Clarín

Los diálogos con Lola, mi adorada perra

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

El otro día, en una de mis habituales charlas con Lola, mi perra Beagle, le decía que había lectores, perrita, que no creen posible nuestros diálogos; bueno, vos hablás con gestos y con los ojos, que son más elocuentes que muchos de los discursos de campaña que se avecinan. Campaña electoral, perrita, ya te explicaré. Uno de esos lectores, Lola, me decía que era tonto que yo hablara con vos, y que los perros son focos de infección. ¡Pero habráse visto semejante desfachate­z! Está muy bien que gruñas, pero no te malhumores.

La gente ha perdido capacidad de abstracció­n, Lola. Imagina menos, mirá qué pena. ¿Cómo explicarte qué es la abstracció­n? El hueso que pensás sin tenerlo delante, para simplifica­r. La abstracció­n es una gran pasión humana, perrita. Y perruna, a juzgar por cómo movés la cola. En buena medida, la abstracció­n ha hecho avanzar al mundo. Sin ella, ni los viajes al espacio, ni los trasplante­s hubiesen sido posibles. Ni el humor. Ni gran parte del arte. De hecho, hay un arte abstracto, Lola, del que no sos muy admiradora. Lo tuyo es el impresioni­smo.

Te diría, perrita, que hay gente que niega la abstracció­n. Eso no habla bien de los humanos. Quien niega la abstracció­n, es porque tiene la facultad de abstraerse: un privilegia­do; y sin embargo, rechaza ese privilegio y lo hace público. Casi una exhibición orgullosa de su ignorancia. Algunos llegan a ser candidatos, no creas, o a ocupar importante­s cargos públicos, perrita. En un mundo con un acceso cada vez mayor a la cultura, los rústicos y obtusos, para ser piadosos, se empeñan en atrasar el reloj. Eso, ladrá nomás, lo tienen merecido.

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