Ortigoza, de la despedida emotiva a la foto peligrosa con Rafa Di Zeo
El 20 de junio, en el Nuevo Gasómetro, se despidió Néstor Ortigoza de los hinchas de San Lorenzo saludando emocionado desde el campo de juego, mientras lo acompañaba su hijo Federico. Ahora, de vacaciones en el Caribe, el Gordo aparece en Playa del Carmen en una imagen colgada en Twitter junto a Rafael Di Zeo, el líder de la barra brava de Boca. Entre una foto y otra transcurrió menos de un mes. Un tiempo ínfimo que a ese futbolista distinguido por su inmensa claridad no le alcanzó para escaparse de los grises. Suena incongruente: justo él, que no suele equivocarse al elegir cada pase y observa lo que la mayoría no ve, atraviesa una realidad difusa y no es tan codiciado como se calculaba. Resulta un caso llamativo el de Ortigoza.
Había pronóstico de tsunami futbolero para Matías Lammens. Más allá de una gestión irreprochable en el club de Boedo, era una jugada riesgosa dejar partir al hombre del gol más importante en la historia de San Lorenzo y con vigencia verificada. Había una sensación de vacío que inquietaba inclusive al presidente. Por un lado, se planteaba el desafío de reemplazar a un jugador sin ningún “doble” a la vista. Y por otra parte, generaba incertidumbre el próximo destino de Orti, a quien todos imaginaban deshojando una margarita con pétalos seductores.
Rosario Central fue el primero en proponerle a Ortigoza esos dos años de contrato que San Lorenzo le había negado, pero él estiró la respuesta esperando otras alternativas. Se insinuaban también Boca y Racing, pero Daniel Angelici y Víctor Blanco se encargan de repetir que nunca surgió el nombre de Ortigoza en la mesa de posibles refuerzos.
Aparte del “me gusta” que adosó a un tuit que lo mencionaba como posible incorporación de Boca y que al rato borró, hasta ahora lo más cerca que se vio a Ortigoza de ponerse la banda amarilla horizontal sobre fondo azul fue ese encuentro peligroso con Di Zeo en el Caribe. Sólo es una imagen y parece casual. Cualquier mal pensado podría especular con que Rafa le está brindando el apoyo de La Doce, pero si hubiera sido una reunión pactada se supone que el jugador habría intentado ocultarse. De uno u otro modo, esa escena a Ortigoza hoy le resta inclusive mucho más que aquel gesto mostrándole cuatro dedos a la hinchada de Boca en referencia a la final de la Supercopa Argentina ganada por paliza.
Mientras, San Lorenzo sin Ortigoza ganó de visitante en Ecuador por la Libertadores y se fue de vacaciones en paz. Ya sumó refuerzos. Uno: Alexis Castro, joven de Tigre que dice sentirse cómodo en el hueco dejado por Orti. Habrá que ver la vuelta que intentará darle al equipo el técnico Diego Agui- rre para recuperar el fútbol perdido.
San Lorenzo extrañará a Ortigoza porque a un jugador así no se lo olvida ni se lo reemplaza con facilidad, pero parece que Ortigoza también extrañará a San Lorenzo. Al cabo, no era tan simple resolver su futuro. Se trata de una nostalgia mutua que ambas partes podrían haber evitado sentándose a negociar con franqueza. Como las dos posturas eran comprensibles, ¿por qué uno y otro no podían ceder? ¿Por qué Lammens no podía ofrecer algo más que un año, por ejemplo proponiendo objetivos alcanzables? ¿Por qué Ortigoza, si con razón está tan seguro de lo que vale y lo que puede, no podía salir de la inflexibilidad de los dos años y firmar por uno con ciertas cláusulas de renovación automática?
Ahí está San Lorenzo, sin saber cómo gambeteará la salida tumultuosa del ídolo. Ahí está Ortigoza, todavía sin camiseta y desgastado por ese viaje inesperado de la despedida emotiva a la foto peligrosa. Una pena.