que educarla en “las labores propias de su sexo” para poder ser desposada posteriorm­ente “como Dios manda”.

Pero Catalina tenía otros intereses. Incapaces de controlarl­a, las monjas decidieron internarla en el estricto Monasterio de San Bartolomé, del que escapó en marzo del año 1600, cuando tenía 15 años.

Escondió el hábito, se cortó el pelo y se vistió con ropas de hombre para pasar inadvertid­a. Pero no solo por eso. “Catalina de Erauso fue una mu-

jer transexual que acabó siendo soldado en América. El propio rey Felipe IV de España y el papa Urbano VIII reconocier­on sus méritos militares y le autorizaro­n a continuar viviendo como un hombre”, explica Andrés Gutiérrez Usillos, del Museo de América madrileño. Usillos es, además, curador de la muestra Trans. Diversidad de identidade­s y roles de género, que se presenta en esa institució­n en coincidenc­ia con la actividad en Madrid como sede del World Pride 2017, la fiesta del orgullo que se celebró este fin de semana en la capital española y que también motivó exposicion­es en varios museos de la ciudad.

“Queremos hacer una reflexión sobre el concepto del cuerpo, el tratamient­o de la imagen y la identidad de género. Partimos de la premisa de que la transexual­idad es algo inherente al ser humano y, por tanto, está presente en todas las culturas del mundo y en cualquier época”, señalan en la institució­n, en referencia al contenido de la muestra.

El museo presenta el retrato de Catalina que se atribuye al pintor Juan van der Hammen y León y que está fechado hacia 1625. “Es un caso úni

co en España, en el que se retrata a una persona transexual con toda la psicología introspect­iva que el autor ha sabido transmitir”, añaden.

El cuadro comparte espacio con otras obras emblemátic­as como la fotografía de Christophe­r Makos en la que se retrata a Andy Warhol como Marilyn Monroe o las imágenes tomadas por la fotógrafa Jill Peters a las denominada­s “vírgenes juradas” de los Balcanes, una comunidad de mujeres que cambió su género en una zona rural.

Catalina de Erauso contó sus peripecias en una autobiogra­fía escrita en 1626. En ese libro se explica cómo tuvo

una vida de prófuga, trabajó para el secretario del rey Felipe III, pasó por la cárcel y regresó a San Sebastián antes de la aventura de embarcarse rumbo a América.

Venezuela, Cartagena de Indias (donde presuntame­nte mató a su tío, capitán del barco en el que viajaba), Panamá, Perú, Ecuador... sus viajes y aventuras fueron múltiples. Vistió siempre como un hombre y utilizó nombres como el de Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán o Antonio de Erauso. Catalina incluso aseguró en sus memorias que “se secó los pechos” con un ungüento.

Fue de un lado para otro, sin rumbo ni ocupación fija, hasta que se alistó en la campaña para la conquista de Chile en el año 1619. Arrasaron las

tierras y los bienes de los mapuches, masacrando a los indígenas, y llegó al grado de alférez.

En 1623 fue detenida en Perú y para evitar ser condenada confesó que era mujer. Unas matronas la examinaron e incluso determinar­on que aún era virgen. Por eso el obispo Agustín de Carvajal la protegió y la envió de vuelta a España. La recibió el rey Felipe IV, quien le mantuvo su graduación mi

litar y la apodó la “monja alférez”. El monarca le permitió usar su nombre masculino y le concedió una pensión por sus servicios a la Corona. Con la autorizaci­ón real en la mano, Catalina de Erauso se marchó a Roma, donde fue incluso recibida por el

papa Urbano VIII, que ratificó los acuerdos a los que había llegado con Felipe IV. De regreso a América, se instaló en Orizaba, en el estado mexicano de Veracruz, donde murió alrededor de 1650.

La muestra del Museo de América español continúa hasta septiembre, actualizan­do el interés por su figura. En Argentina, la historia de Catalina de Erauso tuvo un libro. Con una prosa notable y luego de una exhaustiva investigac­ión histórica, la escritora Gabriela Cabezón Cámara contó su devenir en

editado por Buena Vista en 2015, una aproximaci­ón intensa a sus vivencias.

 ??  ?? Con honores. Una pintura de 1625 retrató a Catalina de Erauso.
Con honores. Una pintura de 1625 retrató a Catalina de Erauso.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina