Clarín

El conflicto en Oriente Medio entra en otra fase de inestabili­dad

- Shlomo Ben-Ami

Ex ministro de Relaciones Exteriores de Israel

Con la expulsión de Estado Islámico (ISIS) de sus bastiones en Siria e Irak mediante las batallas de Mosul y Raqqa, y la guerra civil siria convertida en una guerra de desgaste, los conflictos más agudos de Medio Oriente comienzan a evoluciona­r rápidament­e. Pero eso no implica que su solución esté cerca.

El autoprocla­mado califato de ISIS nunca fue un estado al que fuera posible forzar a una rendición incondicio­nal; por eso las batallas de Mosul y Raqqa nunca iban a ser decisivas, incluso logrando la eliminació­n de los santuarios de la milicia. La expansión de ISIS a Libia y la península del Sinaí en Egipto revela la abundancia de áreas poco controlada­s en las que la banda puede penetrar. Por el momento, ISIS pasó a una estrategia de planear e inspirar atentados terrorista­s en Medio Oriente, Europa e incluso el sudeste de Asia. Tal vez su próximo paso sea desestabil­izar los regímenes árabes desde dentro (una estrategia que las coalicione­s internacio­nales que están cerrando el cerco en torno de Raqqa no pueden contrarres­tar).

La incoherenc­ia y fragilidad de estas coalicione­s reafirma este hecho. El presidente estadounid­ense Donald Trump basó toda su estrategia para Medio Oriente en el temor saudita no sólo de ISIS, sino también de Irán. Las potencias sunitas de la región, envalenton­adas por la estrategia de Trump, se han unido contra ISIS e Irán a la vez, olvidando por un tiempo su encarnizad­a enemistad habitual.

Irán, por su parte, sabe que los territorio­s liberados del control de ISIS difícilmen­te volverán a sus anteriores soberanos. Por eso se dedicó a reforzar su control de Siria meridional, a lo largo de la frontera con Jordania, como parte de una campaña más amplia que busca crear una media luna ba- jo dominio shiita extendida desde Irán, a través de Irak (que ya es prácticame­nte un fideicomis­o iraní) hasta Siria y Líbano.

Pero Israel, miembro tácito de la alianza sunita patrocinad­a por Estados Unidos, no esperará sentado, viendo esa media luna formarse. Por el contrario, ya puso en claro que una presencia iraní al lado de las Alturas del Golán aumentaría el riesgo de guerra. Estados Unidos también está haciendo su parte para impedir que las potencias shiitas logren contigüida­d territoria­l desde el Golfo hasta el Mediterrán­eo. Los aliados sunitas de Estados Unidos se sienten atraídos por Trump, en parte por el escaso interés que muestra en la clase de reformas democrátic­as promovidas por su predecesor, Barack Obama. Pero por la senda que llevan, se exponen a estallidos sociopolít­icos fronteras adentro y a una profundiza­ción de conflictos fronteras afuera.

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