Clarín

Cristina parece no temer que la emboquen

- Osvaldo Pepe opepe@clarin.com

A Palas-Atenea se la describe en los mitos que narran su nacimiento como saliendo a la vida, completame­nte armada, de la cabeza de Zeus, con sus rizos negros y fuertes, mientras todos los cielos y la tierra temblaban, el mar se agitaba en grandes olas y la luz del día se extinguía…Para expresar ambos lados de su carácter –terrible y poderosa, abierta, gentil y puratenía el doble nombre de Palas-Atenea. El primero como diosa de las tormentas y las batallas…y el segundo como reina en toda su gentileza y pureza.”(Definición tomada del libro “¿Quién es quién en la mitología?”, de Alexander S. Murray, escritor escocés del siglo XIX, especialis­ta en mitos griegos y romanos)

¿Cuál Cristina? ¿La de la noche en que arrasó con el 54% de los votos en 2011, se vistió de hada buena, con los rigores del luto reciente, y ensayó una magistral oratoria del embuste, con estudiados mohínes de actriz, en la que pidió entre sollozos a los argentinos “la uni

dad nacional” y que “no nos distraigan los en-

frentamien­tos inútiles”? ¿O la de la escatologí­a de una lengua filosa e insultante, de palabra confrontat­iva, con sed de venganza, que dejaron oír nuevas escuchas legales con su lacayo Parrilli, reveladas por Lanata en su programa, en las que reclama “embocar al hijo de puta” de Massa, o a “la mala, mala, hija de puta” de Stolbizer? ¿Cuál? ¿La del acto de Arsenal, en plena reconstruc­ción de su imagen o la que la noche de la reasunción se hizo colocar la banda por su hija Florencia y cuatro años después se negó a transferir los atributos de mando a Macri como correspond­e a una república.

En confianza, la que se escuchó fue su voz, no la de Fátima Florez ni la de Martín Bossi ni la de Laura Bruni, su imitadora más reciente. Fue ella misma, en el tramo final de su segundo mandato, incapaz de domesticar sus odios personales y políticos. Más Palas que Atenea, en el doble juego de una diosa política dominante. En la mitología griega ella es la diosa de la guerra, la sabiduría, la estrategia y la habilidad, muy adorada por sus fieles. Por

su carácter, ocupaba un lugar intermedio entre lo masculino y lo femenino. Sin embargo, con tantas dotes mitológica­s (mito y política son un matrimonio de siglos), pocas cosas le salen tan bien a la ex presidenta como su arte para embaucar y su talento para ficcionali

zar la realidad sin que se le mueva un pelo. Lo que hay que preguntars­e es cómo alguien con tres procesos judiciales bajo cargos gravísimos y dos indagatori­as pendientes, con un enriquecim­iento que el sentido común no resiste ni justifica, como ella, tiene el favor de segmentos importante­s de la población. Parece no temer que la “emboque” la Justicia. Para algunos constituci­onalistas, el sólo hecho de ser candidata ya le da la protección de los fueros. El Gobierno tiene dificultad para lograr un consenso que le permita avanzar en la expulsión de De Vido de Diputados. Pareciera que no lo quieren “embocar”. Lázaro Báez, acusado como ella de “asocia

ción ilícita y lavado” tuvo menos suerte. Lo “embocaron”: hace 15 meses que está preso.

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