Son Leones y campeones olímpicos y, sobre todo lo demás, son padres
Todos vivieron en Río de Janeiro la enorme satisfacción de consagrarse y festejar junto a sus hijos.
Dijo Gabriel García Márquez: “Cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre”. El 22 de agosto los Leones acariciaron la eternidad por un instante: no sólo gritaron campeón en Río de Janeiro sino que atraparon para siempre el oro, lo que un equipo argentino de hockey sobre césped no había alcanzado jamás.
Esa alegría no la vivieron solos. Juan Manuel Vivaldi, por ejemplo, la compartió con sus hijos Benjamín y Felicitas. El arquero de 38 años, emblema del seleccionado, le confiesa a
Clarín: ”Ser olímpíco y padre es, a la vez, lo máximo a lo que se puede aspirar como deportista y lo máximo a lo que se puede aspirar como persona”.
El caso de Matías Paredes, de 35 años, tiene, al menos, una dosis doble de emoción: resulta que el delantero, que se perdió la final por una fractura en el pie derecho y dio la vuelta olímpica sobre los hombros del Chapa Retegui, gozó del título y 12 días después nació Juana para cerrar un mes de ensueño. “Fue algo tan especial. Uno se da cuenta que es padre cuando pasan los días. Al principio era el asistente de mi mujer”, confiesa sobre su pareja, Josefina Sruoga, una ex Leona.
Pedro Ibarra, a los 31 años, es uno de los seis olímpicos que disfrutan de la paternidad y aún hoy visten la celeste y blanca. El se prepara para la Copa Panamericana en Lancaster y también para el nacimiento de Justo, su tercer hijo además de Santos y Esmeralda. Parado en el sintético azul del CeNARD, recuerda: “El más grande, que es súper fanático, se puso a jugar en la cancha conmigo apenas terminó la final olímpica y en la propia cancha. Son imágenes que me van a quedar grabadas y no me las voy a olvidar nunca”.
Con 30 años, el padre más joven es Lucas Vila y junto a Felipe, que en el dorado agosto tenía apenas 5 meses, tiene una de las anécdotas más lindas. “Cuando nos entregaron las medallas me crucé a la tribuna, alcé a Feli y se nos acercó un fotógrafo. Yo mordí la medalla para que me saquen la foto con mi hijo y Feli, que en ese entonces se llevaba todo a la boca, también la mordió. Fue un momento espectacular y ahora tengo un cuadro enorme en casa con los dos mordiendo la medalla de oro”, cuenta el menor de los hermanos Vila, una dinastía en la Selección. Y dice que su presencia en Río de Janeiro fue clave. “A veces eran sólo dos horitas que compartíamos, pero me mantenían alegre y me ayudaban a desconectarme para después volver a poner toda la atención en lo deportivo”, revela.
A Lucas Rossi, de 32 años, recordar el nacimiento de Isabella y la consagración, le dibuja una sonrisa que no puede borrar. “¿Qué significa ser padre y campeón olímpico? Buena pregunta. Ser padre es lo más lindo que me pasó en la vida y encima se dio el mismo año que salimos campeones de los Juegos. Será un recuerdo que quedará para siempre y una doble emoción enorme”, confiesa.
“Lo que más agradezco es la bendición de haber compartido el Juego Olímpico con mi hijo. Si me preguntás, salió tal cual lo hubiese soñado: lograr algo tan importante, tener una foto con la medalla en Río, con la camiseta y con Feli en los brazos es increíble. Me imagino cuando tenga 60 años. Lo vamos a recordar y se lo vamos a contar a Manu que acaba de nacer y no lo pudo vivir”, confiesa Juan Ignacio Gilardi, de 35 años.
Es inevitable que los hijos de Vivaldi, Paredes, Ibarra, Vila, Rossi y Gilardi tengan el mismo mandato familiar: tomar, al menos una vez, el palo y pegarle la bocha. “Es lógico, respiramos hockey”, admite Paredes. “Ojalá hagan algún deporte y si es hockey, mejor. ¿Arquero o jugador? Lo que decidan. No los quiero presionar...”, afirma Vivaldi, para muchos el mejor arquero argentino de la historia.
Son los Leones campeones en Río de Janeiro que cuentan con ese doble deleite infinito: la paternidad y el tatuaje grabado en la piel con los anillos dorados.