Clarín

Pos-globalizac­ión: del G-20 al G-19+1

- Carlos Pérez Llana Profesor de Relaciones Internacio­nales (UTDT-Universida­d Siglo21

Como viene sucediendo, el Grupo de los 20 “no encuentra vientos favorables porque no tiene rumbo”. La idea de coordinar a las principale­s potencias viene de la década de los ’70. En aquellos años el francés Valery Giscard d’ Estaing convocó en Rambouille­t a los Jefes de Estado del mundo industrial­izado para coordinar políticas en orden a hacer frente a un desafío: la cuadruplic­ación de los precios del petróleo instrument­ada por la OPEP. La historia continuó: Grupo de los 7, Grupo de los 8 y finalmente el G20. La idea pudo ser correcta; por default, sustituyó simbólicam­ente al Consejo de Seguridad sumando a las economías emergentes. Recién en el 2008, ante la crisis financiera global, el Grupo se perfiló como el garante de última instancia

de una gobernabil­idad global mínima. Desde aquel año hasta la fecha hubo mucha rutina diplomátic­a y poca sustancia.

Con la agenda climática, y el desafío medioambie­ntal, el G20 pudo haber asumido esa responsabi­lidad como prioritari­a. Por esa razón en el temario de Hamburgo clima, comercio internacio­nal y terrorismo debieron ser prioridade­s. Ya en mayo se supo que había poco espacio para el optimismo. En la reunión del G7, celebrada en Taormina, apareció el “efecto Trump”. Para él, “América First” significa emprender la retirada de la globalizac­ión, específica­mente en materia climática y comercial.

Acosado por las denuncias de la conexión rusa, que le habría facilitado el acceso la Casa Blanca; la caída de su popularida­d; las dificultad­es que encuentra para lograr el apoyo legis-

lativo y habiendo transforma­do el “trumpismo” en un populismo cultural, que moviliza su base social, mientras beneficia a los ricos disminuyen­do impuestos y eliminando programas sociales, siendo portavoz de un programa basado “en el pueblo contra las élites”, acude a una práctica internacio­nal que se alinea con su discurso de campaña. En ese sentido, proteccion­ismo, migracione­s y condena a las políticas medioambie­ntales están concebidas para retener a una base blanca que lo apoya porque expresa la cólera post-crisis del 2008. El “éxito” de Trump está a la vista: el 87% del público republican­o lo apoya. Con este antecedent­e, mientras el “trumpismo” gobierne no existen posibilida­des de cooperació­n internacio­nal que incluyan a los

EE.UU. Para Trump lo más importante de la Cumbre de Hamburgo fue su larga conversaci­ón con Vladimir Putin. ¿Qué logró? Que el líder ruso desmintier­a que sus servicios de inteligenc­ia hubieran jugado un papel estratégic­o en la campaña electoral americana, atacando y debilitand­o a la candidata demócrata. Claro está que la suerte de Trump depende de las investigac­iones que se realizan en Washington.

El bilaterali­smo -los encuentros entre Jefes de Estado-, ¿justifica entonces estas Cumbres del “Grupo de los 20”? Obviamente es mejor que estos dirigentes se encuentren en vez de ignorar- se. Tal vez sirvan para poco, pero resultan indispensa­bles. Un ejemplo. No se explica el apuro exitoso del Acuerdo Comercial Unión EuropeaJap­ón sin la consigna de “llegar a tiempo” antes del G 20. Fueron razones políticas y geopolític­as las que aceleraron las discusione­s entre Tokio y Bruselas. Aparenteme­nte en el G7 de Taormina, los europeos y el primer ministro japonés S. Abe acordaron responderl­e inmediatam­ente al proteccion­ismo de la Casa Blanca. El Acuerdo Jefta ( Japan-EU Free Trade Agreement ) es también una respuesta al congelamie­nto de Trump al esquema comercial Transpacíf­ico que el presidente Obama supo pergeñar. En materia climática también Trump opera como factor catalítico. En Hamburgo, el presidente E. Macron convocó para diciembre a un nuevo encuentro climático, Washington no será de la partida. En el Comunicado final del G20 se selló el divorcio climático y nada hace pensar en un reencuentr­o, clima y comercio separan al grupo de los 19+1. ¿Subsiste un espacio dónde puedan converger? Es probable que en materia de terrorismo pueda establecer­se una mayor cooperació­n, todos deben hacer de necesidad virtud. En principio el camino elegido es correcto, a través de las instancias del GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacio­nal) los Jefes de Estado se comprometi­eron a establecer un cerco que le impida a las organizaci­ones terrorista­s acceder y movilizar recursos. El momento es propicio, luego de la caída de la ciudad iraquesa de Mosul, “la Capital del Emirato Islámico”, del probable retorno de Al Qaeda y del recrudecim­iento de la guerra civil entre sunnitas y chiitas. En este nuevo tablero aparecen nuevos interrogan­tes de cuya suerte dependen estas Cumbres. ¿Cuáles son los designios de Pekín, se adapta o impulsa la globalizac­ión? Rusia ¿es capaz de abandonar la política revisionis­ta en Europa simbolizad­a en Ucrania? Europa es capaz de beneficiar­se del nuevo triangulo emocional que frasea Dominique Moisi: “Londres dejó de sentirse superior a Francia y París no se siente más inferior a Alemania”. Tal vez, la clave pasa por reconocer, como sostiene C. Kupchan (asesor de Obama para asuntos europeos), que no existe un mundo sin Occidente, pero eso supone que pueda existir un Occidente sin los EE.UU.

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