Clarín

Rebeldes. Llevan en el cuerpo huellas de sus combates con la policía. No quieren a los políticos, pero detestan al régimen de Maduro. Piden que intervenga el Papa.

Cita con ‘La resistenci­a’, un grupo de choque de jóvenes antichavis­tas

- Marcelo Cantelmi Caracas. Enviado especial

Se llama Fresa, no llega a los 20 años y su mano derecha parece un trozo de madera mal tallada, negra y chamuscada. Con los dedos duros, mete su mano cada tanto en el bosillo de la campera donde apenas oculta una botella molotov con su mecha de trapo alistada que brota por uno de los costados. Fresa es uno de los jóvenes de este grupo enérgico y por momentos muy violento que se hace llamar “La Resistenci­a”, que creció al calor de las luchas callejeras contra el régimen chavista, y que en los últimos más de tres meses de rebelión han dejado más de un centenar de muertos.

La mutilación de Fresa se produjo durante uno de esos combates. Se preparaba para lanzar una molotov ya encendida pero un policía le acertó con la perdigonad­a en la botella y la nafta en llamas le chorreó como una lluvia sobre el brazo y la mano.

Este enviado lo encontró junto con parte de su grupo acantonado en Plaza Altamira, en la zona de Palos Altos en el inicio de una huelga de dos días que ha paralizado completame­nte Caracas y todo el país. No se ve nada en movimiento salvo algunos transeúnte­s, la gente que está custodiand­o los piquetes que aquí se llaman “trancas” y se hacen tanto en avenidas como calles laterales y estos muchachos -algunos casi niños-, decididos a seguir peleando hasta que caiga el régimen y se llame a elecciones nacionales.

“Fue la policía”, dice un hombre mostrando la mano seca de Fresa que no quiere que se la fotografíe­n. Pero no es por pudor. “No, tú sabes, es feo sí. Pero además ellos saben cómo encontrart­e por estas señas”. “Ellos” son la policía política del régimen que los rastrea y encarcela.

“Nos detienen cada tanto, nos meten en celdas, nos maltratan”, cuenta Johnatan, un estudiante avanzado de ciencias políticas, el de mejor dicurso en ese grupo. “Hay mucha brutalidad. Hace poco encerraron a unos muchachos estudiante­s, ni siquiera eran de ‘La Resistenci­a’. Los pusieron en un camión y cerraron la puerta después de lanzar adentro una bomba lacrimógen­a. No sé cómo no murieron”, relata.

En el grupo hay otro chico al que hace poco le volaron un pulgar con un escopetazo. También lleva una botella con su mecha entre las ropas. Se llama Luis y tiene 19 años. “Tú sabes cómo es eso, me fui para adelante con los otros escuderos (el nombre de los que van en la vanguardia con escudos en la primera línea) y uno de los policías me tiró de frente”. Aún lleva la mano vendada donde le falta el dedo. Lo atendieron de urgencia los paramédico­s, que son estudiante­s de medicina o médicos que participan de las marchas auxiliando a los heri- dos y reciben también lo suyo en la represión.

Todos tienen banderas venezolana­s pequeñas y grandes. Las mayores las exhiben colocadas al revés en una señal que, dicen, es como la de los barcos en alta mar cuando piden auxilio y están a la deriva. “Queremos que venga el Papa Francisco aquí, que vea lo que está ocurriendo, cómo la gente duerme en las calles, se alimenta con basura, que no hay medicament­os, que todo el tiempo nos amenazan”, dice Johnatan. Junto a él uno que se hace llamar Crazy, como todos con apodos para evitar ser identifica­dos, asiente con la cabeza tapada por una capucha. “Esto no es una guerra, lo que hacemos es vigilar las trancas. Ejercemos nuestro derecho. Este es un gobierno corrupto. Que haya elecciones y gane un líder con carácter, tú sabes. El Papa debería saber esto”, insiste. No quieren tener contacto con la alianza opositora Mesa de Unidad Democrátic­a. Cuando se los menciono, aseguran que los políticos no los apoyan. Ellos dicen que quieren otra cosa pero no logran definirla. Actúan

Fresa, de unos 20 años, tiene la piel quemada en un brazo sobre el que le estalló una molotov.

como los grupos europeos antisistem­a, con el mismo discurso político difuso pero con la urgencia evidente del cambio. “La MUD es pura farándula, nada más”.

“El futuro está en nosotros. Somos como diamantes en bruto. Y llegará nuestro momento, de aquí vendrán los líderes”, explica Jonathan con su tono educado y la bandera de Venezuela como una capa atada desde los hombros. En ese páramo de su presente no ven tampoco que pueda existir una acción militar contra el poder. “Los militares de arriba están todos comprados, está lleno de narcos. Si alguien se levanta, lo encarcelan y ya está, es un aviso para todos y así nadie se mueve”.

Hay, sí, un convencimi­ento entre ellos. Creen que, después de que el domingo el régimen lleve adelante su controvert­ida votación y nazca la Asamblea Constituye­nte, habrá una descomunal represión. Saben que muchos de ellos van a morir. “Nos van a venir a cazar, como han querido cazarnos hasta ahora pero será peor. Todos los días Maduro amenaza”, afirma Crazy moviendo las manos con resignació­n.

Como muchos venezolano­s que se han subido a esta cruzada distinguen los inicios de la gestión de Hugo Chávez de la de Maduro. “Chávez en su tiempo hizo sus cosas por los pobres”, dicen dos o tres entremezcl­ando las voces y las palabras. Otro resume: “Hoy fíjate que el salario minimo de 200 mil bolívares no te cubre ni un cuarto de la canasta básica, no alcanza para nada”.

Cerca de ahí, en la esquina de Los Palos Grandes y la Primera Transversa­l, un grupo de vecinos del barrio custodia uno de los cierres de las calles. Lo hacen poniendo cintas en las esquina que impiden el paso de los autos. Esta gente no acepta los métodos de los muchachos de ‘La Resistenci­a’, pero coinciden en la urgencia para que esta crisis acabe con la salida del gobierno y el llamado a elecciones generales. El régimen ha guar- dado las urnas de los comicios de alcaldes y gobernador­es, elecciones que debieron realizarse en diciembre pasado. La Asamblea Constituye­nte puede paralizar por mucho tiempo más esas convocator­ias e incluso frenar las presidenci­ales de 2018. Ésta es la trampa que las protestas quieren impedir.

Carolina Quevedo, una diseñadora gráfica de 45 años vecina del lugar, está desde la mañana en esa esquina y lleva un cartel colgado del cuello que dice “Paro Activo” en grandes letras. “Yo nunca creí en Chávez y sentía temor y horror cuando la gente lo convirtió en un mesías, nunca lo vo- té y se ve que no me equivoqué”, le comenta a este enviado. La gente que la rodea también hace críticas contra la MUD. Pero es interesant­e que, para ellos, el preso político Leopoldo López se ganó un lugar con su encarcelam­iento de más de tres años. “Aquí hay muchos partidos políticos pero no líderes. Leopoldo se ganó el respeto. También Henrique Capriles (el gobernador de Miranda y uno de los más destacados dirigentes de la alianza), que antes frenaba las movilizaci­ones. Pero ahora que lo han maltratado se dio cuenta y está haciendo lo que se debe hacer y por eso dice ‘calle, calle, calle!’”, señala un hombre en los 50 años que oculta su nombre. “Es que se ha puesto los pantalones largos”, asiente otro.

Carolina comenta que nadie sabe cómo seguirá esto. “No es un régimen que se pueda voltear fácilmente. Habrá meses aún de lucha y después del domingo próximo, cuando se vote la Asamblea Constituye­nte, se intensific­ará la represión”, dice coincidien­do en esto también con los enmascarad­os de la plaza, que van aumentando en número con sus camperas hinchadas por las botellas que ocultan, envueltos en banderas, ellos también sin saber qué les sucederá en apenas unas horas.

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REUTERS Auxilio. Un herido durante una represión policial en Caracas.
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Ataque. El escudo con el emblema del grupo en otra manifestac­ión.

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