Somos sabios con plata ajena
Resulta que los mismos que tildan de irresponsables a los dirigentes argentinos, y los acusan de administrar los bienes del club con una liviandad que no tienen para manejar los propios, extrañan antes de tiempo a un pibe que podrá ser el nuevo Messi (y ojalá lo sea) o sólo un muy buen jugador. Desde lo probabilístico, y aunque suene cruel, son mayores las chances de que sea muy bueno respecto de que sea único. Y mientras se le pide a Boca que apueste e invierta, habrá que ponerles el pecho a los esperables reclamos por un contrato acorde con la oferta y habrá que encomendarse a algún santo para que Guillermo, o el DT que sea, lo elija entre los 11. De otro modo no valdrá 20, 10 ni 5. Y si Boca no puede vender sólo una parte, porque esa no es la oferta, al menos se asegura una plusvalía que no obliga a cruzar los dedos para que no le vaya como a Messi. Los clubes argentinos, se llamen Boca o Atlas, son vendedores porque así están las cosas en el mundo. Y contra ciertos contextos lo mejor es acomodarse en lugar de sacar pecho ahora y lamentarlo después.