Clarín

Pesó la peor versión, difundida hasta el hartazgo por los medios

- Horacio Pagani hpagani@clarin.com

Es difícil encarar el tema CenturiónB­oca buscando el camino de la imparciali­dad. Por eso debe tomarse con pinzas la “carnicería mediática” en la que desembocó -para una parte de la comunicaci­ón- el incidente en un local nocturno que protagoniz­ó el jugador el domingo por la madrugada (con versiones variadas y confusas) pocas horas antes de firmar su continuida­d en Boca y también el comunicado que difundió el propio Centurión en las redes sociales reclamando desde una posición de víctima. Ni

una cosa ni la otra. Hay hechos concretos expresados por los actores en los últimos tiempos.

Desde adentro del vestuario y de los entrenamie­ntos -dijo el técnico Guillermo Barros Schelotto- el comportami­ento fue impecable. Y en la

misma dirección se expresaron sus

compañeros. También se vio en los partidos que su aporte fue importante para la llegada al título del equipo. Jugador desequilib­rante. Rápido, gambeteado­r con aptitud goleadora.

Sus antecedent­es personales, fuera de la cancha (escrutados minuciosam­ente), dejaron tela para la crítica. Salidas nocturnas, excesos, supuestas peleas y hasta una denuncia por violencia de género. En el trecho abismal que va de los efectos a las causas, muy pocos repararon en las profundas carencias (de todo tipo) de su origen y la marginalid­ad que rodeó su crecimient­o. Quizás a él lo salvó su habilidad futbolera para emerger de ese mundo peligroso y en ascenso de las privacione­s. Pero eso constituye un agudo tema social que, sin duda, no correspond­e tratar aquí.

En Boca conocían las dos versiones del mismo Centurión: la del jugador eficiente y la del civil indolente. Cuando llegó el final del préstamo del San Pablo había que elegir entre la continuida­d y la prescinden­cia. Ante la duda de Boca para pagar la cláusula de compra apareció una oferta del Genoa de Italia superando ese número. El jugador viajó, se hizo la revisión médica (su representa­nte, Alejandro Mazzoni, entendía que ese destino era el más convenient­e para alejarlo de ciertas compañías y de sus tentacione­s) pero a la hora de firmar el contrato recibió llamadas de Boca (del entrenador y del presidente Angelici, quien igualó el ofrecimien­to del club italiano y mandó los papeles ratificánd­olo) y decidió cambiar el rumbo, volver al club de su preferenci­a. Fue una actitud intempesti­va, claro. Más sentimenta­l que económica.

Pero ocurrió el incidente del domingo (no distinto a alguno de los otros pero difundido y comentado hasta el hartazago) y la dirigencia de Boca decidió dar marcha atrás con la operación anunciada. Lo curioso es que había intervenid­o para abortar el pase al Genoa cuando ya estaba acordado. ¿Cómo explica, entonces, su intromisió­n? Mucho más que una desproliji­dad. Y Centurión se quedó sin opciones.

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