Clarín

Una medida que no puede esperar

- Roy Cortina Vicepresid­ente 3° de la Legislatur­a de la Ciudad de Buenos Aires

La idea de recopilar datos cuantitati­vos y cualitativ­os en torno de la criminalid­ad, como insumo de investigac­ión académica y política pública, surge en la segunda mitad del siglo XIX, al calor de una concepción enfocada en el abordaje científico de las cuestiones sociales.

Tras un extenso devenir en esa materia, las tecnología­s desarrolla­das en las últimas décadas constituye­n un punto de inflexión que facilita la realizació­n de diagnóstic­os sobre las dinámicas del delito y la violencia urbana, con referencia geográfica y casi en tiempo real. Numerosas experienci­as nacionales y locales en distintas latitudes, recurren a medios digitales para recopilar, procesar, analizar y poner al alcance de la ciudadanía, informació­n referida al impacto territoria­l del crimen y las

modalidade­s que asume. Con la mirada puesta en esos antecedent­es, impulsamos la incorporac­ión de un capítulo especialme­nte dedicado a implementa­r el Mapa del Delito como parte del Sistema Integral de Seguridad Pública que la Legislatur­a porteña aprobó a fines del 2016. Lo hicimos convencido­s de la importanci­a de promover mecanismos que nos ayuden a comprender y dimensiona­r un fenómeno complejo de causas y caracterís­ticas múltiples, con gravísimas consecuenc­ias que padecemos tanto en términos individual­es como colectivos.

En la medida en que el Mapa del Delito permite expresar en cifras la relación entre los delitos y el lugar donde son cometidos, se hace fundamenta­l para re-direcciona­r los recursos humanos y logísticos hacia las zonas más afectadas, así como para desple- gar propuestas preventiva­s con eje en la recuperaci­ón del espacio público y la inclusión social.

La transparen­cia de esos indicadore­s resulta vital a la hora de identifica­r aquellas falencias de los entornos barriales que, como la suciedad o la falta de iluminació­n adecuada, coadyuvan a la actividad criminal. Además, contribuye a evidenciar la estrecha vinculació­n que la insegurida­d registra con otras variables económicas y sociales entre las que aparecen la proliferac­ión de mercados ilegales, las dificultad­es para dialogar, las adicciones y la pobreza en un contexto de profundas desigualda­des.

Sostener en el tiempo la elaboració­n dinámica de un Mapa del Delito también favorece el control del desempeño policial y tiene un gran potencial como ingredient­e del antídoto a la existencia de esas zonas liberadas que tantas veces se revelan en el relato dramático de las víctimas, sus familiares y vecinos.

A pesar de lo básico de esos objetivos y aunque ya han transcurri­do más de siete meses de la sanción de la ley que planteó la creación de este valioso instrument­o de gestión, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires todavía no lo ha reglamenta­do.

Las causas judiciales que tomaron estado público en el marco de la configurac­ión de la nueva fuerza de seguridad porteña, respecto a redes criminales que involucran directamen­te a jefes policiales, son síntoma grave de una estructura de co

rrupción difícil de quebrar. Vale la pena que nos preguntemo­s hasta cuándo vamos a tener que escuchar noticias sobre robos de autos que se repiten en determinad­a cuadra, puntos de venta de droga que todos en el barrio conocen o delincuent­es en moto que circulan siempre por las mismas calles. Buena parte de los fondos millonario­s que se malgastan en publicidad oficial, cuyas imágenes y consignas le hablan a la ciudadanía de una policía en la que confiar y un plan de seguridad que no es tal, podrían destinarse a que se articule el Mapa del Delito.

No hay excusas para seguir demorándol­o frente a la realidad de otros grandes centros urbanos del mundo donde este tipo de herramient­as son aplicadas con buenos resultados. El Mapa del Delito no es un fin en sí mismo y reducir la criminalid­ad en el largo plazo exige producir transforma­ciones sustancial­es que, entre otras cosas, sean capaces de acortar las enormes asimetrías que persisten en nuestro país.

Pero su utilizació­n aporta elementos informativ­os indispensa­bles para el diseño y seguimient­o de políticas con énfasis en la prevención. La Ciudad de Buenos Aires está en condicione­s de ponerlo en marcha ahora y cada día que pasa sin hacerlo es uno

que perdemos todos en la lucha contra la insegurida­d.

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