Clarín

“Ojalá nunca perdamos la capacidad de soñar”

- Osvaldo Pepe opepe@clarin.com

Es 1958, el Partido Justiciali­sta y el Partido Comunista se encontraba­n prohibidos por el golpe militar de la autodenomi­nada Revolución Libertador­a, que había derrocado al gobierno de Juan Domingo Perón, en 1955.

El general Aramburu, en medio de una fuerte crisis económica, huelgas generales, represión política y ante la falta de libertades civiles y políticas, debió convocar a elecciones en las cuales resultó electo Arturo Frondizi, de la Unión Cívica Radical Intransige­nte, quien gobernó hasta 1962. Ese año él también fue derrocado por un golpe militar.

Yo nacía en la localidad de Martínez, partido de San Isidro, donde se formaría un elegante nuevo barrio a orillas del Río de la Plata. Mis padres cumplieron así su último, quinto sueño.

En 1968, Juan Carlos Onganía estaba en la presidenci­a gracias a la autodenomi­nada Revolución Argentina, una dictadura cívico-militar que derrocó al presidente constituci­onal Arturo Illia. Yo tenía exactament­e 10 años y ya tenía un sueño. Era el de jugar al rugby.

En 1978, dentro del gobierno del Proceso de Reorganiza­ción Nacional, vivimos en plena guerra interna sin códigos de ética, entre el poder militar y los guerriller­os organizado­s. Mientras, la mayoría de los ar- gentinos cumplían el sueño de festejar la obtención por primera vez del Mundial fútbol. Por entonces ya tenía 20 años, una cámara Súper 8 para cumplir mi sueño de hacer hacer documental­es.

En 1988, en plena democracia de Raul Alfonsín, con nueva moneda (“El Austral”), la Argentina entró en moratoria del pago de su deuda externa. Tenía 30 años, mientras la hiperinfla­ción llegaba al 74% mensual, mi sueño era encontrar a la mejor mujer, casarme ante Dios y formar una familia.

En 1998, con el mandado de Carlos Menem, la Argentina ingresó en una depresión de cuatro años, durante la cual su economía se redujo en un 28%. Ya andaba por los 40 años, mi sueño era vivir con mi familia en el mejor lugar. En 2008, con Cristina Kirchner en el poder sobresalie­ron el conflicto entre el Gobierno y el campo, el paso de las AFJP a la ANSeS, y la polémica inflación. Tenía 50 años, por primera vez me quedé sin trabajo, mi sueño era cambiar el mundo. Ahora, camino al 2018, veo que todos mis sueños fueron cumplidos. Sigo jugando al rugby y trabajando en lo que me gusta. Me casé con la mejor mujer ante Dios y formé una familia. Encontré en Tandil el mejor lugar para vivir. Cambié el mundo, con la visión de Argentina Arriba, en un planisferi­o. Hoy, a meses de cumplir 60 años, dentro de una cultura de corrupción generaliza­da que no acepto, tengo un sueño: que cada argentino no pierda la libertad de cumplir sus propios sueños. Que nunca perdamos la capacidad de soñar. Que esta acción individual sea potenciada entre todos, para enfrentar y combatir con ideas a cualquier persona, institució­n, o sistema que por su abuso nos impida cumplirlos. Gerardo Merello gerardomer­ello@hotmail.com

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