Clarín

El Lava Jato alcanzó a Lula

- Ricardo Kirschbaum rkirschbau­m@clarin.com

Asólo cuatro años de que la Policía Federal de Curitiba, la capital del Estado brasileño de Paraná, del que nos separan las Cataratas y el río Iguazú, descubrier­a el lavado de dinero dentro de la compleja trama de corrupción del Lava Jato, el ex presidente Lula acaba de ser condenado a nueve años y seis meses de cárcel. La sentencia lleva la firma del juez Sergio Moro, que investiga esta compleja trama de política y coimas.

Así, de Brasil nos separan además de los límites geográfico­s, los límites que la Justicia de ese país le pone a la corrupción, por tamaño de la pena y por tiempo. Si la pena es novedad para nosotros, los cargos no lo son: lavado de dinero y corrupción pasiva. Para el juez Moro, Lula recibió un triplex de 215 metros del grupo internacio­nal OAS, que actúa en más de 20 países en construcci­ón, agro y energía. Lula lo ha negado.

OAS es otro conglomera­do empresario gigante, como Odebrecht, y también JSB, el de los frigorífic­os. Eran grupos importante­s antes de que Lula da Silva llegara al gobierno en 2003, pero crecieron exponencia­lmente desde entonces.

Los principale­s dueños o directivos están presos y las empresas, con multas tan gigantes como ellas. El resonante fallo de condena contra Lula cae en momentos en que el actual presidente Temer pelea por sostenerse en el cargo del que fuera desplazada Dilma Roussef y trata de imponer fuertes reformas económicas para intentar sacar a Brasil de la severa contracció­n en que está desde mediados de 2014.

El ex presidente Lula y su entonces ministra de Energía Rousseff, que luego lo sucedió en el Palacio del Planalto, crearon un programa de obras para estimular el empleo que, muy sintéticam­ente, giró en torno a Petro- bras. La petrolera, luego se reveló, había adjudicado estas obras contra coimas que luego se “blanqueaba­n” a través de hoteles, lavandería­s y estaciones de servicio, y se repartiero­n entre políticos del gobierno y de partidos afines. La plata lavada era transferid­a luego al exterior a través de empresas fantasmas. La- va Jato puede ser traducido libremente como “lavado rápido”.

La decisión y profundida­d de las actuacione­s judiciales llevó a la cárcel a muchos empresario­s de primer nivel, así como a políticos. La “delación premiada” abrió una brecha en la complicida­d y así se fue conociendo el

sistema de corrupción. Marcelo Odebrecht, el dueño de la empresa constructo­ra, está preso por una condena inicial de 19 años. La nómina de los coimeados se comenzó a conocer y el capítulo argentino todavía no ha comenza

do. Jueces y fiscales están en Washington interioriz­ándose, mediante un convenio de confidenci­alidad, de esos nombres.

La acusación contra Lula por la dádiva del departamen­to en Guarujá le fijó un precio de

más de un millón de dólares. Lula apelará en libertad y seguirá postulándo­se para las presidenci­ales de octubre de 2018. Si pierde la apelación, no podrá candidatea­rse. Hoy está favorito en los sondeos, pero son tempranos y es difícil que la sanción no tenga repercusio­nes.

Lo ayuda que el presidente Temer esté a su vez en la cuerda floja, también acusado de corrupción, epidemia en la política con epicentro interno en Petrobras. Kissinger dijo una vez que cuando Brasil estornudab­a, la región se resfriaba. Hoy son más que estornudos. Con contadas excepcione­s la región hace rato que está más que resfriada de corrupción. Pero en esto Brasil está haciendo punta.

Lula sigue postulándo­se para las elección de 2018. Si la pena es ratificada, no podrá presentars­e

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