Clarín

La “estrella” que pegó el salto

Después de su papel como novia de Puccio en “Historia de un clan”, le llegó su primer protagónic­o con “Las Estrellas” (El Trece). Compone a la menor de cinco hermanas, que se presentó como una prostituta VIP.

- Diego Jemio Especial para Clarín

“Mamá, vos no sabés lo que es sufrir. Si no lo querés decir vos, lo digo yo: soy una puta”, grita Miranda en uno de los primeros capítulos de Las Estrellas (a las 21.30, por El Trece). Y su madre (Patricia Viggiano) le contesta con una cachetazo. Fin de la escena. Miranda, la que sabe sufrir en la ficción de Pol-ka, es Justina Bustos, en su primer protagónic­o en un programa de televisión (la comedia dramática está encabezada por Celeste Cid, Marcela Kloosterbo­er, Natalie Pérez, Violeta Urtizberea y ella).

A los 28 años, la cordobesa tiene un historial de un puñado de películas ( Voley y Migas de pan, entre otras) y programas, además de una carrera inconclusa de arte y diseño de indumentar­ia. Su cara comenzó a ser bastante conocida cuando interpretó a Mónica Sörvick, la novia de Alejandro Puccio (el “Chino” Darín), en el unitario Historia de un clan (que emitió Telefe en 2015). En los medios, comienzan a reproducir­se las notas con la imagen sexy de la rubia de cuerpo moldeado por años de ballet. “La chica del momento”, titulan algunos. “It girl”, otros, por la afición a la moda y las fotos en su cuenta en Instagram (230 mil seguidores). La revelación del año, puede agregarse. En la tira de El Trece, sobre cinco hermanas que heredan de prepo un hotel boutique, Bustos compone a una chica que, al principio de la historia, llevaba una doble vida de estudiante de medicina y escort, una suerte de prostituta VIP. Un personaje que comenzó con una gran oscuridad y hermetismo, pero que va buscando las zonas de disfrute de una chica de 20.

La actriz cuenta cómo es su primera experienci­a en una tira en la que puede grabar hasta 12 escenas diarias, cómo vienen los proyectos paralelos en el teatro y en el cine, y cómo se toma los titulares de los diarios ahora que le llegó la popularida­d con esta historia de las hermanas Estrella, hijas de un mismo padre, pero de tres madres. -“Las Estrellas” iba a ser un unitario, pero finalmente decidieron llevarlo a tira. Y se convirtió en tu primer protagónic­o. ¿En qué momento de tu carrera sentís que te llega? -La verdad es que venía haciendo cine y unitarios, quizá por otros caminos de la actuación. Hasta que me llegó esta propuesta, que en un principio era un unitario. Fue una sorpresa cuando eso pasó porque tuve que tomar otra decisión. Me preguntaro­n y dije que sí. Es una experienci­a muy distinta a las que había tenido. Estoy aprendiend­o de todos y estoy muy contenta por los resultados que estamos teniendo. -Te tocó un personaje más oscuro que el de las otras protagonis­tas. Es una prostituta de lujo, con una gran coraza por las cosas que le pasaron. ¿Qué es lo que más te atrajo de Miranda cuando leíste el libro? -Cuando empecé a leer los guiones, antes que meterme con el persona--

No leo los títulos. Me fijo en las notas. Los títulos muchas veces exageran las cosas. Lo interesant­e está en lo que decís y no en lo que una persona pone de vos”. Las del verano pasado fueron mis primeras vacaciones con una certeza: iba a tener trabajo al volver. Estaré en el programa, por lo menos, hasta noviembre”.

je, me llamó la atención algo: las edades de las hermanas, que van de los 23 hasta los 30 y pico de años. Eso me pareció un buen punto y algo que no se muestra mucho en las novelas de la televisión. De Miranda, especialme­nte, me pareció interesant­e su doble vida. Estudia medicina, pero también se dedica a ser escort como trabajo (algo que ha abandonado en los últimos capítulos). Es un desafío interpreta­rla. -En una de las escenas, le decís al personaje de tu mamá: “Vos no sabés lo que es sufrir”. En “Historia de un clan” y en la película “Migas de pan” tus personajes están más cercanos al dolor. ¿Te sentís mejor en esos roles? -En el caso de Miranda, al principio, ella no sabe por qué lo hace. Como sucede en toda novela, las cosas van cambiando y se irá viendo qué pasa con cada personaje. Miranda tiene una gama de grises. Y, en los primeros capítulos, me permitió compartir muchas escenas con Rafael Ferro. Fue un placer para mí y también un gran desafío. Muchas veces, en este oficio, uno no puede elegir mucho. En Migas de pan fue increíble compartir el set con una actriz como Cecilia Roth. Mi personaje ahí es una mujer fuerte, obstinada y valiente. Pese a todo lo que le pasa, tiene la felicidad bien presente. Nunca perdió las ganas ni la fe. Está bueno mostrar esos personajes. -¿Por qué decís que no se puede elegir mucho? Vos estás teniendo continuida­d en el trabajo... -Sí, podés elegir. Me refiero a que la inestabili­dad es parte de la vida del artista. Son rachas porque no trabajamos en una oficina, en la que ya sabés cómo serán las cosas. Las del verano pasado fueron mis primeras vacaciones con una certeza: iba a tener trabajo al volver. Estaré en el programa, por lo menos, hasta noviembre. En años anteriores, hacía una película durante un mes o dos y después tenía que ver adónde me llevaba la vida. En esos momentos sin trabajo intentaba generarme un proyecto propio o usar el tiempo para tomar clases de teatro, tap y baile. Son momentos para cultivar, ¿no? Ahora, por ejemplo, no puedo hacer eso y lo extraño. -¿Cómo te llevás con el ritmo de grabacione­s? Es un gran entrenamie­nto, pero también algo agotador. -Es un ritmo bastante demandante (hace un soplido, como señal de cansancio), pero también te da muchísimo training. Adquirís una gran rapidez a la hora de saber qué es lo que importa y qué no. El fracaso siempre está ahí. Y, si no sale bien, tenés otra escenas para reivindica­rte. Hay días en los que llegamos a grabar 12 escenas. No todas van a salir bien. Trato de pasarla lo mejor posible y entender que es un trabajo en equipo. -Leí que te postulaste para interpreta­r a Robledo Puch en la película de Luis Ortega. ¿Qué te atrae tanto del personaje? -Lo hará el hijo de Rafael Ferro (Lorenzo Ferro). Cuando estábamos grabando Historia de un clan, una asistente le dijo a Luis Ortega: “Justina podría hacer a Puch”. Él tiene una cosa afeminada y pensé que fí- sicamente podía dar para interpreta­rlo. Se me prendió la lamparita y le pedí a Luis que me avisara cuando hiciera el casting. Cuando se me pone algo en la cabeza, trato de lograrlo... Hago de todo para eso. Está buena la obstinació­n. Bueno, ahora que lo pienso, depende para qué (se ríe). Leí el libro de Puch, llamé a la maquillado­ra y me caracteric­é como él. Le mandé la foto a Luis, quien después me confesó que llegó a pensarlo. Estuve cerca, pero quedé contenta porque el papel es del hijo de Rafael. Él ya tiene el physique du rôle para hacerlo. Del personaje me gusta todo: la oscuridad y la luz increíble que tiene. Su apariencia no tiene nada que ver con lo que lleva adentro. Es un drama tremendo, pero le permite al actor jugar con gran libertad. Eso me atrae muchísimo. -¿Luis Ortega fue alguien clave en tu carrera? -Fue un gran puntapié. Es alguien a quien respeto muchísimo y deseo volver a trabajar con él. Me encanta su mundo, que siempre tiene cosas interesant­es para contar. El siempre modifica los guiones y pone mucho de su impronta en lo que hace. Se compromete desde un lado visceral. -¿Vos escribís? ¿Te gustaría producir tus espectácul­os? -No escribo teatro. En realidad, hice las escenas de Los Ortúzar (ver Un año repartido entre...). Me gusta mucho leer a mujeres: Virginia Woolf, Silvina Ocampo y Simone de Beauvoir. De ella estoy leyendo ahora La invitada. Me cuesta porque llego cansada de las grabacione­s. Más adelante, me gustaría dirigir algo como un corto. Ahora estoy filmando bastantes cosas. Llevo la cámara a todos lados y filmo lo que me interesa. Después veré qué surge. -Quizá una serie web... -No, porque no tiene el formato de capítulos. Registro a Cala Zavaleta, una actriz amiga, y a la fotógrafa Florencia Montefalco­ne. Es algo muy experiment­al, con nuestras charlas y lo que va pasando. Lo hago de manera muy inconscien­te, sin prestarle demasiada atención. Es un experiment­o, un juego. -¿Qué lugar ocupa la moda en tu vida? Hay mucho registro en tu cuenta de Instagram. -Estudié diseño de indumentar­ia, una carrera que me encantó pero que dejé. Me gusta la moda como medio de expresión. Es un arte muy lindo. Cuando tengo ganas, me visto muy bien y le doy importanci­a; a veces vengo acá (Pol-ka) de jeans y buzo. No soy una consumista ni voy de shopping. Me considero una observador­a de las tendencias. A través de Instragram ves muchas cosas. Pero me compro poca ropa y sólo cuando voy de viaje. -Justina Bustos, la chica del momento. ¿Qué te pasa cuando los diarios y portales dicen esas cosas? Te da visibilida­d, pero puede dar sensación de algo efímero... -No leo los títulos. Me fijo en las notas. Los títulos muchas veces exageran las cosas. Lo interesant­e está en lo que decís y no en lo que una persona pone de vos. No sé, vos sabrás más que yo de esas cosas. Igual, es algo que recibo bien, con una sonrisa y no mucho más.

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GERARDO DELL’ORO La chica que quería ser Robledo Puch. Bustos fue al casting para el filme y no quedó.

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