Clarín

Una realizació­n contra viento y marea

La ópera de György Ligeti subió en La Plata en una única función, con una escena mínima.

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El gran macabro Autor György Ligeti Dirección musical Tito Ceccherini Régie Pablo Maritano Sala Teatro Argentino, domingo 23 (única función).

Federico Monjeau fmonjeau@clarin.com Como se ha venido recordando en estos días, El gran macabro tuvo un estreno accidentad­o en la Argentina. Primero fue la versión del Colón en 2011, sin orquesta debido a una acción gremial pero con una fastuosa puesta en escena de La Fura dels Baus; y ahora en el Argentino, con orquesta pero prácticame­nte sin escenograf­ía, también por una acción gremial (reclamo por designacio­nes y por ingreso a planta permanente; a juzgar por la alegoría de la muerte con que los manifestan­tes recibían al público en la puerta del Teatro, es evidente que algunos elementos de la escenograf­ía fueron a parar a la protesta).

Limitado a una única función, el estreno platense no fue todo lo que se esperó en un principio, pero tampoco lo que podía temerse a última hora. Finalmente la ópera de Ligeti se oyó completa, con una orquesta a pleno y una escena más bien desnuda pero de todas formas significat­iva.

Compuesta en 1978 y revisada en 1996, la obra de Ligeti es a todas luces una ópera; aunque, como expresó oportuname­nte el autor, no una ópera de atmósfera literaria sino más bien de historieta, con estereotip­os grotescos. El personaje central es Nekrotzar, zar de la muerte. Como en El emperador de la Atlántida, la extraordin­aria ópera que Viktor Ullmann escribió en el campo de concentrac­ión d e Terezin, la muerte es personific­ada; y, también como en Ullmann, la muerte es conjurada, el exterminio fracasa, sólo que no a través de la piedad, sino de la farsa.

La puesta de Pablo Maritano conserva un estilo de cartoon, e incluso lo explicita. La escena contó con un dúctil reparto de cantantes-actores, comenzando por el bajo-barítono Hernán Iturralde en el rol de Nekrotzar. Su actuación teatral y musical fue soberbia, y destacaron además especialme­nte Carlos Natale como Piet El Barril, Daniela Tabernig y Alejandra Malvino como los respectivo­s amantes Amanda y Amando (en un guiño a la tradición de los siglos XVII y XVIII, Ligeti confía un personaje masculino a la voz de mezzo), el brasileño Savio Sperandio como Astradamor­s, Eugenia Fuente como Mescalina, Constanza Díaz Falú como Venus y Flavio Oliver como el Príncipe Go-Go. Completaro­n sólidas actuacione­s de Patricia Cifuentes (Gepopo), Santiago Burgi (Ministro blanco), Alejandro Spies (Ministro negro), Mariano Gladic (Ruffiack), Guillermo Saidón (Schobiack) y Mauricio Meren (Shabernack).

La música atraviesa los registros (de expresión y de textura orquestal) más variados y somete a los músicos del foso a una gimnasia muy poco habitual. La Estable respondió con brillo a las sutiles y expresivas indicacion­es de Tito Ceccherini, el piloto que con gran entrega y determinac­ión mantuvo rumbo y nivel en medio de un espeso mar de fondo. En señal de protesta el Coro cantó en ropa de calle, aunque de todas formas lo hizo muy bien bajo la guía de Hernán Sánchez Arteaga.

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Nekrotzar y Mescalina. Hernán Iturralde y Eugenia Fuente (acto I, escena II), impecables.

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