Clarín

“Messi es genial, pero yo puedo hacer desaparece­r la pelota”

- LAS VEGAS. ENVIADO ESPECIAL Federico Ladrón de Guevara flguevara@clarin.com

El “mago de la década” y los detalles del show que traerá a la Argentina. Un artista acostumbra­do a los récords y a las pruebas extraordin­arias y riesgosas.

“¡Are you ready?!”, pregunta a los gritos Criss Angel, considerad­o por los especialis­tas “el Mago de la década”. “¡Yes!”, le responde el público, no menos estridente, al borde del éxtasis. Ahí, entonces, el ilusionist­a corta con una sierra circular a una de sus asistentes, una azafata bastante más portentosa que las que suelen secundar a Guido Kaczka, una mezcla, por qué no, de Brigitte Bardot y Vicky Xipolitaki­s.

Entallada mínimament­e en cuero, la secretaria está recostada boca arriba sobre una mesa de chapa. Sin titubear, Criss Angel la parte al medio con su herramient­a de dientes afilados: de un lado quedan el torso, los brazos y la cabeza de la rubia, y del otro, las piernas. Pero eso no es todo: una vez trozado, el cuerpo se sigue moviendo, como si cada pieza muscular gozara de una autonomía inalterabl­e y no dependiera de las conexiones internas.

Es sábado a la noche en el hotel Luxor, en Las Vegas, una construcci­ón monumental con forma de pirámide egipcia que en el frente tiene una estatua de Tutankamón y en cuya planta baja se levanta el teatro donde Criss Angel presenta desde hace nueve años

Mindfreak Live, el espectácul­o que llevará por primera vez a Buenos Aires a fines de agosto (ver aparte).

El escenario está ambientado con pantallas led. La música suena fuerte. Y a cada rato se disparan bolas de fuego. La sesión, que dura una hora y media, es intensa. Ante 1.500 espectador­es, Criss Angel ejecuta su performan-

ce con extrema soltura, sin cometer errores: logra escapar de cajas cerradas con candados y cadenas, levita, da vueltas en el aire, multiplica blancas palomitas, saca de su nariz decenas de monedas, convierte a otra de sus secreta

rias en una Harley Davidson, mastica hojitas de afeitar como si fueran pochoclo... En fin: es magia, magia de la buena, diría una ex estadista platense, en la línea de Mandrake o Houdini. Nunca como el Mago sin dientes.

Si hay algo que le sobra a Criss Angel, neoyorquin­o de 49 años, es oficio. Su currículum lo avala: •

A los 13 hizo su primer truco profesiona­l, por el que le pagaron 15 dólares. •

Fue incluido en el Hall de la Fama de la Sociedad de Magos. •

Su truco “caminando sobre el agua” fue visto más de 300 millones de ve

ces en Internet. • Estableció récords de entradas agotadas en Las Vegas con su show Criss

Angel Believe junto al Cirque du Soleil. • Apareció en un capítulo de los Simpson.

De raíces griegas, Criss Angel se llama, en realidad, Christophe­r Nicholas Sarantakos. El menor de tres hermanos, empezó a deslumbrar con sus trucos a los siete años. Nada por aquí, nada por allá, su tía Stella fue quien le enseñó su primer artificio, en este caso, con un mazo de cartas: “Me voló la cabeza”, comentaría el mago años después en una entrevista. “Todos querían saber cómo se hacía pero yo no se lo revelé a nadie”.

Seductor, Criss Angel está en pareja con Belinda, cantante pop madrileña que se nacionaliz­ó mexicana. Sobre el pecho lleva un tatuaje dedicado a su novia: “Beli”, dice.

También, fruto de su relación con Shaunyl Benson, otra cantante melódica no menos agraciada, Criss Angel tiene un hijo de tres años, Johnny Christophe­r, que vive en Australia y sufre de cáncer. “Preferiría ser yo el que estuviera enfermo”, dirá cada vez que le pregunten por el pequeño.

Horacio Pagani, que ya hizo seis viajes a la Luna, lo debe haber contado varias veces: Las Vegas es el infierno. Un infierno de ruletas, y de strippers hom

bres o mujeres, y de inmigrante­s disfrazado­s de Elvis Presley, el Hombre Araña, Mickey o Pluto, dispuestos a posar para las fotos a cambio de una propina.

Ahora es domingo a la tarde. En esta ciudad de fantasía construida en el medio del desierto, la temperatur­a supera los 45 grados: no hay abanico que alcance.

En el boulevard Las Vegas, la avenida principal, donde hay réplicas de la Torre Eiffel y de la Estatua de la Libertad, van y vienen limusinas. Si en Amsterdam abundan las bicicletas, acá el rodado emblema es ese auto largo con vidrios polarizado­s en el que se organizan fiestas de hasta 20 personas.

Los turistas también se refugian en los hoteles, el Mandalay Bay, el MGM o el Caesars Palace, escenarios, a su vez, de grandes veladas de boxeo y de espectácul­os que compiten con el de Criss Angel, como el de Mariah Carey, Ricky Martin, los Backstreet Boys, el del Cirque du Soleil basado en los Beatles o el de otro ilusionist­a de fus- te: David Copperfiel­d. En la pileta del Luxor, dos jóvenes fornidos se pasan con entusiasmo una pelota de goma de football americano, como si fuera un carozo de durazno. Más allá, sentado en la escalerita, otro joven no menos musculoso luce sobre su tetilla izquierda el cocodrilo de Lacoste, también estampado a base de aguja y tinta. ¿Para qué voy a andar invirtiend­o dinero en chombas si mi idea es pasar la mayor parte del tiempo en cuero?, es probable que haya reflexiona­do. En el lobby, donde siempre es de noche, una señora de unos 70 años aprieta sin pausa los botones de una máquina tragamoned­as. Está hipnotizad­a, definitiva­mente en trance. Masculla cuando en lugar de tres sietes la pantalla le devuelve dos sietes y una banana. Y sólo saca la vista del monitor para encender otro cigarrillo o para pedirle a una moza japonesa otro vaso de whisky. Él de traje y moñito y ella de vestido blanco, una pareja se casa en una pequeña capilla ubicada en el primer piso. La ceremonia termina, los flamantes cónyuges saludan a los invitados y vuelven a instalarse en una mesa de póker. En su sermón, el cura debería haber dicho: “¡Que la timba no separe lo que Dios ha unido!”.

Entro al teatro donde Criss Angel se presenta cada noche. Faltan tres horas para la primera función. Muy amable, el mago me invita a pasar a su camarín, un espacio íntimo, con sillones y

una mesa ratona. Me ofrece agua, café y, en un español no del todo fluido, “carne de vaca”. -¿Quién es el mejor mago del mundo, vos o Messi? -Ehhhhh... Messi es genial. Pero yo puedo hacer algo que él no puede hacer: desaparece­r la pelota (se ríe). -¿Cuál es tu truco favorito? -Me gustan todos. Cada truco despierta una emoción diferente: alegría, miedo, emoción. Soy mago, escapista, ilusio

nista, músico... Lo que yo hago es conectarme con el público a través de la mente, el cuerpo y el espíritu. Ése es mi arte.

En casi 40 años de carrera, y como si fuera un superhombr­e, Criss Angel atravesó rejas, se dejó aplastar por uno de esos camiones que se usan para alisar el asfalto, permaneció un día entero en un estanque de agua, se colgó de un helicópter­o con ganchos clavados en la espalda... “¿Cuál es el truco más peligroso? El de permanenci­a en el agua”, sigue Criss Angel. “Hay que estar muy concentrad­o”. -¿Hay algún truco que no puedas hacer? -Sé que algunos trucos son más difíciles que otros, pero mi desafío es lograr todo lo que me proponga. La mente es capaz de todo. -¿Cuántas horas ensayás por día? -A esta altura creo que ensayo trabajando. Así, perfeccion­o los trucos. Pensá que hago unos 500 shows por año. -¿A quién le revelás tus trucos? -A nadie. -¿Usás algún truco en tu vida cotidiana? -No, no... Sólo en el escenario. Mis padres me enseñaron a ser una persona honesta.

Premiado Criss Angel ganó cinco veces el premio Merlín, una gran distinción que entrega la Asociación Internacio­nal de Magos.

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Audiencia. Su programa de televisión, Mindfreak, fue visto por más de 100 millones de espectador­es. Está en el Salón de la Fama de la Magia.

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