El superagente biónico
El impasse que atraviesa Tan Biónica, proverbial telón de una futura reunión, propició la ¿inesperada? carrera solista de Bambi (Gonzalo Moreno Charpentier), hermano menor de Chano y responsable mayor de la arquitectura compositiva de una de las bandas más exitosas de la década.
Considerado por su más extrovertido hermano como el “Noel Gallagher de los dos”, su debut solista avanza y engrosa sobre el sonido de la banda madre. “Algo tengo que hacer, /estoy nadando en un mar de sombras”, canta en Laiton, tercer track, cuando ya el álbum parece menos un ejercicio catártico y va definiendo un rumbo de pop arreglado, cargado y definitivamente criollo. Lejos de asemejar un descargo por el futuro de la banda, las melodías empujan al ahora también cantante a hacerse cargo de la situación.
Por cualquier inseguridad posible, Bambi avanza espalda con espalda con Vandera, el dúctil músico rosarino que supiera ser colaborador de Fito Páez. Juntos ensamblan un conjunto de temas que adquiere cierta radioactividad radial cuando suben el tempo y piensan en festivales y arenga pop. Tales los casos de Uno y
Cuando despiertes, canciones de apertura que por brío y punch pueden hacer suponer que Bambi está automexicaneando los próximos dos hits de Tan Biónica. No por nada mezcladas por Mark Needham (que sabe trabajar con The Killers) en un estudio de Los Angeles (uno de los tres utilizados, con distinos mixers), promueven euforia y épica hertziana.
Lo flojo llega de la mano de las baladas ( El sendero de los pasos lentos y Lo
nuestro), pasos en falso con textos poco logrados. En contrapunto, El revés alumbra una sorpresa: suena a la no tan improbable fusión de un artista moldeado en el pop latino en manos de una carrocería a lo Giorgio Moroder. Ahí suma y equilibra un disco entusiasta y desparejo.