La izquierda, a contramano de sus ideales
Seamos francos: si algo ha tenido la izquierda en el mundo, fue su lucha implacable con
tra la corrupción. El “tío” José Stalin, hombre de pocas pulgas si los hubo, se cargó a decenas de miles de compatriotas que osaron quedarse con un vuelto, o que no aceptaron entregar los productos de sus granjas en los años de la colectivización. Fidel, en aquella Cuba sesentista de la revolución triunfante, también metía a los corruptos contra una pared y ordenaba pegarles cuatro tiros. El sandinismo nicaragüense, antes de convertirse en un régimen idéntico a los que combatió, también fue despiadado con los corruptos: fue capaz de condonar a los torturadores somocistas, pero no a los deshonestos, a los inmorales. Y cuando no ejerció el poder despiadado de las revoluciones, cuando fue oposición, esto es durante la mayor parte de su vida política, la izquierda denunció en el mundo a la corrupción como
el monstruo a combatir para hacer de éste un planeta más justo. Así era antes, cuando el mundo era verdad y las ideas no estaban enturbiadas por el abanico de matices que regalan la especulación, la apariencia, la pitanza, la mentira y acaso hasta el descaro.
Un grupo de legisladores de la izquierda argentina ha decidido votar en contra, o abstenerse, del proyecto de la Cámara de Diputados de excluir del Congreso al ex ministro kirchnerista Julio De Vido. Por razones de espacio, y de tedio, digamos que De Vido carga con muchas acusaciones judiciales en su contra. Vamos, que por mucho menos hubiese sido candidato al famoso lápiz rojo de Stalin. No hay que exagerar. Pero, ¿adónde quedaron los postulados de honestidad a ultranza de la izquierda? ¿Cómo es que, ante la posibilidad de excluir de la Cámara a un legislador sospechado de actos de corrupción y de responsabilidad en la muerte de 51 personas en la tragedia de Once, los legisladores de la izquierda votan en contra o se abstienen, a sabiendas de que sus votos pueden ser decisivos en el recinto? Más allá de los subterfugios técnicos y hasta semánticos, ¿es compatible con sus ideas, otrora iluminadas, sostener a un sospechado de corrupción y aceptar sentarse a su lado nada menos que para legislar por el bien común? Es cierto que quienes promueven la ex pulsión, exclusión, o como se llame, de De Vido son legisladores de un gobierno en las antípodas de la izquierda, ¿esa es la razón por la que sus diputados votan en contra o se abstienen? La corrupción, ¿es mayor o menor, repudiable o no, condenable o no, según quién la denuncia? ¿No es ése un pensamiento lineal, infantil y reaccionario frente a aquellos ideales de honestidad y de justicia por el que tantos dieron su vida en los lejanos tormentosos años del siglo pasado?
Frente a la palpable evidencia de apoyo al diputado cuestionado, ya surgieron sesudas y plausibles explicaciones, oscuras pero laudables, que justifiquen el renuncio. Lo inexplicable es la fabulosa puntería de la izquierda nativa para marchar a contramano de los ideales que proclama defender.