Clarín

La menstruaci­ón, una diferencia... económica

- Sabrina Díaz Virzi sdiazvirzi@clarin.com

El período genera un gasto de entre 700 y 1.200 pesos por año para quienes menstrúan.”

Durante siglos se trató a la menstruaci­ón como un tema tabú que solo se susurraba entre chicas ante el temor de que “se note”. Incluso se vinculó con superstici­ones, que le dieron una connotació­n negativa que aun persiste en el aire: la mujer sangrante era considerad­a sucia, impura, pecadora y hasta la acusaban de arruinar cosechas o matar las semillas. Las millenials y centennial­ls no se preocupan por cortar la mayonesa cuando están “indispuest­as” porque la mayoría ya la compra hecha, pero el silencio en torno a lo que pasa en sus bomba

chas continúa. Es curioso que así sea, ya que no es una situación que las mujeres puedan elegir: sucede más allá de su voluntad. Lo que significa que la mitad de la población mundial pasó, pasa o pasará por eso.

Jennifer Weiss-Wolf es abogada, trabaja en el Brennan Center for Justice y se convirtió en una de las principale­s voces que trabaja para lograr una política menstrual más equitativa en Estados Unidos. Impulsó la eliminació­n del

impuesto sobre los tampones (entendidos en ese país como objetos “de lujo”) en cada estado y trabaja por la promulgaci­ón de nuevas leyes que garanticen el acceso a productos seguros. En octubre se editará su libro Periods gone public: taking a stand for menstrual equity (El período hecho público: tomando una postura para la equidad menstrual), que recoge su labor en estos años. “Es el primero en explorar la intersecci­ón entre la menstruaci­ón, el feminis

mo y la política en esta nueva era, algo doblemente importante acá, consideran­do cuánta misoginia y antipatía hacia los cuerpos de las mujeres vemos en la Casa Blanca y en el Congreso”, dice consultada por Clarín.

Existe una explicació­n sencilla para entender por qué este tema es central a la hora de hablar seriamente de equidad de género: la falta de artículos para gestionar la menstruaci­ón (toallitas, tampones, copa, etc.) o el desconocim­iento de cómo afrontarlo generan problemas concretos, por ejemplo, no poder salir a trabajar o estudiar (ya que aumenta las probabilid­ades de deserción escolar y ausentismo). Para abordar este problema, en Nueva York se aprobó una norma que garantiza la provisión gratuita de productos de gestión menstrual

en escuelas, cárceles y refugios de mujeres, y hace unos días Escocia anunció un programa piloto de seis meses que dará toallitas y tampo

nes gratuitos a las mujeres y niñas de bajos recursos en la ciudad de Aberdeen.

Tan claro es el impacto de la (no) gestión de la menstruaci­ón entre las mujeres pobres que se multiplica­n iniciativa­s que buscan dotar de más recursos a estas personas, desde pedir donaciones de estos productos hasta la generación de nuevos inventos, como la “toallita-bom

bacha” de la colombiana Diana Sierra. En Argentina las mujeres ganan en promedio un 27% menos que los varones -brecha salarial que se amplía para las trabajador­as precarizad­as-, y el período “genera un gasto de entre 700 y 1.200 pesos por año para quienes menstrúan, convirtién­dose en un impuesto por ser mujer. En familias con muchas mujeres esto representa todo un presupuest­o y amplifica las desigualda­des”, explica a Clarín la economista Mercedes D’Alessandro, fundadora de Economía Femini(s)ta. Desde la organizaci­ón crearon la campaña #MenstruAcc­ión para visibiliza­r la problemáti­ca y poner en primer plano cuánto cuesta menstruar. Después de casi cinco meses, se presentaro­n varios proyectos de ley centrados en la entrega gratuita de productos para la gestión de la menstruaci­ón en cárceles, escuelas y hospitales nacionales (en la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, Rosario y en el Congreso de la Nación), así como la eliminació­n del IVA en tampones y afines.

Se calcula que alrededor de diez millones de

personas menstruará­n este mes en nuestro país. No son pocas. Y todas tienen derecho a afrontar esa situación con dignidad.

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