Después del calvario de Guantánamo, la vida en Túnez puede ser aún peor
Regreso. Dos ex presos de la cárcel estadounidense cuentan la presión que sufren hoy en su país natal.
“He tenido que cambiar cinco veces de casa. Cada vez que alquilo una vivienda la Policía le dice al propietario que soy peligroso, que estuve en Guantánamo”.
De negro riguroso, con un traje barato de corte italiano y un maletín, Hedi Hammami parece uno más de los muchos empresarios tunecinos que se afanan por sobrevivir a la crisis. Pero de cerca, sus ojos nerviosos y desconfiados dejan ver el calvario que -según afirma- padece.
Preso ocho años en la cárcel de Guantánamo acusado de pertenecer a la red terrorista Al Qaeda, sufrió torturas y vivió en aislamiento. Tras su liberación, en 2011, regresó a su Túnez natal, donde ahora denuncia una persecución que, afirma, hasta le hace extrañar el presidio.
“Me arrepiento de haber regresado a Túnez. Incluso he enviado una carta al Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU para pedir el estatus de refugiado porque aquí no estoy bien ni física ni socialmente. Estoy sometido a una constante persecución y presión”, se lamenta. “Estoy enfermo. Dejé Guantánamo con perturbaciones psicológicas y tengo problemas, pero el Estado no me ayuda. El único esfuerzo que hacen es acosarme, todo lo que pido es poder salir del país con mi familia para poder vivir en paz”, insiste.
Nacido en 1969 en la aldea de Bir al Ash, Hamami y los suyos han vivido bajo el radar de los servicios secretos tunecinos desde que a finales de los 60 uno de sus hermanos fue acusado de pertenecer al movimiento islamista “Ennahda”, entonces clandestino.
Según su ficha penal, filtrada a través de WikiLeaks, a los 18 años buscó refugio en Italia, donde se sumó a una supuesta asociación caritativa saudita que ayudaba a los musulmanes víctimas de la guerra en Bosnia y donde fue detenido por primera vez.
“Yo sólo me ocupaba de mi vida, era un joven apasionado de los coches, las discotecas... pero los acontecimientos de Bosnia cambiaron mi vida porque vi mucha injusticia, muerte de niños con las lenguas cortadas, crímenes terribles”, afirma.
Su ficha también detalla que luego viajó a Argelia y Marruecos, donde se habría sumado a la Red de Apoyo a la Yihad Internacional. El grupo radical Jamat al Tablighi le habría facilitado su viaje a Pakistán, donde se casó con la hija de un líder islamista antes de recibir entrenamiento militar en Afganistán, aunque la especialidad que se le atribuye era la falsificación de documentos.
En 2002 fue arrestado por el Ejército paquistaní y entregado a Estados Unidos luego de que se encontrara documentación a su nombre en las cuevas de Tora Bora, el escondite de Osama bin Laden. Pero Hammami lo niega: “Cuando ocurrieron los atentados del 11 de septiembre (de 2001) yo estaba allí (en Afganistán) y como dicen los estadounidenses estaba en el peor lugar, en el momento más inoportuno. Detenían a cualquiera. Los paquistaníes me entregaron por 5.000 dólares”, revela a EFE, y recuerda que nunca fue sometido a un juicio.
En 2011 fue liberado en la cárcel estadounidense en Guantánamo, Cuba, y volvió a Túnez, donde logró un trabajo como conductor de am- bulancias. Pero el acoso policial se volvió insostenible durante la oleada de asesinatos de opositores izquierdistas en 2013 y sobre todo tras la serie de atentados yihadistas que causaron 72 muertos en 2015. Perdió su trabajo, fue obligado a fichar en la comisaría y se le prohibió viajar e incluso salir de la capital.
“He tenido que cambiar hasta cinco veces de casa. Cada vez que alquilo una vivienda la Policía le dice al propietario que soy peligroso, que estuve en Guantánamo”, lamenta Hammami.
Y es que Túnez es un semillero del grupo terrorista ISIS, pues desde este país al menos 5.000 ciudadanos han viajado a Siria o Irak para sumarse al yihadismo, motivo por el que el gobierno está en máxima alerta.
Ante la presión que afrontan al regresar a sus países de origen, algunos liberados de Guantánamo se han sumado a la lucha yihadista, mientras Hammami reconoce que estaba mejor en Guantánamo, pese a las torturas y el aislamiento.
“Al menos en la prisión podía hablar con franqueza y con entusiasmo, al menos sabía donde estaba. El día que recupere mi libertad y mi dignidad, ese será mi país. Eso no pasa en Túnez”, concluye.
De los 12 tunecinos que estuvieron presos en Guantánamo, solo uno sigue allí. Pero los casos de los que fueron liberados y volvieron a su país no son alentadores.
Dos se fueron a Siria. Rafiq al-Hami murió allí y Lotfi Lagha regresó y fue sentenciado a prisión por terrorismo. A Abdullah al-Hajji se le perdió la pista, según su abogado. Los otros ex presos están dispersos por el mundo, en países que aceptaron recibirlos.
Salah Sassi salió de Guantánamo casi al mismo tiempo que Hammami. Y también denuncia que ahora es hostigado constantemente por la policía y se siente marginado en su país.
Sassi fue arrestado también en Pakistán en 2001 y liberado después de que el Departamento de Defensa de Estados Unidos concluyese que no tenía información importante y no representaba una gran amenaza. Fue enviado a Albania y posteriormente se lo autorizó a volver a Túnez.
Cuenta que sus problemas comenzaron dos meses después de su retorno, cuando policías enmascarados rodearon su barrio, lo metieron en un automóvil y se lo llevaron. “En el viaje me golpearon y me insultaron. Me decían que era un terrorista”, relató.
Lo dejaron ir a los pocos días, pero los agentes siguen visitando su vivienda periódicamente, relata a la agencia AP. No tiene esperanzas de conseguir trabajo ni de establecer una relación con sus vecinos. Su esposa se marchó.
“Tal vez, como dice mi amigo Hedi, la cárcel de Guantánamo era mejor que esto. Allí al menos las cosas estaban claras. Estabas preso. Pero aquí estoy en una gran cárcel, con gente que no soporto”, lamenta.