Clarín

Seguimos aprendiend­o a base de muertes

- Paolo Menghini Padre de Lucas, que murió en la tragedia de Once.

Todas las mañanas, por mi trabajo, hago un pantallazo por los distintos noticieros como editor periodísti­co. Así, desde muy temprano, supe lo que había ocurrido en Mariano Acosta, Merlo. Las tragedias vinculadas al Sarmiento, aún cuando se trate de un ramal distinto al de Once-Moreno,

me sacuden, desde la primera, que me atravesó en forma directa, hasta la de ayer.

A pesar de la conmoción, me parece importante no apresurarm­e en establecer culpables, aunque reconocerl­os y penarlos sea necesario. Sólo los peritajes, y no yo, dirán qué ocurrió. Pero en estas primeras horas después del choque, puedo plantear una idea: seguimos aprendiend­o a base de muertes, y esa es una manera pésima de asimilar los errores. Como en febrero de 2012, falta inversión. Que los ciudadanos dependamos del Estado de somnolenci­a de

un empleado para subir o bajar la barrera es muy grave. Y, bajo estos sistemas antiguos y obsoletos de trans

porte de pasajeros, es difícil que las tragedias no se repitan. El Sarmiento se convirtió en un ícono de los siniestros ferroviari­os en la Argentina. Ayer esa representa­ción se volvió a reafirmar.

Es imprescind­ible invertir en sistemas de modernizac­ión en toda la traza de la línea, no sólo en el ramal principal. Lo demandamos los familiares de víctimas, usuarios y trabajador­es. El de Merlo-Lobos es una línea con

locomotora­s diésel, vagones antiguos y procesos con muchísimas caren

cias. La seguridad en los trenes y sistemas públicos de transporte tiene que ser política de Gobierno, una que trascienda las coyunturas electorale­s y el signo político del que gobierna o deja de gobernar. Los que viajamos en trenes somos ciudadanos, no importa cómo votemos. Nuestra seguridad no puede estar sujeta, en forma exclusiva, a un hombre de 60 años, que está dentro de una garita.

La prevención tiene que ser el eje central para que los accidentes sean hechos circunstan­ciales y no una cuestión que se repite en forma metódica. En forma contraria, seguiremos corriendo detrás de las catástrofe­s y en las pantallas y los diarios será otra vez: tragedia en el Sarmiento.

Cuando uno paga con sangre la ineficienc­ia ajena queda una llaga de por vida. Pero quiero creer que el cambio es posible. Me niego a pensar que la muerte de mi hijo Lucas, de los otros 51 de Once y de cada inocente en las vías es en vano. Me niego a pensar que este país no puede trabajar cuidándono­s a todos.

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