Clarín

Entre límites a la corrupción y altas cuotas de cinismo

En la región varios líderes están amenazados por la cárcel. Pero los electorado­s apenas los cuestionan.

- Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com @tatacantel­mi

La condena solicitada contra el brasileño Lula da Silva y el arresto del peruano Ollanta Humala y su mujer conocidas la semana pasada, evidenciar­ían la existencia de un cambio en el comportami­ento político de la región. Aunque la profundida­d y alcance de esa transforma­ción es aún difícil de precisar, estos dos casos junto a otros en este espacio alcanzan para observar que la corrupción co

mienza a encontrar un límite. Pero del mismo modo, estos episodios testimonia­n con nitidez tanto el tamaño que los negocios sucios han alcanzado en la región como el desdén de los electorado­s por el prontuario de sus líderes.

El hilo que enlaza las investigac­iones judiciales contra los dos ex mandatario­s es la maquinaria de sobornos de la constructo­ra Odebrecht. Ese conglomera­do es el mayor en su especialid­ad en Brasil y fue el principal en el sistema de reparto de obra pública alrededor de la estatal Petrobas con sobrecosto­s y coimas que se pagaron para ganar contratos.

Humala, un teniente coronel retirado del ejército, que gobernó entre 2011 y 2016 y llegó al poder con un fuerte y decisivo asesoramie­nto del propio Lula da Silva cuando gobernaba Brasil, está acusado de haber recibido tres millones de dólares de coimas para pagar la campaña. El ex mandatario habría devuelto el favor entregando contratos de obra pública al estilo que también más que se sospecha ha sucedido en una variedad de países, notoriamen­te en Argentina. Humala y su influyente mujer, Nadine Heredia, fueron condenados a 18 meses, sentencia que la investigac­ión podría aumentar. Los cargos son los mismos que se multiplica­n de país en país: lavado de activos y asociación para delinquir.

Quedaron arrestados por el riesgo de fuga. Un espectro que corporiza el ex presidente Alejandro Toledo, involucrad­o en otra causa judicial por hasta US$ 29 millones en coimas de la misma constructo­ra brasileña. El ex presidente ignoró la causa, huyó a EE.UU. y sigue prófugo de la Justicia de su país. También está bajo escrutinio judicial Alan García, su predecesor en el gobierno.

Al revés que en Brasil donde Lula es el primer ex presidente con pedido de condena, en Perú ya hay antecedent­es de mandatario­s entre rejas. El más significat­ivo es Alberto Fujimori quien purga una condena de 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad y también corrupción. El caso del brasileño está conectado a otra constructo­ra, OAS, colega de Odebrecht pero también involucrad­a en la parábola peruana. Según el juez Sergio Moro, el ex presidente recibió un triplex como devolución de favores, acusación que Lula niega, adjudica a una maniobra política y que ha convertido en factor prepondera­nte de su campaña para las presiden

ciales de 2018. Culpable o inocente Lula es otro símbolo de la naturaliza­ción de la ilegalidad como un atri

buto del poder. Según Datafolha el líder del PT tiene el doble de intención de voto que sus rivales a pesar de estar imputado en cinco causas judiciales, un manchón que sus seguidores, sencillame­nte, ni tienen en cuenta.

La saga del destino tumbero para muchos de estos líderes, incluye a Ricardo Martinelli. El 12 de junio, el ex presidente panameño acabó en una prisión de Florida. Fue a requerimie­nto de la Justicia de su país que lo investiga en doce causas de corrupción. Los cargos que le valdrían una condena de hasta 21 años, incluyen una curiosa debilidad de este locuaz político. Martinelli montó una sofisticad­a maquinaria de espionaje que intercepta­ba las comunicaci­ones y la actividad en Internet de periodista­s, jueces, académicos y políticos opositores. ¿Qué pretendía encubrir? La respuesta es sencilla: dos de los hijos del ex presidente son buscados por Interpol por su vinculació­n -otra vezcon las coimas de Odebrecht.

Pero el caso más asombroso de estos juegos al otro lado del sentido común y de la ética viene de Guatemala. El 18 de enero pasado, Samuel Morales Cabrera y José Manuel Morales, hermano e hijo respectiva­mente del presidente Jimmy Morales, fueron arrestados por obtener fondos del Estado con facturas falsas de una empresa fantasma. Vocero involuntar­io de una legión de dirigentes que han convertido al Estado en su billetera, Morales devaluó el tema y el delito al sostener que ”es una corrupción que en Latinoamér­ica y muchas partes del mundo se la ha considerad­o

normal”. Aferrado a eso del mal de muchos comparó lo incomparab­le: cuánta gente, dijo, “se filtra delante en la cola o roba una señal de cable... Eso no se hace pero lo hacemos continuame­nte”. Nada de qué escandaliz­arse, por supuesto.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina