A 20 años de su muerte, el legado de Najdorf aún marca a fuego al ajedrez argentino
De origen polaco, la guerra lo encontró jugando en Buenos Aires, donde se quedó para hacer historia.
Aunque no nació ni murió en nuestro país –vaya paradoja-, Don Miguel Najdorf bien merecido tiene el reconocimiento como la mayor personalidad en la historia del ajedrez argentino. Hace exactamente 20 años, el 4 de julio de 1997, murió en Málaga debido a una afección cardíaca. Detrás quedaba un historial deportivo insuperable para nuestros ajedrecistas en cuanto a su jerarquía mundial, una
personalidad incomparable, un organizador y un difusor nato de su actividad y una serie de récords que aún hoy causan asombro.
Najdorf nació el 15 de abril de 1910 en un pueblo vecino a Varsovia, en el seno de una familia judía, y aprendió a jugar ajedrez de adolescente, motivado por un violinista de la Filarmónica polaca. Savielly Tartakower fue su maestro y Najdorf se reveló enseguida como un joven prodigio en Polonia, país al que llevó al subcampeo
nato en la Olimpíada de 1936, en Munich. Desde esa ciudad partirían tres años después las hordas nazis que asolarían Europa. Y que a Najdorf le dejarían una cicatriz imborrable.
Todo sucedió a partir del 1° de septiembre de 1939. Mientras Najdorf se encontraba con el seleccionado de Polonia en Buenos Aires para la etapa final del Torneo de las Naciones, Adolf Hitler ordenaba la invasión de Polonia. Comenzaba la Segunda Guerra Mundial y la familia de Najdorf – su esposa Genia, su hija, sus padres y cuatro hermanos- moriría en los campos de concentración. En Buenos Aires, Najdorf comenzó con la venta callejera mientras vivía en una pensión y nunca se dedicó al ajedrez
a tiempo completo. “Nací dos veces, sin haber pasado por el requisito de
la muerte”, ironizaba. Su nivel técnico era insuperable y durante las décadas del 40 y del 50 estuvo entre los mejores del mundo, alcanzando el 5° lugar en el Torneo de Candidatos al título en 1950. Ese mismo año, la Federación Internacional creó los títulos oficiales y Najdorf fue distinguido como “gran maestro”.
Ya había ganado importantes torneos, como los de Barcelona, Praga, Venecia y Amsterdam, y más adelante lo haría en Mar del Plata o en La Habana. En total, acumuló ocho títu
los argentinos, el último en 1975, a los 65 años. Compitió en 14 Olimpíadas, las tres primeras para Polonia y las otras 11 para Argentina, con la que logró tres subcampeonatos en 1950, 1952 y 1954, y una medalla de bronce en 1962. A la vez, ganó tres veces la medalla de oro en el primer tablero (1939, 1950 y 1952). Y a los 60 años, entabló con Mikhail Tal en el enfrentamiento entre la Unión Soviética frente al Resto del Mundo.
Najdorf brilló como teórico y como analista, y fue uno de los principales comentaristas en todo el mundo. Su columna de ajedrez en el Clarín de los sábados marcó época. También los más importantes ajedrecistas –inclusive hasta los tiempos de Anatoly Karpov y Garry Kasparov- requerían de sus servicios y consejos.
Hablaba con fluidez en ocho idiomas, rehizo su vida y formó familia en la Argentina, se convirtió en un importante agente en venta de seguros y priorizó siempre la enseñanza y la difusión del ajedrez.
Su imborrable legado estará siempre asociado a los mejores momentos del ajedrez en la Argentina.