Una stalinista de paladar negro apaña a De Vido
“Un estudio reciente no deja ninguna duda de que Stalin era un psicópata y los estudios de la ‘mente’ de Hitler se centran en la patología del mal. La suposición implícita de que Stalin y Hitler estaban cortados por el mismo patrón ensangrentado ha hecho borrosa toda distinción real entre ellos.” (De la obra “Dictadores, la Alemania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin”, de Richard Overy, historiador británico, experto en los procesos de la Segunda Guerra Mundial)
Arde el Congreso. De un lado y otro de la grieta se atrincheraron las posiciones alrededor de Julio De Vido, cinco veces procesado y con más
de 150 causas abiertas en su contra, ex ministro de Planificación y diputado nacional por el kirchnerismo. En una borrascosa reunión de la comisión de Asuntos Constitucionales, Cambiemos, el massismo y el PJ no kirchnerista acordaron motorizar para hoy una sesión especial con el objetivo de lograr la “exclusión por
indignidad” de De Vido de la Cámara. Esa voluntad política es difícil de alcanzar porque requie-
re el voto favorable de los dos tercios de legis
ladores presentes: sólo así se puede desplazar al llamado “cajero de los Kirchner”. El kirchnerismo se atornilló en su defensa, pero hay quienes susurran que el caso podría ser utilizado por la oposición para cascotear los buenos augurios electorales de Cristina. El llamativo si
lencio de la ex presidenta sobre su antiguo socio del poder no se quebró, pero anoche trascendió que habría dado la orden de apoyarlo.
Además del humorístico respaldo de la izquierda, las huestes cristinistas tienen en su bloque a Diana Conti, guerrera de mil batallas en defensa de todas las fechorías de la década ganada. La semana pasada bramó ante la paliza retórica que recibía De Vido en una reunión de comisión: “Esto es un circo armado, -desafió la levantamanos obediente del período anterior- me da asco cómo nos tiramos indignidades en la cara y desprestigiamos la política. Le tenían que buscar la vuelta a la indignidad para encontrar una justificación constitucional en el caso de De Vido.” Creyó necesario agregar la autoin-
criminación bíblica de “el que esté libre de pecados que arroje la primera piedra”. Para Conti parece ser que todos somos De Vido. En confianza, fue todo un acierto del historiador Richard Overy aquella búsqueda intelectual de parentesco entre los regímenes, las
ideas y las personas totalitarias. Después de todo, quién no recuerda el sincericidio de la diputada K en un programa de Canal 26, en febrero de 2010, cuando frente a Alfredo Leuco, Pepe Eliashev y José Antonio Díaz, mientras intentaba justificar la fortuna del matrimonio Kirchner, incluso el hecho de haberla comenzado a gestar en la dictadura, lanzó una proclama de identidad política de la que nunca se retractó hasta hoy: “No tengo ningún problema en ser stalinista y lo firmo, por supuesto.”
A Stalin, según historiadores revisionistas, de los millones de muertos que se le atribuyeron en el pasado, hoy se le adjudican 1.500.000; a De Vido se le imputan 51, los de la tragedia de Once. Sólo es posible un único paralelo: ambos tienen hoy la misma y vehemente defensora.