Tiene 8 años y le salvó la vida al papá
Le donó médula ósea por una leucemia
Alejo es un héroe en envase chico. Con apenas 8 años donó médula ósea para salvar la vida de su padre, aquejado por una leucemia. Cuando le explicaron que tenía que “dar un poquito de sangre” para “sanarlo” dijo que sí, como quien responde una obviedad. “Nunca lo dudó”, explica su madre. Para Alejo era natural someterse a una internación de unos días, dejarse “pinchar” algunas veces y cuidarse de algún resfrío o gripe para no complicar el tratamiento al que es sometido su papá, Rodolfo Ferrero, en una clínica porteña de Congreso.
Con una sonrisa tímida que jamás lo abandona Alejo cuenta que cuando su mamá le explicó lo que sucedía él se puso “feliz” porque podía ayudar a curar a su papá. Va a tercer grado de la Escuela 1398 de Puerto General San Martín, al norte de Rosario. Ayer volvió después de someterse a la primera etapa del tratamiento y sus compañeros lo recibieron con una torta
del hombre araña. El pequeño es fanático de los títeres y desde hace dos años forma parte de un taller en el que le enseñan a confeccionarlos y a dirigirlos. Es hábil para peinarlos. “Soy fanático de la peluquería, igual que mi mamá”, explica.
Rodolfo es empleado de comercio en un local de venta de materiales para la construcción. El 16 de enero de 2015 le diagnosticaron leucemia. Se sometió a quimioterapia y tuvo una recaída severa. “Fueron 9 días y ya no le daban esperanza de vida. Tenía hemorragia, le bajaban las plaquetas”, cuenta Silvana, la mamá de Alejo.
Durante dos años tuvo períodos en los que mejoraba, pero a principios de este año no quedaron más alter- nativas que explorar la donación de médula ósea. A través del Incucai encontraron dos posibles donantes, pero fueron descartados. Dentro de la familia las esperanzas eran mínimas: los hermanastros no eran compatibles. Sólo quedaba la posibilidad de que Alejo donara.
Pero había un obstáculo: el propio Rodolfo se negaba. “No estaba de acuerdo porque no quería ni que lo pincharan”, explica Silvana. Hace diez días finalmente Alejo se internó en la clínica Sagrado Corazón. Durante 5 días le aplicaron dos vacunas diarias y donó células, aunque no fueron suficientes. En 15 días deberá regresar para completar el tratamiento. “Como es menor tuve que firmar
una autorización en la clínica para hacerme responsable. Se la aguantó bárbaro. Sólo que extrañaba mucho a su hermano”, explica su mamá. En la clínica le dieron un diploma. Lo reconocieron como “el paciente del año”. Los médicos le plantearon a la familia que si Rodolfo tolera la médula ósea de su hijo deberá permanecer en Buenos Aires un mes internado y otros dos para ser controlado.
Alejo evaluó que el sacrificio debía tener una recompensa: pidió a cambio dos huevos de chocolate por
día, “de ésos que traen un muñequito”. En 15 días, cuando regrese para terminar el tratamiento, piensa agrandar la cosecha y pedir un juguete de “Hora de aventura”, uno de sus dibujitos preferidos.
A su papá lo vio por última vez el juez pasado, después de que le dieran el alta. Fueron apenas cinco minutos. “Le dije que lo amaba mucho. El me dijo que me quería, que ya íbamos a estar juntos y a tener una charla de hombres. Quiero ir al shopping de dos pisos”, se ilusiona. Para Alejo no será una salida más: ir al shopping, pero de la mano de su papá, es mejor que dar la vuelta al mundo.