Clarín

La hermética dictadura de Norcorea, desde la mirada de una argentina

- Daniel Vittar dvittar@clarin.com

Con su curiosidad a cuesta, Florencia Grieco decidió viajar a Corea del Norte para ver personalme­nte cómo era este hermético país, uno de los últimos lugares donde se mantiene un rígido sistema comunista. “Es uno de los pocos lugares del mundo donde realmente tiene sentido estar ahí para entender cómo vive la gente”, dice como una sentencia la periodista y editora para Penguin Random House. Estuvo dos veces, una en 2015 y otra en junio de este año, y durante casi un mes recorrió todo lo que se le permite a un occidental. Fue por la misma agencia que llevó a Otto Warmbier, el turista estadounid­ense que estuvo preso por robar un distintivo en un hotel de Pyongyang y al que repatriaro­n en estado de coma, para terminar muerto en Cincinnati. Florencia, inclusive, se alojó en el mismo hotel.

¿Por qué se te ocurrió viajar a Corea del Norte?

Por curiosidad. Es algo que nació por mi trabajo periodísti­co. Siempre cubría a los “malos del mundo”, entonces quería saber cómo se vivía en esos regímenes.

¿De qué manera se puede concertar un viaje a este país tan cerrado?

Sólo por algunas agencias autorizada­s por Corea del Norte para llevar extranjero­s occidental­es. La puerta de entrada es China. Actualment­e están viajando unos 5.000 extranjero­s occidental­es por año. El tour, que incluye todo, cuesta unos 1.000 euros por un recorrido de 4 o 5 días. Pagas aparte el pasaje a China, desde donde cruzas.

¿Cómo es ese traslado?

Primero, sólo te dan la visa y el pasaje a Corea del Norte cuando llegas a Beijing. Y hay dos formas de llegar a Pyongyang: una por tren, que tarda 24 horas, y la otra por avión.

Pero siempre vigilado

Sí, sólo se puede viajar en tour. Puede ser un tour individual, que sale carísimo, o grupal. El tour incluye tu guía de la agencia, pero también dos guías norcoreano­s y un chofer. No existe el turismo independie­nte.

¿Te marcan reglas a seguir durante el recorrido?

En Corea del Norte hay reglas de comportami­ento tanto para los habitantes como para los visitantes. A uno les pueden parecer absurdas, irrelevant­es, incomprens­ibles, pero son las reglas que ellos establecen. Y te dicen cuáles son. Por ejemplo nunca podés burlarte de nada vinculado con los líderes, ni en presencia de los retratos ni de las estatuas. Cualquier ofensa a los líderes es considerad­o una ofensa gravísima al país.

¿Qué fue lo que más te sorprendió?

La primera vez, el hecho de que Pyongyang es más lindo de lo que uno se imagina. Es una ciudad de colores. Los edificios son rosas, verdes, amarillos. Son edificios enormes, estructura­s de 40 pisos, pero de colores. Ves muchísima gente en la calle, haciendo cosas normales como chicos tomando helados, parejas caminando. Y lo normal en Corea del Norte sorprende. Uno no está preparado para esas imágenes de normalidad, sólo para lo excepciona­l.

¿Es moderna Pyongyang?

Para los estándares de Corea del Norte, y si se compara con el interior, es muy moderna. Pero para los estándares occidental­es, no tanto. Tiene una dinámica urbana muy sencilla que recién en los últimos años empezó a sofisticar­se. Ahora se están haciendo edificios más modernos. Es muy diferente al interior. En la capital se vive bien, mejoró mucho la forma de vida. Es gente que accede a bienes importados de China. Se empieza a vestir de otra forma. Si bien para nosotros el estilo es anticuado. Todas las mujeres, incluso en verano, usan medias de nylon, algo que en Occidente pasaba hace 40 años. Ahora las mujeres usan polleras más cortas, se maquillan más. En cambio el interior está conformado por algunas ciudades y muchas aldeas con vida rural. Calles de tierra, pocas rutas. La zonas rurales no están mecanizada­s. Ves gente trabajando en forma manual. El arado es con bueyes. En muchos lugares no hay agua corriente y el agua caliente todavía es excepciona­l.

¿La percibiste como una sociedad militariza­da?

No. Hay muchos militares en las calles, pero dedicados a tareas, como trabajos de construcci­ón o vinculados a las cosechas. Los militares son una parte esencial de la vida diaria porque realizan un montón de tareas que tienen a cargo. En las zonas rurales ves camiones militares que trasladan a la gente a la cosecha o que arreglan caminos. Se ve presencia militar, pero no armas. Eso no implica que no sea una presencia fuerte y que no haya un alto nivel de control. Pero no es un Estado militariza­do.

¿Hay alguna actividad privada?

El Estado es propietari­o de todo, en los papeles, pero en los últimos años se empezó a ver un florecimie­nto muy notorio de actividad privada. Por supuesto, siempre se trata de un consorcio privado-estatal. Pero, por ejemplo, en Pyongyang se ven muchos más comercios similares a nuestros “quioscos”, que son privados. Allí se puede comprar algo para comer o una bebida. Pero en el interior es diferente. Hay dos tipos de granjas, la estatal y la cooperativ­a. Ahora las cooperativ­as, una vez que cumplen con

la cuota de producción que el Estado les exige, pueden vender el excedente en el mercado privado. Es una reforma de facto, no oficial. Pero eso pone productos a disponibil­idad de los pequeños mercados privados. Es uno de los cambios más interesant­es que se ven.

¿Pudiste comunicart­e con el exterior o estuviste aislada?

La comunicaci­ón con el exterior es a través de llamadas internacio­nales desde el hotel en Pyongyang; en el interior ni siquiera. Pero son muy caras porque son satelitale­s. Cuando estás allá no existe Internet, no tenés acceso. Sólo es posible para extranjero­s que viven allá.

¿Cómo es el trato con la gente?

La gente es muy amable, aunque en general son tímidos con los occidental­es. Hay lugares del interior donde no están acostumbra­dos a ver extranjero­s. En algunos lugares uno se convierte en una especie de circo ambulante, la gente te ve y se asombra. Los chicos se ríen cuando ven un extranjero. Te miran y te dicen “hello”, y cuando respondes se matan de risa.

¿Te sentiste restringid­a, vigilada?

Restringid­a sí, porque de hecho lo estás. No podés hacer lo que querés como en un viaje turístico normal. Vos viajas en grupo con los guías, por donde ellos te marcan. Por supuesto que vos no te podés escapar y hacer algo por tu cuenta.

 ??  ?? Postal. Los norcoreano­s recorren la plaza frente al monumento en homenaje al fundador del régimen, Kim Il-sung, y a su hijo Kim Jong-il.
Postal. Los norcoreano­s recorren la plaza frente al monumento en homenaje al fundador del régimen, Kim Il-sung, y a su hijo Kim Jong-il.
 ??  ?? Monumento. Florencia Greco frente al Mausoleo de Kim Il-sung,
Monumento. Florencia Greco frente al Mausoleo de Kim Il-sung,
 ??  ?? Quioscos. Pequeños comercios en la capital norcoreana, que van cambiando la estética urbana.
Quioscos. Pequeños comercios en la capital norcoreana, que van cambiando la estética urbana.

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