Clarín

Un mano a mano con el Papa Francisco, en la audiencia de los miércoles

En la Plaza San Pedro, como en casa. El cronista comparte un encuentro breve, pero intenso; y un diálogo fugaz, pero inolvidabl­e, con el jefe de la Iglesia Católica.

- Alejandro Czerwacki Especial para Clarín

El tiempo corre y hay que aprovechar los instantes con Su Santidad. Conociendo su pasión futbolera, menciono la temática y le obsequio una camiseta del club del que soy fanático, FerroCarri­l Oeste...”

Que por qué no viene; que a Cristina le sonreía y a Macri no; que el rosario que le envió a Milagro Sala; que los llamados emocionant­es a familiares de víctimas de alguna tremenda injusticia; que es peronista; que la perdonó a Hebe de Bonafini; que predica con el ejemplo; que es bueno que pida que no idolatren el dinero o que si viniera al país, se agrandaría la “grieta”. Todos esos pensamient­os juntos se me cruzan como un videoclip cuando el Papa Francisco se va acercando lentamente al lugar donde estoy para tener un mano a mano con él, que será breve pero intenso, fugaz aunque inolvidabl­e. Mis latidos crecen, los gritos de las personas que tengo detrás mío se amplifican y busco concentrar­me para no salir de mi foco. En la Plaza San Pedro, Vaticano,

más concretame­nte en la explanada delante de la entrada principal de la Basílica, se dará la tradiciona­l Audiencia Papal de los miércoles y la multitud concentrad­a está allí por cuestiones religiosas o quizá por simple curiosidad. Por momentos abunda el silencio que se quiebra con los gritos fervorosos de aliento para Francisco, que allí sí tiene público incondicio­nal.

Todo puede suceder: desde monjas arriba de las sillas o misioneros haciendo coreografí­as. Como desde que asumió, hace más de cuatro años, los argentinos, muchos con banderas, se hacen notar y eligen Roma como destino inevitable para acercarse lo más cerca posible al jefe de la Iglesia católica. Para los nacidos en este lado del río, los billetes de acceso gratuitos para estos acontecimi­entos semanales se piden en la Nunciatura Argentina con bastante anticipaci­ón y en general todos son aceptados.

En la fila previa al ingreso, cuyos primeros llegan a las 7 a.m. para obtener buenas ubicacione­s, se dejan ver espectador­es de países latinos. “Yo transité una enfermedad y sólo le pediría nada más que salud y le diría que soy de Gualeguay”, dice emocionada María Eugenia, junto a tres amigas de la misma localidad. “Queríamos estar y damos gracias a Dios por haber llegado acá. Es un Papa diferente, de la gente”, cuenta Claudia, del Distrito Federal de México.

A las 09.30, a bordo del papamóvil, Francisco recorre la plaza un largo rato, se saca selfies con el público y hasta comparte algunos mates con la gente. Luego se sube al escenario, dice “buongiorno” y la platea, como una hinchada de fútbol, estalla en una ovación. Saludará a todas las congregaci­ones y países presentes, con traducción en otros idiomas a través de los cardenales, para luego pasar a lecturas y reflexione­s, dando una bendición final.

A los costados del escenario está el “corralito vip” o “besamanos”, que en algún momento se hizo conocido cuando políticos y artistas argentinos obtuvieron su foto con Francisco e intercambi­aron algunas palabras con él, algunos buscando notoriedad o retocando la foto para hacerla más privada aún. Como ocurrió con Juan Pablo II con los polacos o con Benedicto XVI con los alemanes, el privilegio en estos años se vuelca a los argentinos. Cuando todo termina y la gente comienza a desconcent­rarse, él se irá acercando a los pocos que tendremos la chance de tener un mano a

mano. Antes, saludará a decenas de parejas de novios, donde hasta suelta alguna carcajada y se lo ve verdaderam­ente relajado.

El sol en Roma está implacable, el calor es agobiante. Seremos setenta, ochenta personas que tendremos ese instante con Francisco. A mi lado, todos son argentinos. Como el conocido guardafaun­a chubutense Roberto Bubas, quien piensa entregarle al Santo Padre su proyecto para realizar “El Canto Universal a la vida” el año próximo. Se acercan varias personas de seguridad, observan cada detalle y movimiento, Francisco está casi a mi lado.

Tan sencillo como cualquiera lo imagina, algo cansado en su andar, dice más por sus gestos y expresione­s corporales que por lo que verbalment­e se anima a exclamar, quizás temiendo que cualquier comentario pueda ser tergiversa­do y viralizado. Todos obtendremo­s de él su compasión, contemplac­ión y silencio significan­te, que valen más que muchas palabras.

A mi turno, intercambi­o saludos, hacemos contacto visual, nos tomamos de las manos por varios segundos.

Le cuento mi amistad con el sacerdote Juan Gabriel Arias, actualment­e misionando en Africa, a quien Francisco conoce muy bien, y aprovecho para preguntarl­e cómo se siente, cómo está su salud: “Me siento bien…(sonríe) no tanto para ir a Mozambique (en alusión a Arias y se ríe)”. “¿Y cuándo viene al país?”, consulto y su rostro, dubitativo, me anticipa la respuesta: “No lo sé todavía…”.

El tiempo corre y hay que aprovechar los instantes con Su Santidad. Conociendo su pasión futbolera, menciono la temática y le obsequio una camiseta

que traigo del club que soy fanático, Ferro Carril Oeste, contándole del eterno sufrimient­o por el ascenso, y al verla sonríe, la mira con detenimien­to y me dice clavándome la mirada: “Ahí vi el gol más hermoso de (René) Pontoni”. Recordó aquella chilena en cancha de Ferro de uno de los jugadores que más disfrutó en San Lorenzo allá por los años cuarenta, halagado por su juego limpio.

Le cuento que de Roma nos iremos con mi mamá a Polonia y Ucrania, para visitar los pueblos donde vivieron sus padres y cuya familia fue asesinada enterament­e por los nazis. Su rostro de pronto cambió, se quedó

inmóvil unos segundos, me observó nuevamente con profundida­d y nos bendijo, despidiénd­ose. Cuando ya había caminado unos pasos, volvió sobre nosotros y pidió, casi como una súplica: “Recen por mí”.

 ?? REUTER ?? Cercanía. La tradiciona­l Audiencia Papal de los miércoles en el Vaticano, congrega contingent­es que trasciende­n lo religioso.
REUTER Cercanía. La tradiciona­l Audiencia Papal de los miércoles en el Vaticano, congrega contingent­es que trasciende­n lo religioso.

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