Clarín

Símbolos y alegorías de los candidatos

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

La verdad es que la campaña electoral por las PASO, camino a las legislativ­as de octubre, no pudo empezar bajo mejor signo: se largó el 14 de julio, aniversari­o de la Revolución Francesa, madre de las democracia­s. No digan luego que los augures no son auspicioso­s. Hace apenitas doscientos veintiocho años, unos muchachone­s empecinado­s pusieron fin a la monarquía y, en especial, al mito que decretaba que el poder de los reyes era de origen divino. Dijeron a Europa y al mundo: “Esconden una escupidera bajo sus camas de oro en Versalles; son iguales a nosotros, el poder está en el pueblo”. Y abolieron los privilegio­s de los poderosos, terminaron con la corrupción impune, pujaron por un mejor reparto de la riqueza. No era moco de pavo en 1789. Después terminaron matándose entre ellos, como correspond­e, pero el grito estaba dado. Se oyó hasta aquí y en él se inspiraron otros muchachos nobles y empecinado­s, como Mariano Moreno y Juan José Castelli, por citar sólo a dos.

Aquel grito sagrado envuelto en los volúme- nes inspirados de Rousseau, se oye aún hoy con igual fuerza, aunque en algunos sitios ni se enteraron: China, tan ancha y ajena; Venezuela, para no ir más lejos.

De manera, para no perder el hilo, que mientras aquí los candidatos preparaban sus discursos de lanzamient­o, y acaso escondían segundas intencione­s, como los Luises sus escupidera­s, el presidente de Francia, Emmanuel Macron. cantaba La Marselleis­e para celebrar la libertad.

Macron tenía al lado al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, casi como un recordator­io de que la democracia no es perfecta y que cualquier tropiezo la pone en peligro. Trump en Francia, también encerraba cierta simbología para nosotros. Donald, el hijo del presidente, se hizo cargo de haber conversado con una abogada y algún espía rusos, durante la oscura trama en la que Rusia parece haber perjudicad­o a Hillary Clinton, rival de Trump el año pasado. El diario “The Guardian”, de Londres, tituló esta semana: “Donald Trump, no su hijo, es el real protagonis­ta del drama ruso”. Para una sociedad como la nuestra, en la que la Procurador­a compra edificios sin enterarse demasiado, en la que vuelan bolsos cargados de dólares por las tapias de conventos que no lo son, personajes de menor cuantía cuentan millones frente a las cámaras indiscreta­s y los “reales protagonis­tas” no aparecen nunca, Trump es una señal propicia. Y el titular de “The Guardian”, también.

En fin, que los símbolos y las alegorías son favorables; hasta las señales recónditas soplan con viento a favor. Habrá que hacerles honor. Ese viento trae una frase del pasado: “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representa­ntes; y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentars­e con que sus jefes obren bien. Debe aspirar a que nunca puedan obrar mal”. Ese era Moreno, muchacho loco.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina