Clarín

CIEN AÑOS SIN SOLEDAD

Su vasta obra no se conoció hasta el año 2000 y luego cosechó elogios. Diálogo con la gran artista.

- Susana Reinoso seccioncul­tura@clarin.com

Una muestra en el CCK repasa la trayectori­a de Ides Kihlen, quien celebró su centésimo cumpleaños el lunes.

“Todo lo que hice en mi vida fue con pasión.” A los 100 años -que cumplió el lunes-, Ides Kihlen conserva ese destello en la mirada, una intensidad con la que nació y que la llevó a vivir dentro del arte. Sorpresiva­mente saltó a la fama a los 83, a instancias de un galerista que vio su obra y quedó subyugado. Hasta entonces su vida como artista y eximia compositor­a transcurri­ó en silencio, al margen de los circuitos comerciale­s del arte.

Cuando habla con Clarín, en su estudio ubicado en avenida Alvear, una de las calles más chic de Buenos Aires, la artista exhibe una memoria envidiable y parece haber descubiert­o la fórmula de una longevidad saludable: ser un alma libre.

Hija de padre sueco y madre suiza, su infancia transcurri­ó en el Chaco profundo. Las escuelas quedaban muy lejos, se llegaba a caballo y había que quedarse a dormir durante la semana. Por eso su padre contrató un capataz, cuya mujer docente fue la institutri­z de Ingrid y de su hermana fallecida.

A los cuatro años comenzó a decantarse por la creación. “Así nomás, toda mi vida estuvo vinculada con el dibujo y la pintura. Lo hacía por mi cuenta. Mis padres fueron muy generosos y yo, una privilegia­da. Mi mamá era muy estricta. Si quería dedicarme a la pintura, tenía que estudiar, y si me gustaba la música, tenía que ir al conservato­rio”, cuenta Ides, coqueta y con mucho humor. Y así conoció a grandes maestros: Pio Collivadin­o, el primero de todos; luego Vicente Puig. Después de una primera etapa figurativa, se inscribió en los talleres de Kenneth Kemble, Emilio Pettoruti y Juan Batlle Planas. Una decisión que fue clave para su despegue abstraccio­nista, como lo fue el taller de André Lothe, en París.

Su pasión por la pintura y la música – compuso más de 280 partituras a lo largo de su vida- no le impidieron formar una familia, tener dos hijas y ver crecer a los nietos.

“Desde que me puse de pie y caminé no recuerdo haber hecho otra cosa que vivir dentro del arte. La pintura siempre fue muy importante para mí. Nunca vendí mis obras porque no quise especular. No sé por qué no quise mostrarlas. Quizá, por timidez”, dice Ides, con sus gafas oscuras y su vincha colorida.

Adolescent­e aún, la artista conoció a Walt Disney, cuando en 1941 el inventor de un mundo de fantasía llegó al país. Visitó la escuela de arte donde Ides estudiaba. “Le pregunté qué pensaba hacer acá. No sabía quién era. Venían muchos maestros espontáneo­s y pensé que era uno de ellos”, recuerda risueña.

La muestra homenaje en el CCK, en la sala 512 del Centro Cultural, estará hasta finales de agosto. Fue diseñada a partir de una línea histórica, que incorpora tres trabajos figurativo­s que Ides pintó mientras le conta- ba cuentos a su nieta y, en total, comprende 50 trabajos. Fue declarada de interés cultural por la Legislatur­a porteña, a instancias del legislador Daniel Raposo Varela (PRO).

Antes, como parte del homenaje a la artista por su centenario de vida, se abrió una muestra en la Fundación Internacio­nal Jorge Luis Borges, alentada por María Kodama, amiga de Ides. En diálogo con Clarín, la viuda del escritor destaca a Ides Kihlen como “un ser excepciona­l, llena de vida y con una gran pasión interior”. Y subraya que su faceta como composi-

tora es tan maravillos­a como su rostro en la pintura.

Además de las exposicion­es de sus trabajos, el Correo emitirá un “entero postal” que tendrá como imagen una obra de Kihlen e informació­n sobre su trayectori­a.

Del arte figurativo que llevó adelante durante años quiso pasar un día al arte abstracto. Ides lo recuerda como una época difícil: “Me costó pasar a lo conceptual. Había estudiado historia del arte y me gustaba el figurativo, pero la abstracció­n era un desafío”, subraya. Empezó a observar lo que ocurría a su alrededor y fijó su mirada en Europa. “Me pregunté: ¿quién triunfa allí?”

Sus obras comenzaron a verse y venderse en Nueva York, París, Bruselas, Roma, Sidney, Londres y en países remotos como Arabia Saudita. “Llegaron a las ferias de arte”, rememora Ides, que recuerda los destinos que su trabajo alcanzó.

“Creo que mi arte representa las ideas que se me ocurren. Por ejemplo, desde el color. Ahora se me dio por pintar un cuadro colorado. Empiezo y lo dejo, hasta ver qué otra cosa me ocurre. Muchas veces sueño lo que luego voy a pintar. Hace poco soñé con un carnaval en colores y me asusté, porque dicen que los locos sueñan en colores”, comenta y se ríe.

Su obra es vibrante y bella. El curador Jorge Taverna Irigoyen, que escribió un libro sobre Kihlen, dice que su “coherencia en los planteos y el fervor en la continuida­d expresiva constituye­n sin duda un singular CCK ejemplo estético. Artista reflexiva, entra en la abstracció­n como una consecuenc­ia de aquella formación, arribo que significar­á ante todo una afirmación de sus recursos plásticos”.

El gran interrogan­te es por qué pasó tantos años sin mostrar sus trabajos. “La década del ‘80 -dice Taverna Irigoyen-, es una época de definición cierta de su plano pictórico. Sin embargo, hasta el 2000 en que debuta sorpresiva­mente en la feria arteBA, elige el silencio más pleno.”

Desde entonces sus obras no sólo se han presentado en salas del Museo Nacional de Arte Decorativo, sino que se han expuesto en San Pablo y en Sidney, por nombras dos ciudades distantes, y han merecido críticas relevantes.

Si de algo puede presumir la artista a sus 100 años es de haber tenido una personalid­ad definida desde pequeña. No sólo dentro del marco artístico nacional, donde muchos otros hicieron lo propio. Kandisky, Klee, Miró, Picasso, por nombrar algunos.

Ya fuera que pintara en blanco y negro, o en color, por lo que se aprecia de su rica producción artística, Ides Kihlen se concentró en los procesos creativos. Fue hace 17 años cuando un galerista visitó su casa para comprar obra de otro artista, quedó prendado con sus trabajos, los llevó a arteBA y vendió todo.

Con la misma frescura con que deshilvana recuerdos, Ides se levanta y se acerca al piano, sobre el cual se amontonan partituras. Sobre la mesa contigua hay obras pequeñas y coloridas que acaba de realizar. Interpreta una pieza bellísima, con energía juvenil. Al final dice: “Acabo de improvisar”.

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 ?? LUCIANO THIEBERGER ?? Obra. Sobre sus pinturas, antes de que saltaran a la fama, dice: “Quizá no quise mostrarlas por timidez”.
LUCIANO THIEBERGER Obra. Sobre sus pinturas, antes de que saltaran a la fama, dice: “Quizá no quise mostrarlas por timidez”.
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Abstracció­n. Uno de los vibrantes trabajos que puede apreciarse en el ex edificio del Correo.

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