Miradas diferentes sobre el Gobierno con mensajes para Macri
• Estimado presidente Mauricio Macri: le escribo desde Pehuajó, provincia de Buenos Aires. El motivo del mensaje es contagiarle la esperanza de un productor ganadero, padre de familia, y payaso.
Sí, sí, leyó bien. Mi primera profesión durante la mitad de mi vida fue contagiar sonrisas y llevar una esperanza a miles de niños y enfermos en muchos hospitales del país durante 22 años. La solidaridad salva vidas y el compromiso por el otro nos hace mejores y eso me acompañó desde siempre.
Hoy tengo 43 años, soy papá de tres niñas, ganadero pequeño, pero porfiado por defender la vida. Ser ganadero implica tener esperanza a full, yo acompaño a nacer una ternera hoy, y ya me la imagino madre dentro de tres años.
Usted está en ese camino, en el de inculcarnos a todos que hay esperanza y siento que irremediablemente el camino es ser solidarios unos con otros, puedo entenderlo, señor Presidente.
¡Animo, Mauricio! Yo empecé con mi esposa, cuidando mis vaquitas día y noche para aprovechar las amplias banquinas a la vera de los caminos donde hay pasto que nadie aprovecha. Ya han pasado 12 años de aquellos comienzos y me siento orgulloso de haber perseverado. Hoy tenemos nuestras propias madres, fruto de esperar con paciencia y trabajar todos los días.
Es lamentable, pero nosotros vivimos en un pueblo que está dominado por un ultra K lleno de odio, que nos persigue y nos aprieta si hacemos algo por el otro. Pero nada es para siempre...¡ y a nosotros nos sobra esperanza!
Por último quiero decirle que rezo por usted y le pido a Dios que lo bendiga siempre. Le quiero hacer un regalo y un pedido. Mi regalo es una llama de pocos días para Antonia, su pequeña hija. Verá que es muy bonita y si algún día usted tiene tiempo me gustaría decirle por teléfono, ¡gracias señor Presidente! Así como va, se puede.
Ojalá algún día se pueda dar la oportunidad de conversar personalmente unos minutos con usted. Animo, señor Presidente. Santiago Ranciari elpayasosantiago@hotmail.com
• Seguimos esperando que los ahorros del mundo vengan en masa a invertir en fábricas y que den trabajo a los argentinos. Muchos se preguntan: ¿pero no pagamos, acaso, ya nuestras viejas deudas? ¿De qué desconfían entonces? Les digo. Desconfían de que seamos trabajadores y honestos, y de que les robemos lo invertido.
¿Trabajadores? Ya quedan pocos de aquellos nativos, inmigrantes y descendientes de ellos que transpiraban de sol a sol para hacerse un futuro para sí, para su familia y para dejar su generosa siembra en la sociedad toda. En cambio, se subsidia a millones que prefieren el ostracismo; y el reparto no alcanza para los legítimos necesitados, cuya dignidad lo requiere.
¿Honestos? Si hemos vivido el festival de la corrupción y todavía seguimos queriendo que nos den ahora un caramelo, aunque nos quiten el porvenir. En 1935, Discépolo ya diagnosticaba nuestra decadencia moral.
¿En default? Si, pues no es cierto que hayamos pagado todas nuestras deudas. Sólo se pagó a extranjeros influyentes. No olvidemos que en la Argentina hay argentinos que ahorraron en el país, tal como rogaba el Estado nacional en todos los medios de difusión, confiándole en “títulos soberanos” el fruto de una vida de esfuerzo y austeridad.
El mismo Estado nacional, hoy, después de quince años de angustia, sigue ignorando a esos acreedores (los que quedan vivos, pues muchos se fueron sin respuestas). Son esos que nunca cortarían una calle. La esperanza y los años se van escapando, y los que obran con honor, hoy lucen como estúpidos.
No esperemos que terceros confíen en la Argentina, si ni entre argentinos nos sabemos respetar. Osvaldo Paniceres opaniceres@gmail.com