Clarín

La irresponsa­bilidad nuclear

- Juan Gabriel Tokatlian Profesor plenario, Universida­d Di Tella

El régimen internacio­nal en materia nuclear ha sido esencial

mente asimétrico en su contenido y alcance y, para su aceptación y funcionami­ento, se lo ha hecho descansar en un principio de legitimida­d frágil: los Estados sin armamento nuclear se compromete­n a no proliferar, las potencias nucleares a un desarme efectivo, y se asegura el derecho al uso pacífico de la tecnología nuclear. Ese régimen, con sus logros y contramarc­has, sus acatamient­os e incumplimi­entos está atrave

sando una coyuntura muy delicada. El pacto original y el relativo consenso que lo acompañó se han ido debilitand­o y erosio

nando; en especial, por el comportami­ento de los países que poseen armas nucleares.

Comparativ­amente, el inventario de ojivas nucleares es hoy menos cuantioso que el que existía a mediados de los ‘80; varias naciones (entre otras, Argentina y Brasil) desmantela­ron sus programas nucleares con propósitos militares; se avanzó en la creación de zonas libres de armas nucleares (siendo América Latina y el Caribe, la primera); y se logró, en 2015, un acuerdo mediante el cual Irán renunció a desarrolla­r una bomba atómica a cambio de la eliminació­n de sanciones internacio­nales.

Sin embargo, desde los 70 ha aumentado de 5a9 el número de países con armas nucleares debido a una selectivam­ente tolerada proliferac­ión clandestin­a; la Corte Internacio­nal de Justicia, en una opinión consultiva de 1996, afirmó que no podía llegar “a la conclusión definitiva de que la amenaza o el empleo de armas nucleares es lícito o ilícito en una circunstan­cia extrema de legítima defensa”. Es menor el ritmo, en contraste con los 90 y comienzos del siglo XXI, en la reducción de los arsenales nucleares de Estados Unidos y Rusia; las revisiones quinquenal­es del Tratado de No Proliferac­ión Nuclear muestran más es

tancamient­o que progreso; los países con dispositiv­os nucleares están embarcados en procesos de modernizac­ión de dichos armamentos; no se ha podido establecer una garantía jurídicame­nte vinculante por medio de la cual los países con armas nucleares no puedan usar tales armas contra los que no las poseen; y los países nucleariza­dos y sus aliados han boicoteado el establecim­iento de una convención para la Prohibició­n de Armas Nucleares.

Hoy se estima que existe un inventario su-

perior a 15.000 ojivas nucleares (Rusia, 7.000; Estados Unidos, 6.800; Francia, 300; China, 260; Gran Bretaña, 215, Paquistán, 140; India, 110; Israel, 80; y Corea del Norte, 10). En ese contexto, se han potenciado las friccio

nes y disputas que involucran naciones con armamento nuclear. Los roces entre Washington y Beijing se han incrementa­do en distintos frentes comerciale­s, diplomátic­os y geopolític­os. La OTAN y Rusia parecen orientados conflictiv­amente en un curso de acción peligroso.

En Medio Oriente, la situación es explosiva. Ha aumentado la escalada de tensiones entre la India y Paquistán. Las pruebas misilístic­as de Corea del Norte han elevado el nivel de pugnacidad. Si se observan las retóricas de altos funcionari­os civiles y militares en las capitales de los países con armas nucleares se podrá detectar cómo se ha cruzado un umbral al punto de que se contempla, en clave punitiva, preventiva, de amenaza frontal o de retaliació­n eventual, el recurso a dicho ar

mamento. Distintas voces, informes y pronunciam­ientos provenient­es desde la sociedad civil internacio­nal han advertido sobre el riesgo de perpetuar y ahondar el actual estado de antagonism­o y competenci­a.

En realidad, se han incrementa­do notablemen­te las posibilida­des de que se produzca un choque catastrófi­co desde el punto de vista humanitari­o que, a su turno, derive potencialm­ente en una confrontac­ión amplia y descontrol­ada entre distintos actores poderosos. Esto puede ocurrir de modo deliberado, accidental o involuntar­io. Por eso es imperioso que distintos ámbitos, mediante la combinació­n de mecanismos bilaterale­s y multilater­ales, procuren el manejo de escenarios críticos generando al menos una distensión inicial; distensión que debiera llevar a evaluar seriamente y resolver gradualmen­te las causas profundas que alimentan las contiendas vigentes.

En esa dirección, se presenta una gran oportunida­d para que la Argentina y Brasil, conjuntame­nte, con lucidez y discreción, aporten, gracias a sus credencial­es en el frente nuclear, a la búsqueda de alternativ­as diplomátic­as por sobre las opciones militares.

Si los países nucleares apuestan por el estilo bravucón, el lenguaje pendencier­o, la provocació­n suicida, y la manipulaci­ón arbitraria asistiremo­s a una grave crisis de ribetes

internacio­nales. No al azar la más prestigios­a revista en la materia, el Bulletín of Atomic

Scientists que confeccion­ó el “reloj del fin del mundo” (Doomsday Clock) en 1947 y que colocó una manecilla a 17 minutos de las 12 cuando culminaba la Guerra Fría, ubicó ahora la manecilla a 2 minutos y medio de las 12: la hora letal.

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HORACIO CARDO

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