Clarín

Por qué Cristina necesita a Massa

- nobo@clarin.com Eduardo van der Kooy

Las elecciones legislativ­as posibilita­rán varias lecturas. Aunque la elección en Buenos Aires, por supuesto, inclinará aquella interpreta­ción

hacia un lado o hacia el otro. Las diferentes lecturas podrán provocar una fuerte revulsión en la oposición mayoritari­a. Cambiemos, la coalición oficialist­a, también tendrá, en mucha menor escala, lo suyo. El PRO versus la UCR y la Coalición.

El discurso público oficialist­a empezó a hacer hincapié en la existencia de escenarios alternativ­os. Marcos Peña comenzó a instalar una idea cuyo objetivo sería proteger al Gobierno de un hipotético resultado adverso en Buenos Aires. El jefe de Gabinete afirmó que el cristinism­o representa­rá una expresión “minoritari­a” en el orden nacional. Ocurre que, en efecto, Cristina Fernández resolvió concentrar su apuesta política sólo en el principal distrito electoral. El Frente de Unidad Ciudadana, que inventó con el propósito de apartar al PJ, se presentará como tal únicamente en cinco provincias más. Sobresale por su volumen la Ciudad. Luego figuran Neuquén, Catamarca, Misiones y Chaco. En Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Formosa se mantiene viejo el Frente para la Victoria (FpV). Pero, en casi todos los casos, con el PJ desmembrad­o. El tópico formoseño posee huellas de kirchneris­mo inconfundi­ble. El regreso de las candidatur­as testimonia­les, como sucede también con algunos intendente­s del Conurbano. En este caso el testimonia­l será el propio gobernador. Gildo Insfrán se anotó como candidato a senador en tercer lugar. Una extravagan­cia: sólo se renuevan dos legislador­es de su fuerza en la Cámara alta. También un ardid: el mandatario se estaría cubriendo ante la posibilida­d de que no logre ser reelecto de nuevo en el 2019. Gobierna desde 1995. Con la renuncia de uno de los dos senadores que piensa incorporar por la mayoría al Congreso en octubre–el restante correspond­erá a la oposición-- se le abrirían las puertas de un blindaje. Obtendría los hoy controvert­idos fueros.

Siempre conviene recordar algo. Insfran posee varias denuncias en su contra. Aunque la más seria se vincula con la empresa The Old Found. Esta consultora fantasma que supieron manejar Alejandro Vandenbroe­le y Amado Boudou, el ex vicepresid­ente, se ocupó del asesoramie­nto para reestructu­rar la deuda provincial. El gobierno formoseño le pagó $ 7,5 millones –con retornos-- que nunca pudo justificar.

Observando el panorama, resulta factible especular con aquella idea de que el cristinism­o termine siendo la tercera fuerza en el orden nacional. Salvo un par (Alicia Kirchner e Infrán) ninguno de los gobernador­es del PJ avaló la maniobra de la ex presidenta de conformar otro frente. En ese caso, mirando las cifras globales, Cambiemos, aún resignando Buenos Aires, podría quedar en el primer lugar y el pejotismo en el segundo. La coalición oficialist­a se presenta en 23 de los 24 distritos. Tal conjetura, entonces, tendría asidero. Hasta cabría entre las presuncion­es de Florencio Randazzo: si llega a consumar una elección digna en la Provincia (merodeando los dos dígitos) podría instalarse con alguna ambición dentro de la liga de mandatario­s provincial­es que aspira a renovar al peronismo.

Para tener en cuenta aquel rompecabez­as resultará incluso crucial lo que ocurra en Buenos Aires. Una victoria de Cristina pondría en peligro los cimientos de aquella incipiente renovación pejotista. Porque no se vislumbran en ese espacio dirigentes de talla para discutirle la autoridad a la ex presidenta. Asoma Juan Schiaretti, en Córdoba, con una trayectori­a prolongada. Bastante más rezagado, Juan Manuel Urtubey, el gobernador de Salta.

El teatro de Buenos Aires aparece todavía con una coreografí­a incierta. Las encuestas son muy preliminar­es por tres razones. Cuatro semanas y media significan un tiempo muy largo en las preocupaci­ones del ciudadano común. Los resultados deberían, por lo tanto, tomarse con pinzas. Existe además un forcejeo entre las interpreta­ciones de los números y lo que fríamente representa­n. El discurso enfila hacia la inexistenc­ia de una polarizaci­ón. Podría ser. Aunque tampoco se verifican las opciones por tercios. Hay dos bloques con mayor densidad, los de Cambiemos y el Frente de Unidad Ciudadana. Otro que sigue con buenas posibilida­des, pero algo más abajo, liderado por Sergio Massa y Margarita Stolbizer. Al único de los tres bandos que le convendría aquella polarizaci­ón sería al Gobierno. Aunque esa estrategia de Cambiemos, en estas horas, estaría vacilando. De hecho, el macrismo ha empezado a despersoni­ficar la campaña en torno a Cristina. Le alcanza para lastimarla con la Justicia en primer plano ventilando sus causas de corrupción. También las de varios de los símbolos de la “década ganada”. La centralida­d de Julio De Vido, en ese sentido, representa un aporte incalculab­le. La discusión de los fueros gira alrede-

dor del ex ministro de Planificac­ión. El debate sobre su posible destitució­n, postergado hasta la semana que viene, es otro condimento para el plato de Cambiemos. Esas noticias sumadas a otras en idéntica dirección ayudarían a sostener la elevada imagen negativa que la ex presidenta conserva en la Provincia

y el país. La que otorga vecindad a su piso y su techo electoral.

Convertir permanente­mente a Cristina en eje del mensaje público de Cambiemos encerraría un riesgo. Que opositores al macrismo (¿por qué no franjas marginales de la izquierda?) optaran por la ex presidenta simplement­e para causarle daño a Mauricio Macri. Eso explica el matiz que el oficialism­o ha introducid­o en su campaña.

Cristina viene también produciend­o alguna metamorfos­is. La divulgació­n de varias de sus conversaci­ones con Oscar Parrilli, en las cuales condenó durante a Massa y Stolbizer, parecieron calzar bien en sus necesidade­s políticas. Tanto el diputado del FR como la diputada del GEN aprovechar­on la oportunida­d para colocar a la ex presidenta como centro de gravedad de su campaña. Ambos pelean con Cambiemos el patrimonio de la confronta

ción con la ex presidenta. Las dos fuerzas exhiben pergaminos: Massa, con la prescinden­cia macrista en Buenos Aires, enterró en el 2013 los sueños de permanenci­a kirchneris­ta; Macri sacó provecho dos años más tarde desalojand­o a Cristina de la Casa Rosada.

Massa y Stolbizer se ofrecen, entonces, a los votantes que se oponen a la ex presidenta. Pero que, además, están desencanta­dos y castigados por una economía que en un año y me-

dio el Gobierno no consiguió reanimar.

La consolidac­ión de Massa no constituir­ía una mala novedad para Cristina. Porque, objetivame­nte, dificultar­ía el crecimient­o de Cambiemos en Buenos Aires. Ese fenómeno podría desatarse sólo con una polarizaci­ón natural. Las encuestas cualitativ­as señalan, en todos los casos, la existencia de un potencial e importante flujo de votantes entre

Cambiemos y 1País. Si Massa se mantiene como una opción sustentabl­e la ex presidenta podría hacer valer el tercio alargado de votantes incondicio­nales que recluta, en especial, en el Conurbano. Suficiente, quizás, para acercarse a la victoria.

El examen consta de dos instancias. Las PASO de agosto arrimarán, tal vez, una radiografí­a electoral horizontal. La sociedad sabe bien, por obra de la clase política, que nada se juega en esa elección. Tal conciencia colectiva hasta podría afectar los niveles de asistencia a votar.

La verdad alumbrará en octubre. Nadie se atreve a pronostica­r aún, ni en el oficialism­o ni en la oposición, cómo incidirá el ensayo previo.

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Diputada Margarita Stolbizer, candidata a senadora.
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