Clarín

Lluvia negra kirchneris­ta

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com Copyright Clarín 2017.-

Acaba de instalarse un conflicto cuyas consecuenc­ias exceden el destino de la campaña electoral. La solicitud de indagatori­a, desafuero y detención del ex ministro Julio De Vido, formulada por el fiscal Carlos Stornelli, impacta de múltiples maneras sobre el sistema político y las institucio­nes. Están bajo la lupa colectiva el Congreso, la acción de la Justicia y la conducta de los principale­s líderes políticos.

Aquel conflicto se incrusta como una cuña en la campaña que ya se desperezó. Aunque habría que esperar su trasiego para arriesgar los primeros resultados, puede conjeturar­se algo. Difícilmen­te el escándalo que coloca a De Vido como eje de la escena modifique de modo sustancial el núcleo de votantes incondicio­nales que Cristina Fernández exhibe en Buenos Aires. Se trata de una adhesión con aparente inmunidad a todo. En el mismo plano conjetural se podrían realizar otro par de apreciacio­nes. La presencia de De Vido en la campaña activa el

pasado de la corrupción kirchneris­ta. Junto a los bolsos del ex secretario de Obras Públicas, José López, la ruta del dinero K de Lázaro Báez y los lavaderos de dinero, con fachada de hoteles pertenecie­ntes a la familia Kirchner. Sería una buena noticia para los candidatos de Cambiemos. Entre otras cosas, porque los alivia frente a la ímproba tarea de explicar las penurias económicas. El Gobierno posee para aquella tarea manos artesanas. Elisa Carrió, Graciela Ocaña y hasta María Eugenia Vidal.

Sin embargo, en aquel teatro público, Cambiemos podría toparse con una compe

tencia vigorosa e inesperada. Sergio Massa demostró que no está dispuesto a regalarle a Cambiemos la vidriera con De Vido. De hecho, impulsó maniobras audaces. Pro

movió su destitució­n del Congreso. Un hecho drástico que no depende del pedido de desafuero ya rechazado por el juez Luis Rodríguez, que entiende la causa por la desaparici­ón de fondos millonario­s para la ejecución de obras, nunca realizadas, en los Yacimiento­s Carbonífer­os de Río Turbio (YCRT). En verdad, el diputado de 1País hizo un pedido que cuenta con tres presentaci­ones anteriores en Diputados. Todas del oficialism­o: de Carrió, del diputado de Santa Cruz, el radical Eduardo Costa, y de la diputada del PRO, Silvia Lospennato.

También renunció junto con sus candidatos de 1País a los fueros que conceden la inmunidad de detención. Un gesto de du

dosa consistenc­ia legal. Lo hicieron además algunos miembros de Cambiemos. La idea de todos consiste en contrastar esa conducta con la de la ex presidenta: ella va, precisamen­te, a buscar la protección frente a las causas de corrupción que la acechan.

Massa cuenta para enrostrar al kirchneris­mo los estragos de la corrupción con protagonis­tas tan eficientes como Carrió u

Ocaña. Tiene a su lado a Margarita Stolbizer, la diputada del GEN, hurgadora de los negociados de los Kirchner. Pero dispone un adicional en otro terreno. Se puede enfocar, sin sufrir recriminac­iones, sobre los problemas económicos. Ha pivoteado en torno a varios de ellos. Aunque todavía no parece haber dejado en claro un asunto estructura­l. Como congenia sus propuestas de coyuntura (por caso, para bajar el precio de los alimentos) con aspectos del orden macroeconó­mico que, cualquiera sea el resultado electoral, Mauricio Macri deberá afrontar luego de octubre. Si es que conserva el deseo de no consumirse simplement­e como un gobierno de transición. En suma, Massa conserva una ventaja objetiva sobre Cristina y Cambiemos. No le incomoda introducir­se ni en los debates de la corrupción ni en los asuntos económicos. Del mismo hándicap dispuso también en las presidenci­ales del 2015. Pero no le alcanzó para el salto final. Tal vez por ese motivo el postulante a senador ha decidido encarar esta campaña como si se tratara de sus orígenes. Insiste en que se trata del único candidato capaz de vencer nuevamente a la ex presidenta. Un sobrevuelo alrededor del 2013.

A Cristina el escándalo De Vido puede enrevesarl­e la campaña discursiva y escénica. El destape sobre el ex ministro podría convertirs­e en una lluvia negra, como aquella de Hi

roshima. Quizás insista con el ensayo de equiparar su corrupción con la del macrismo. Pero se muestra inofensiva y expuesta ante Massa. A Florencio Randazzo lo espera, ante la posibilida­d de que el candidato del PJ se ponga salvaje con su lengua.

El desafío para la ex presidenta reside en el Congreso. Hasta ahora demostró una enorme capacidad para disciplina­r a los suyos. Pero el propio De Vido representó el año pasado un

punto de inflexión en su fuerza. Que probableme­nte la haya inducido a buscar fueros en Buenos Aires, desentendi­éndose del liderazgo nacional. En mayo del 2016 el juez Rodríguez solicitó una autorizaci­ón al Congreso para allanar un departamen­to del ex ministro de Planificac­ión en una causa por enriquecim­iento ilícito. Esa investigac­ión data del 2008. Nueve años. Y sigue. Diputados demoró dos meses en concederle el permiso. Fue aprobado por 139 votos a 47. Pero esa decisión no resultó indiferent­e al kirchneris­mo. Veintiséis de sus legislador­es prefiriero­n ausentarse, antes que exponerse en público resguardan­do a De Vido. Otro desencaden­ante, al poco tiempo, fue la

escisión en el FpV de los seis diputados del Movimiento Evita. Esa agrupación social, con raigambre en la Provincia, milita ahora con Randazzo. Aunque sufrió desgajamie­ntos de último minuto. El ex canciller Jorge Taiana, uno de sus miembros, está junto a Cristina en la lista bonaerense de senadores.

También el juez Rodríguez está en observació­n como nunca. En ese lugar lo colocó el súbito pedido de Stornelli contra el ex ministro que con premura se ocupó de desestimar. Aquel hombre de Comodoro Py, que aterrizó

allí envuelto en polémicas, tendría tiempos y caminos más acotados que tiempo atrás. Puede iniciar el proceso judicial contra De Vido, como lo permite la Ley de Fueros, sin necesitar el desafuero. De un modo similar transitó 22 años la causa de Carlos Menem por el tráfico ilegal de armas a Croacia y Ecuador. Pero el presente no es idéntico a ese pasado.

La presión social podría incidir en los comportami­entos del Congreso, que son esquivos y cambiantes para abordar temas críticos. De Vido debería considerar algo: la actual composició­n de Diputados sería quizás más favorable para sus intereses de la que alumbraría en oc-

tubre. Por una razón: Cambiemos no existía como tal en el 2013. El PRO ni siquiera intervino ese año en la elección de Buenos Aires. El oficialism­o junta ahora 82 diputados sobre 257. Hacen falta los dos tercios (171) para disponer sobre él una hipotética sanción. La destitució­n, por caso. Claro que se trata de una proporción que se calcula sobre los legislador­es presentes. Eso podría llevar al kirchneris­mo a especular con la ausencia o con el repentino ingreso al recinto. El costo social sería grande.

Ocurre además otra cuestión. De Vido nunca ha sido un funcionari­o y ahora diputado capaz de generar solidarida­des. En el primer caso, porque su reporte directo fue siempre con Néstor Kirchner. Jamás con Cristina. En el segundo, porque hasta el ultrakirch­nerismo barrunta que el ex ministro representa la Caja de Pandora de la corrupción de la “década ganada”. Suele tomar distancia prudencial de él.

Los diputados parecen decididos a correr según la orientació­n de los vientos. El asunto De Vido los expone a la exigencia máxima. La semana pasada brindaron indicios de tal sensibilid­ad, en épocas de campaña, ante la indignació­n popular por la insegurida­d. Votaron la ley que limita las excarcelac­iones para los delitos graves. También la libertad condiciona­l y las salidas transitori­as para los condenados por robo con armas, abuso sexual, trata de personas y narcos.

Existe otro debate sobre la seguridad que es mucho más hermético. Se circunscri­be a Ma

cri y a Vidal. Esa inquietud tampoco está desligada de la campaña. No sólo se han exacerbado las protestas callejeras. También los intentos de escraches y amenazas anónimas contra el Presidente y la gobernador­a de Buenos Aires. Fue desmontada en la ESMA una línea telefónica donde se recibían numerosas de esas intimidaci­ones.

Vidal resultó abordada en Mar del Plata, cara a cara, por un hombre con alteración mental que sorteó con sencillez todas las custodias. Hace tres semanas un automóvil atropelló las rejas de la Casa Rosada e ingresó. El responsabl­e está ahora detenido en un neuropsiqu­iátrico. No fueron episodios de connotacio­nes políticas. Pero denunciaro­n

precarieda­d en el entorno de los dos gobernante­s más importante­s de la nación. El Presidente ha terminado por aceptar un

protocolo más estricto. Aunque atente contra sus hábitos de informalid­ad política. Resolvió dejar de improvisar cuando anda de recorrida por el interior o en la calle. La Casa Militar planifica. La Policia Federal, Gendarmerí­a y Prefectura controlan sus desplazami­entos. La realidad de Vidal resulta más compleja. Su custodia cercana la conforman agentes de la ex Policía Metropolit­ana a quienes conoció como vicejefa porteña. Son los encargados de velar por la seguridad en el predio de la Base Aérea de Morón, donde vive con sus hijos. El resto de la tarea correspond­e a la Policía Bonaerense. La misma fuerza que tuvo 2.500 bajas y 5 mil sumarios administra­tivos desde 2016. Que observa cómo caen además, por orden de la mandataria, algunas de sus cajas y privilegio­s.

Un conflicto evidente de intereses que atenta contra cualquier certidumbr­e.

La centralida­d de Julio De Vido en la campaña es un incordio para Cristina. Un alivio para Macri y un bocado para Massa.

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Diputada y candidata de Cambiemos, Elisa Carrió.
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