Clarín

Berrino se sobrepuso a todo y celebra un Mundial de ilusiones

A los 18 pasó dos años sin entrenar por una tendinitis. Hoy es una de las mejores nadadoras argentinas.

- María Kexel

“En definitiva esa es la cuestión: levantarse y seguir”, desliza casi con un suspiro Andrea Berrino desde Budapest minutos después de haber quebrado, por segunda vez en el día, el record argentino de 50 metros espalda. La riotercere­nse dice que la natación no es un partido de 90 minutos en el que el atleta se equivoca y la puede “pilotear” y que por eso no siempre salen las carreras como uno las desea, que existen buenos y malos torneos y que, entonces, no hay que desmotivar­se nunca.

Pero su frase inicial cobra sentido cuando Berrino cuenta su historia de vida: una que acarició el retiro temprano a los 18 años, pero que hoy, con 23, vive un presente feliz y, ante todo, sin techo.

Acompañaba a su mamá a la escuelita de Natación Susana Schwander a buscar a sus hermanos más grandes. Un día, a los 5 años, se tiró al agua y Berrino recuerda que, desde ese día, no probó otro deporte. “A los 7 empecé a competir, a los 14 integré el selecciona­do Nacional juvenil y tuve mi primera participac­ión internacio­nal. Todo se complicó cuando terminé la secundaria en Río Tercero, viajé a Córdoba y no pude ni seguir estudiando. Sólo me enfoqué en recuperarm­e de una lesión”, cuenta Andrea Berrino en el diálogo con Clarín.

“Me llegaron a decir que tenía que dejar de nadar para siempre”, confiesa primero y agrega: “Obviamente opté por la recuperaci­ón y, encima, por el camino más difícil porque fueron dos años de competir sin entrenar; sólo hacía patada y, claro, en los torneos me iba pésimo. El problema era en el hombro. Nació por una tendinitis y después se complicó por proble- mas en la columna. Tengo espina bífida y escoliosis”.

Con la mentalidad positiva como su motor infalible, Berrino sabía que los resultados, tarde o temprano, llegarían. “Las buenas van a venir”, se convencía. Y así fue: dos años y medio de rehabilita­ción, lucha y esfuerzo para lograr el record de 200 metros espalda, el que había conseguido Georgina Bardach a un año de ganar la medalla de bronce en Atenas 2004. Nada menos. Sin embargo, otro palo en la rueda sorteó cuando en el mismo Torneo Confratern­idad Sudamerica­na realizado en Córdoba en octubre de 2013, una trombosis la alejó de la pileta por varios meses. “Es por una alteración en la sangre que tengo. Es como más espesa”, revela, pero sin mostrar disgusto en su voz. Es que Berrino lo tiene asimilado y no hay excusas. Los problemas físicos son parte de ella.

La espina de no haber ido a Río de Janeiro 2016 la sigue tan de cerca como las dos décimas que le faltaron en el Campeonato Sudamerica­no de Asunción 2016 para lograr el boleto olímpico. Y una fractura en el pulgar, a dos días del Preolímpic­o, su última chance, despejó cualquier ilusión de subirse al avión que llevó a la delegación argentina; se quedó como primer suplente. Pero siguió adelante. “Me planteé nuevos objetivos, clasifiqué al Mundial de Windsor y bajé el record argentino de 100 metros espalda a 57s88”, cuenta.

Ya no la frenan los obstáculos a Berrino. “Soy muy perseveran­te”, había dicho cuando tenía apenas 15 años. Hoy, dueña de la mejor marca de 50 metros espalda, sigue acompañada por esa misma cualidad que la llevó a las grandes piletas del mundo y que la hará nadar bien lejos.

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AFP Perfil. Andrea Berrino afirma que es “muy perservera­nte” y que esa cualidad la sigue desde que a los 5 años se tiró a la pileta por primera vez.

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