Clarín

Del optimismo al miedo

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

La sociedad viene perdiendo con

fianza en el Gobierno. Un estudio de la consultora Isonomía establece los tiempos y proporcion­es: en mayo y junio aquella percepción declinó 10%. Es difícil establecer una razón exacta del descenso. Se combinan cantidad de factores. Se trata de un rompecabez­as difícil de compaginar para Cambiemos. Se trata, además, de una dificultad en el momento en que despega la campaña electoral.

Aquella pérdida de confianza, según el trabajo, tendría relación con tres factores. Ha declinado el optimismo, la visión colectiva expectante sobre el futuro. Un capital que el Gobierno administró con eficacia en sus 17 meses de poder. También cayó la valoración de la gestión global. Y la imagen, tres puntos, del propio Mauricio Macri. Un racimo de señales inquietant­es.

La valoración política del propio trabajo de Isonomía y los estrategas oficiales, coincidirí­an en que el Gobierno se encamina hacia las PASO en un estado de cierta fragi

lidad. La misión de la campaña, según aconsejó Jaime Durán Barba en la ronda de reuniones de la semana pasada, tendrá como objetivo prioritari­o revertir tal apreciació­n. Trazó tres directrice­s: que la administra­ción deje de incurrir en errores pueriles, como ocurrió con el manejo de las pensiones a los discapacit­ados; que copen la parada pública los dirigentes de mayor musculatur­a aunque no sean candidatos, como Macri, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, amén de Elisa Carrió y Graciela Ocaña; que se machaque con el pasado kirchneris­ta aunque sin convertir e Cristina Fernández en el centro gravitante de los mensajes.

Aún cuando la pérdida de confianza en el Gobierno se adjudica a varios factores, sobresale uno insoslayab­le. La persistenc­ia de la inflación que corroe la capacidad de

consumo. Las imágenes de multitudes aguardando comprar por una promoción de importante descuento del Banco Provincia espantaron al macrismo y sus aliados. Fue la espuma de una necesidad básica que asoma insatisfec­ha en algunos sectores. Un gran éxito institucio­nal de Macri ha sido la reconstruc­ción del Indec. Pero el organismo, que conduce Jorge Todesca, no arrima buenas noticias. Lo admitió el propio responsabl­e. La realidad no da todavía para otra cosa.

El asunto repuso tensiones con el equipo económico y con el Banco Central. El Gobierno se resignó a aceptar, por diagnóstic­os iniciales errados, que se votará casi sin una reactivaci­ón. Pero pensaba llegar con una tendencia en baja estable del índice de los precios. Mayo y junio fueron en esa dirección. Pero la incertidum­bre regresa por el mes en curso. Hay otras cuestiones que también fueron presentada­s como emblemas de Cambie-

mos que el tiempo ha desteñido. La reparación histórica de los jubilados viene tenien

do bastante menos efecto del imaginado. Ese beneficio llega sólo al 40% de la clase pasiva. El promedio de los incremento­s (24%) está por debajo de lo prometido. Los juicios no menguaron. Al contrario: se iniciaron otras 12 mil causas por reajustes.

Pese a esas desventura­s los números electorale­s en barbecho no resultan despreciab­les para Cambiemos. Al menos en los dos distritos principale­s. En la Ciudad ninguna ponderació­n está por debajo del 40%. El triunfo suena descontado. El enigma consiste en su volumen. La cuestión será Buenos Aires donde se juega el valor político clave de las legislativ­as. La consultora Isonomía estableció en su primera medición con la campaña en marcha que Cambiemos y el Frente de Unidad Ciudadana merodean los 26 puntos. Ninguno toda

vía alcanza el tercio. Sergio Massa asoma 10 puntos más abajo. Pero existe un dato significat­ivo: más del 25% no posee aún una decisión tomada.

Durán Barba, por su parte, ha realizado otro trabajo minucioso y parcial que desmenuzan Vidal y su equipo. El resultado, en este caso, ubicaría a las dos fuerzas principale­s por ahora en un tercio. Con una luz de un punto de Cristina y Jorge Taiana respecto de Esteban Bullrich y Gladys González. El ecuatorian­o lejos está de desesperar­se por esa desventaja. Confía en la capacidad de atracción de los menos conocidos. Entre ellos, el ex ministro de Educación.

Aquella encuesta bonaerense fue realizada en 36 municipios que representa­n alrededor del 80% del padrón provincial. Es decir, se tomaron las poblacione­s con mayor densidad. Se hizo una disección equivalent­e entre los distritos donde gobierna Cambiemos y aquellos en poder del kirchneris­mo. En todos los casos se logró verificar la tendencia de triunfo de los oficialism­os. Algo auspicioso para el Gobierno. Sobre un total de 135 distritos, Cambiemos gobierna en 69 y el Frente de Unidad Ciudadana en 41. Aunque nada resul

ta lineal. En Mar del Plata, por ejemplo, el kirchneris­mo saca clara ventaja. Se trata de una ciudad del interior con mucho peso que el Pro obtuvo en el 2015. Pero la administra­ción ha

sido mala. No por casualidad Cristina resolvió arrancar su campaña a orillas del mar. Por allí también se lo ve con recurrenci­a a Daniel Scioli, quinto precandida­to a diputado. El ex gobernador hizo buena parte de su carrera deportiva teniendo como vidriera a aquella ciudad. También volcó fondos millonario­s en sus dos mandatos para animar cada temporada de verano.

Al Gobierno, con esa realidad a la vista, se le ha disipado el optimismo que portaba desde comienzos de año. No hay ahora pesimismo, aunque sí una cautela pronunciad­a. “La elec

ción será de palo y palo”, confesó un relevante ministro del gobierno de Vidal. El mismo funcionari­o presume, como la mayoría de los encuestado­res, que la fotografía de las PASO de agosto tenga quizás un reflejo distinto en octubre. ¿Qué querría decir? Que la horizontal­idad inicial podría virar en una polarizaci­ón. Acicateada por la presencia de Cristina.

Lo que no queda en claro todavía, más allá de la nueva moderación, es si el Gobierno se ha tomado un tiempo para planificar el día

después de los comicios. Es verdad que los resultados serán determinan­tes. No es menos cierto que en cualquier alternativ­a, victoria o derrota, requerirá de alguna estrategia para continuar. En el primer caso, para progresar con reformas de fondo que ayuden a recuperar la economía y no apague el porcentaje de expectativ­as que conserva en la sociedad. En el segundo, para garantizar la gobernabil­idad

y cumplir, quizás, con su papel de gobierno de alternanci­a o de transición. Ya existieron anticipos de las dificultad­es

que se avecinan. El Senado fue escenario de una disputa interna en el bloque del FpV cuando su jefe, Miguel Angel Pichetto, acordó con el oficialism­o tratar la aprobación de una tarjeta aplicada a los beneficiar­ios de la Asignación Universal por Hijo (AUH). Se le plantaron el tucumano José Alperovich y el formoseño José Mayans. La punta de un iceberg que con la hipotética presencia de Cristina en la Cámara se extendería, probableme­nte, a los senadores de Chubut, La Pampa y Chaco. Esa es una de las amenazas en ciernes.

Salvo una catástrofe, el protagonis­mo de la ex presidenta en el Senado está asegurado. Pero la onda expansiva que podría generar sobre el peronismo no resultaría igual si gana o si pierde. De allí la trascenden­cia que para Cambiemos y también la oposición encierra el desenlace en Buenos Aires. Al Gobierno no sólo le espera la economía en los dos años que le restan. También, progresar sobre la regeneraci­ón institucio­nal que fue una de sus soportes en el 2015. Ha podido hacer, en ese campo, bastante poco.

Tal morosidad responderí­a a dos motivos. Cristina tejió una madeja en sectores del Poder Judicial antes de retirarse. Con esa protección vivió un año y medio sin fueros. Ahora

va en busca de ellos porque una victoria del Gobierno la compromete­ría. El otro problema radica en la porosidad de Cambiemos que nunca logró transforma­r su identidad como

alianza electoral en otra de gobierno. Ya está de nuevo a pleno en su única versión, ante la cercanía de las elecciones.

El recuento de estos 17 meses parece elocuente. Macri sólo logró alejar –por renuncia voluntaria—al juez Norberto Oyarbide. No logró suspender en el Consejo de la Magistratu­ra a Eduardo Freiler. La idea de un castigo para Daniel Rafecas se alejó. Tampoco consiguió apartar de aquel organismo al representa­nte K, el senador Ruperto Godoy, objetado por no ser abogado. Fue y vino varias veces en la búsqueda de fórmulas para desplazar a Alejandra Gils Carbó. Sus ensayos fracasaron. La disputa permanece ahora en un terreno de batalla política y verbal. Pero la procurador­a continúa intocable. Incluso salió como nunca a de

safiar. Comparó a Macri con Nicolás Maduro, por el cotidiano avasallami­ento que el caudillo de Venezuela somete a la fiscal general de ese país, Luisa Ortega Díaz.

El Gobierno se propuso acotar las facultades de la procurador­a con un proyecto de ley que jamás prosperó. Amagó con una destitució­n por decreto maquinada fuera de tiempo. Agita un supuesto juicio político para el cual carece de número en el Congreso. Acaba de renovar su ofensiva, con la participac­ión del mismo Macri, para ver si Gils Carbó resulta finalmente permeable a las presiones y renuncia. Una quimera.

“La elección será de palo y palo”, confesó un relevante ministro del gobierno de María Eugenia Vidal.

Nunca tanto zigzagueo puede llegar a buen

destino. Transunta, además, una inocultabl­e sensación de impotencia. Esa imagen es la que el Gobierno debería borrar con el resultado electoral. Para varias cosas. Entre otras, evitar que los jueces se sienten a tomar el té en Comodoro Py y olviden la parva de causas sobre la corrupción kirchneris­ta.

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Presidente Mauricio Macri.
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