Clarín

Las Cañitas, nueva zona caliente de los motochorro­s para el robo de celulares

Suben a la vereda y los arrebatan cuando las víctimas hablan, esperan el colectivo en la parada o se distraen en un restorán.

- Diego Geddes dgeddes@clarin.com

Fernanda se baja del colectivo en la esquina de Teodoro García y Luis María Campos y saca de la mochila el celular para responder un mensaje. Está concentrad­a en la pantalla y no ve que dos tipos arriba de una moto subieron a la vereda para arrebatarl­e el teléfono. Es un segundo, que la deja sin respuesta. Un segundo en el que queda paralizada. Los ve escapar por Luis María Campos y a la altura de Olleros los pierde de vista, cuando los asaltantes doblan hacia avenida Del Libertador.

La secuencia podría seguir con lo que ve Ignacio, en la misma esquina de Olleros y Luis María Campos, apenas una semana después. Dos motochorro­s forcejean con otra mujer para robarle el teléfono. La víctima grita pero la reacción de todos los que observan la escena llega tarde. Y tampoco hay policías a la vista para impedir el robo o iniciar una eventual persecució­n.

A una cuadra de ahí trabaja Jorge, en el puesto de diarios de Gorostiaga y Luis María Campos, frente al shopping Solar de la Abadía, también en la zona de Las Cañitas (en Palermo). Le da un beso y despide a su novia, que va a tomar el colectivo en esa misma esquina. Como muchos otros en la parada, para matar el tiempo de la espera la chica saca el celular y en eso una moto que viene por la avenida se lo roba al paso, como quien juega a atrapar la sortija. Los ladrones bajan por Gorostiaga, que tiene salida a avenida Del Libertador y vía libre para el escape. Santiago también fue víctima de la

violencia de los motochorro­s: iba hablando por teléfono por la calle Migueletes y justo antes de llegar a Maure sintió una piña en un ojo y el arrebato del celular. “Siempre andan por acá”, le contó el vendedor de un puesto de flores que vio toda la escena, sin sorpresa alguna.

Hay más historias, y seguir el hilo de todas ellas llevaría a recorrer casi toda la avenida Luis María Campos, desde Dorrego hasta Lacroze, el nuevo corredor de los motochorro­s para robar celulares a toda hora.

Santiago tuvo suerte, porque su celular luego fue encontrado por la Policía. Ese hallazgo corroboró el modo de trabajo de los motochorro­s en la zona: “Apareció mi celular porque detuvieron al ladrón cuando escapaba en moto de otro robo. Tenía la mochila llena de teléfonos”, contó en sus redes sociales.

Una oficial de la Policía de la Ciudad que recorre la zona en bicicleta y pide reserva de su identidad reconoce el problema a Clarín, aunque asegura que en muchas ocasiones logran detener a los delincuent­es. “En general se hace un operativo cerrojo para ir cercando a las motos en el escape. Ayuda mucho si la víctima del robo logra ver algún rasgo de los motochorro­s, si tenían casco o cómo estaban vestidos”, explica.

De manera oficial, el Ministerio de Justicia y Seguridad porteño también reconoce el problema y señala que “se está trabajando fuerte en todo lo que es la lucha contra este delito, que es el que más frecuencia tiene”.

Según cifras oficiales del Ministerio de Seguridad de la Nación, en 2016 se robaron 4.700 celulares por día en todo el país, una estimación similar a

la que aparece en un proyecto de ley que se está tratando en la Cámara de Diputados. En base a las denuncias que hicieron los usuarios a las compañías de teléfonos, se estima que se roban 160 mil teléfonos celulares por mes en la Argentina, lo que da un promedio de unos 5 mil por día.

“Hay que tomar medidas para frenar el robo de celulares, hay gente que muere por esto”, alertó el diputado Juan Brugge, impulsor del proyecto. Pero lejos del planteo dramático de Brugge, la situación en Las Cañitas se vive más con resignació­n que con pánico. No es un escenario de calles desiertas, como en algunas zonas conflictiv­as del conurbano bonaerense, sino todo lo contrario.

La vida cotidiana de los vecinos se acostumbró al problema. En las paradas de colectivos, más de la mitad de la gente espera la llegada de su colectivo con el celular en la mano. A la salida de los colegios -hay varios en este barrio-, los adolescent­es andan con el teléfono como si fuera una prolongaci­ón de la mano. Y en el polo gastronómi­co de Las Cañitas, a unas siete cuadras de la zona más caliente, es muy habitual que los comensales dejen el teléfono sobre la mesa mientras comen o toman algo. Esas tres situacione­s -paradas de colectivos, salidas de colegios y distraccio­nes en restoranes y bares-, más los peatones que van hablando con el celular por la calle son las más propicias para que aprovechen los motochorro­s.

Las calles más conflictiv­as son las que tienen una vía de escape cerca. Además de Luis María Campos, la avenida Dorrego es otro punto caliente. Y la calle Migueletes, que es paralela a Libertador, también registra más robos que otras calles del barrio. “Las que bajan a Libertador, como Gorostiaga o Matienzo, son más peligrosas que el resto”, le cuentan los vecinos a Clarín.

Algunos restoranes adoptaron la costumbre de advertirle­s a los clientes que se sientan en el sector de la calle que no dejen los celulares sobre las mesas. “La zona está más protegida en los últimos tiempos, pero igual siempre hay casos que generan un mal momento”, dice la encargada de Campo Bravo, en la esquina de Báez y Arévalo. En la cervecería Berlina, a media cuadra de allí, por los robos a los clientes decidieron instalar cámaras de seguridad, para intentar disuadir a los motochorro­s.

“A mí me tocó exactament­e en la esquina de Luis María Campos y Dorrego, el feriado del 25 de mayo, a las 4 de la tarde. Venía escuchando música y contestand­o unos mensajes y de repente una moto que venía en la misma dirección que yo se subió a la vereda y, sin bajarse, el motochorro me sacó el celular de las manos. Fue una persona sola, que aceleró y escapó”, cuenta Nicolás, un DJ que vive a media cuadra de donde sufrió el robo.

El joven llegó a su casa y activó el rastreador remoto del aparato, pero el teléfono ya estaba apagado. Lo encontró un par de días después en una galería del centro, pero nunca pudo recuperarl­o.

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JORGE SÁNCHEZ Blancos potenciale­s. La parada del 29, sobre Luis María Campos, una de las avenidas críticas.
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