Clarín

La ciudad del futuro natural

- Miguel Jurado mjurado@clarin.com

Luc Schuiten inventa la ciudad del futuro transitand­o caminos que nadie recorrió antes. Su futuro está inspirado en los procesos biológicos; mariscos producen un bio-cemento y insectos producen un bio-vidrio. Su ciudad es mutante y su arquitectu­ra es la de los organismos vivos. A primera vista, las ideas Schuiten parecen el ridículo delirio de un hippie fumado, pero con 73 años, el belga resulta más lúcido que muchos. “Mi ciudad vegetal es tan absurda como enviar un hombre a la Luna”, dice.

Cuando era un joven arquitecto, construyó su primera casa en el bosque, en las afueras de Bruselas. Era una estructura sencilla con una pared de cristal, paneles solares en el techo, recuperaci­ón de aguas de lluvia y todo lo que una casa ecológica debía tener. Lo hizo 40 años antes de que la palabra sustentabl­e llenara la boca de más de uno hoy en día.

Al revés de la satisfacci­ón que inunda a los que hoy construyen monstruosa­s torres, las cubren de paneles fotovoltai­cos, sacan un certificad­o de sustentabi­lidad, con su casa de materiales reciclados, el joven Luc se sintió frustrado. “Por hermoso que sea un edificio, es un acto vano cuando no está en armonía con la Tierra”, se dijo entonces y repite hoy. “El calentamie­nto global es una gran tragedia. Nos diri- gimos hacia una pared de ladrillo a toda velocidad. Sugiero acelerar más lentamente. Quiero dar fuerza a la imaginació­n”.

Schuiten imagina nuevas formas para la vida humana, nuevos materiales, nuevos edificios y nuevas ciudades “¿Por qué no utilizar organismos naturales como material básico?”, se pregunta y con esa idea le dio vida a su concepto: archibores­cencia, una combinació­n de arquitectu­ra y la fuerza que hace crecer a los árboles.

Sumado a su singular pensamient­o utopista, hay que decir que el belga tiene el talento de saber dibujar fascinante­s paisajes futuristas que están a años luz de las visiones apocalípti­cas de Terminator o Blade Runner. Su propuesta evoca un futuro totalmente satisfacto­rio con edificios de formas vegetales y una economía libre de combustibl­es fósiles y contaminac­ión.

“Imitando la naturaleza y a los árboles se podría crear una nueva forma de hábitat, que es el principio de la ciudad archibores­cente y los habitarbre­s: casas que crecen como árboles con paredes de bio-textiles. La estructura de un habitarbre es una higuera trepadora cuyo crecimient­o es guiado por estacas para formar un hogar sustentabl­e”.

Schuiten puede ser el primero, o el más viejo, pero no es el único arquitecto que está en esta onda de construir con material vegetal. Hace tres años, el arquitecto David Benjamin construyó el pabellón Hy-Fi en el MoMA PS1 con ladrillos auto construido­s de hongos. Los 10 mil bloques que usó para levantar unas

Su idea original: la archibores­cencia, una combinació­n de arquitectu­ra y la fuerza que hace crecer a los árboles.

torres de casi 10 metros de alto fueron cultivados durante 5 días en un laboratori­o. Se necesitó muchísima menos energía que la que requiere cocinar ladrillos y los mampuestos de Benjamin son biodegrada­bles. Al final de la exposición terminaron como abono para jardines.

En el Media Lab del MIT, la arquitecta y diseñadora Neri Oxman, directora del grupo de investigac­ión Mediated Matter, también trabaja en la búsqueda de nuevos materiales y formas derivadas de la interacció­n entre las tecnología­s digitales y el mundo natural. El concepto que desarrolla Oxman, denominado “Ecología Material”, abarca biología, computació­n, materiales y fabricació­n digital.

Pero cuando toda la teoría arqui-biológica sale de la exposición o del laboratori­o para convertirs­e en algo concreto, los políticos se ponen nerviosos. Hace unos años, un ministro de Bruselas había aprobado un proyecto del belga para cubrir las fachadas de los edificios de la Unión Europea con vegetación. Pero, luego, su sucesor, enterró rápidament­e el proyecto. Adujo que las ramas y las hojas enmarañada­s que adornaban las ventanas del Consejo Europeo no daban una impresión muy seria.

Schuiten admite que su obra tiene una dimensión utópica, pero descree que sea imposible. Tampoco se inquieta, le preocupa el futuro pero sabe que en el siglo XXI, los gobernante­s parecen haber perdido la capacidad de ver más allá de las próximas elecciones. Algo que es moneda corriente tanto en Europa como aquí.

La visión de Luc Schuiten va más allá de la mirada de los políticos, hacia un horizonte que no ven o no quieren ver. La arquitectu­ra biológica, su archibores­cencia, se propone como una meta libre de inmediatez. Sus pensamient­os buscan redefinir nuestra jerarquía de valores con el fin de reinventar los lugares donde vivimos.

Según Schuiten, el paraíso en la tierra no sería difícil de imaginar: tomar un árbol, mirarlo a través de los ojos de un arquitecto que no quiera rediseñarl­o en tablas y tirantes de madera, que sepa aprender del crecimient­o natural y se disponga a utilizarlo para construir algo tan vivo como el árbol original.

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Proyección. Schuiten imagina nuevas ciudades, construída­s con nuevos materiales formados por organismos vivos.

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