Clarín

Vacaciones en Camboya y el rock de la chic Corea

- José Bellas jbellas@clarin.com

Por negarse a escribir un tema en honor a su presidente, Shin Joong Hyun fue perseguido, encarcelad­o y torturado.

Olvidémono­s de Kim-Jong , el joven que lidera Corea del norte con el rigor de un dictador y el capricho de un malcriado. Corea, la del sur, la occidental, siempre tuvo algún lazo sentimenta­l con Argentina. Aún antes de convertirs­e en una potencia digital, de todas esas peliculaza­s que van desde Oldboy hasta La red, de esa barbacoa que mata mil (hígados) y de su propia fábrica de estrellas exportable­s con el K-Pop, existieron pruebas de cierto ida y vuelta emotivo, más allá de las patadas con que los defensores de su selección de fútbol templaron las piernas de Maradona en la fecha inicial del camino al campeonato mundial, en el ‘86.

Si hiciste la primaria en algún colegio argentino en los ‘70 y ‘80 y veías Titanes en el Ring, la evidencia era doble: lo más probable es que tuvieras un/a compañero/a de grado de aquel origen y que vieras en acción a “El coreano Sun”, uno de los malos de la troupe (hay que decirlo), cuya canción correspond­iente describía su accionar de una forma un tanto wachiturra: “Es muy pillo el coreano Sun/ tiene malas artes pero así le va”. Y en el caso de quien suscribe, un compañero llamado Sung Bok Lee (o Sumbo, a secas) terminó siendo uno de sus mejores amigos de la infancia.

El dictatoria­l Park Chung-hee era el presidente dela Corea occidental cuando la familia de mi amigo arribó a Buenos Aires y también en los días de oro de la estrella rockera pionera del rock de aquel país, Shin Joong Hyun. Ante todo un guitarrist­a destacado y fluído, Shin nunca dejó de cantar en su idioma, por más que buena parte de sus primeros años los haya pasado tocando y aprendiend­o yeites en las bases norteameri­canas asentadas en su país después de la guerra que tuvo lugar entre 1950 y 1953.

Su estilo mutó hacia la zona ácida de sus favoritos de época (bandas hippies como Jefferson Airplane y Quicksilve­r Messenger Service) filtrándol­o por un estilo depurado, orquestal, pulcro. Era el referente, y al notar su influencia en la juventud, en 1972 el inseguro opresor Park Chung-hee le mandó a pedir que hiciera un tema en su honor. Negativo. Ante el quinto “no”, prefirió entregar una extensa composició­n inspirada en las bellezas naturales de su país, una evocación etérea que prescindía de nombrar

gobernante­s y cualquier forma humana. Lo tituló de una manera que, con el tiempo, el mercado anglo traduciría como Beautiful Rivers and

Mountains (Hermosos ríos y montañas) y consiguió tres cosas: una hermosa pieza musical, persecució­n de su propio gobierno y desempleo. Hacia 1975 fue encarcelad­o y torturado por tenencia de un par de porros y deambuló por prisiones e institucio­nes de salud mental. Pero no lo quebraron y aún vive. Después de décadas de oscuridad, su música ya tiene un puente occidental y jovencísim­os admiradore­s de origen coreano rindieron tributo a su pieza más famosa en el Berklee College of Music.

Aquel es casi un cuento de hadas comparado con la historia que cuenta Don’t Think I’ve

Forgotten: Cambodia’s Lost Rock and Roll, documental de John Pirozzi (2014). El recorrido tiene su prehistori­a en el viaje de un turista yanqui (Paul Wheeler) por Camboya, donde el chofer de un ómnibus lo hechiza con casetes de toda una escena de rock & pop local y le explica que todos esos músicos fueron asesinados luego del ascenso del Khmer Rouge liderado por el sangriento Pol Pot, en 1975. Digamos: montones de artistas y dos millones de seres humanos más.

Wheeler propulsó una serie de compilados como Dengue Fever y Cambodian Space Project cuyo objetivo central fue preservar el legado cultural de la escena previa a la llegada del comunismo. El documental, centrado en resguardar ese sonido infeccioso y simpático, además de las historias de algunos sobrevivie­ntes (“Tuve que decir que vendía bananas y esperar que me creyeran”, recuerda hoy una veterana ex estrella) no deja de ser otra muestra más de lo extensivo y cruel de todo fanatismo.

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