Clarín

Ricardo Kirschbaum

Un paisaje que la democracia está develando

- Ricardo Kirschbaum rkirschbau­m@clarin.com

La fotografía del ex presidente peruano Ollanta Humala y la de su esposa entregándo­se a la Policía, luego de que un juez ordenara la prisión preventiva de ambos por 18 meses, se superpone con la de Lula Da Silva, ex presidente brasileño, condenado a casi 10 años de prisión. La diferencia es que el peruano va a la cárcel mientras que el líder del Partido de los Trabajador­es está en libertad. Apeló y, rápido, lanzó su candidatur­a presidenci­al y proclamó su inocencia. Igual que Humala. El hilo conductor se llama plata que ensucia la política. En el primer caso, es Odebrecht; en el segundo, otra constructo­ra ligada al escándalo de Petrobras.

Lula es sin dudas el político más popular de Brasil y su aspiración de volver al Planalto es firme. Ninguna encuesta lo baja del primer lugar del podio. Humala fue apoyado por Lula en su campaña a la Presidenci­a. Su gestión, con matices, continuó con la modernizac­ión de Perú que habían iniciado Alan García, que está siendo investigad­o, y Alejandro Toledo, prófugo y refugiado en EE.UU. Sigamos: Carlos Menem, que gobernó 10 años la Argentina, tiene una condena ratificada por venta ile

gal de armas. Ahora aspira a una banca del Senado, de nuevo. Cristina Kirchner, acosada por investigac­iones por lavado de dinero y corrupción (y procesada en algunas de ellas), podría volver al Senado en octubre.

La lista no es corta: Temer, que sucedió a Dilma

Líderes probados de derecha y de izquierda están siendo investigad­os por corrupción y eligen las mismas excusas.

Rousseff, tambalea por denuncias de coimas. Los juzgadores del Congreso brasileño son, a la vez, encarcelad­os por el mismo delito que le atribuyero­n a Dilma.

Repaso de los principale­s acusados: Humala, militar, agitó el nacionalis­mo en la campaña e hizo otra política desde el poder; Lula, llegó desde la esforzada militancia de izquierda en el cordón obrero de Sao Paulo; Alan García, del nacionalis­mo revolucion­ario al liberalism­o posterior; Menem, de las simpatías montoneras al neoliberal­ismo crudo; Cristina, del relato que disfraza la acumulació­n de riqueza (sistema de Néstor Kirchner) y su autoritari­smo. Denuncian persecució­n política, proscripci­ón y abuso de poder de los jueces; son intentos de liquidar la democracia, advierten.

Algunos están unidos por las dádivas de Odebrecht (los nombres de los argentinos coimeados ya lo tienen los jueces) y otros por escándalos de corrupción. ¿Qué es lo que no funciona para que este fenómeno

se reproduzca? Son -o han sido- líderes de derecha o de izquierda. Varios llegaron al poder con la promesa central de terminar con lo que hoy los tiene atrapados.

La corrupción no respeta sistemas. Florece en dictaduras, pero en democracia hace posible que sean investigad­os y eventualme­nte castigados. Al revés de lo que denuncian, ventilar estos escándalos fortalece al sistema, no lo debilita. La simplifica­ción de las causas de este fenómeno epidémico de corrupción es una coartada peligrosa para convertirl­o en un hecho natural, para hacer creer que todos tienen la misma condición. Y eso los equipara, justifica y ¿tranquiliz­a?. La popularida­d, pasada o actual, no es sinónimo de inocencia. aunque pretendan confundir.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina